:: LITERATURA.
   
Cuentos para niños... ¿Por qué?.

Por: Cecilia Rubio*.

Quizás usted se ha preguntado alguna vez si es necesario contar o leer cuentos a los niños, o tal vez no se lo ha preguntado nunca, porque algo allá lejos en el recuerdo lo hace verse a usted de niño o niña viviendo en una atmósfera encantada una historia de hadas y bosques maravillosos. Ese recuerdo funciona en usted como una intuición de que no puede ser pernicioso para ningún niño escuchar esas historias, aunque no tengan mucho que ver con la realidad. Y yo le diría, precisamente, justamente por eso es que son necesarias estas historias.

Le sorprenderá saber, sin embargo, que los cuentos para niños tienen también sus enemigos declarados. En efecto, hay quienes dicen que si un niño "se acostumbra" a los cuentos no sabrá distinguir entre la ficción y la realidad, e incluso que se relacionará con su vida y con el mundo experimentando una continua frustración, ya que no tendrá en la realidad ninguna varita mágica a qué atenerse. Aquí yo insistiría: se trata justamente de eso. Me explico: es gracias a los cuentos que el niño aprende que hay soluciones válidas para la ficción y soluciones válidas para la realidad, porque cuando usted pronuncia la fórmula "Había una vez..." usted y
el niño que escucha saben que esto es un cuento y que simplemente están abriendo una puerta hacia un cuarto secreto, a otra dimensión del tiempo donde alguien (un personaje) se juega la vida con toda la seriedad del mundo en un medio donde ocurren no pocas cosas extrañas. ¿Y no es acaso extraño el mundo para el niño? Un mundo con ciudades, escuelas, tareas, carteles con letras, monedas para comprar, calles que cruzar, semáforos, autos que esquivar, padres que se pelean, padres que no están, etc., etc. Es cierto, mientras el niño sabe que esta es una historia inventada, el personaje del cuento no lo sabe, de allí que viva con toda seriedad el problema de salvarse, porque se habrá fijado usted que de esto tratan todos los cuentos, o sea, nada menos que de la gran aventura de vivir. Es cierto también que el niño comparte con el cuento esa atmósfera de extrañeza y que casi inevitablemente se identificará con el personaje que a fuerza de virtud quiere afirmar su vida.

Es por eso que los cuentos también tienen defensores, aunque no siempre estén de acuerdo entre ellos sobre las razones de esta defensa. Algunos piensan que lo que el niño aprende a través de los cuentos es a distinguir entre la realidad y la ficción, es decir, lo contrario de lo que sostienen los enemigos de los cuentos. Aquí le puedo contar, por si le sirve de algo, que un día mi hermano intentaba bajar por una escalera una gran y pesada maleta que pesaría unos sesenta kilos, sin poder evitar que la dicha maleta se fuera escalones abajo. Su hijo, mi sobrino de seis años que observaba la escena, de pronto levantó su dedo meñique y dijo a su padre: "si estuviera Hércules aquí, con este dedito la bajaría." A mí me pareció que mi sobrino tenía muy claro en ese momento que su padre no era Hércules, y que la ficción le ofrecía un referente mítico y misterioso, atractivo, pero no más que la aventura de intentar bajar una maleta de sesenta kilos sin ser Hércules.

Otros defensores de los cuentos piensan que un niño criado en contacto con las historias maravillosas será de adulto alguien que sabrá enfrentarse a los problemas de su vida de mejor manera; otros, simplemente, que los cuentos ofrecen a los niños una compensación emocional frente a la 'irreversible realidad'; otros, que los niños así educados encontrarán en los cuentos material de apoyo para solucionar psicológicamente sus problemas de niños.

Veamos esta última posición: es el psicólogo Bruno Bettelheim quien sostiene que hay cuentos para cada etapa del proceso vital del niño. Pruebe usted a contarle a un niño o niña que inicia su vida escolar el cuento de "Pulgarcito" o "Hansel y Gretel". Según Bettelheim, lo más probable es que el niño le pida con cierta frecuencia que le repita ese mismo cuento, aun si usted le ofrece contarle otros. Con esa repetición el niño estará intentando compenetrarse de la figura de esos niños abandonados en el bosque nada menos que por sus padres, porque así sería como se siente este niño que va por primera vez a la escuela. Cuando deje de pedir ese mismo cuento habrá superado su sentimiento de abandono.

Tengo más ejemplos y más argumentos en favor del cuento, como la función ritual de los cuentos, lo que significa el final feliz, las aventuras del héroe, la importancia de las fórmulas, el valor de la madrastra, etc. Pero por ahora baste con esto: al niño le hace bien abrir esa puerta al misterio de los prodigios maravillosos, y a usted cuando lee o cuenta un cuento se le abre también esa puerta. Y si fuera ésta la única virtud de los cuentos, ¿no sería suficiente?

*Cecilia Rubio es profesora de literatura.