:: ECOLOGÍA.
   Polvo somos y polvo seremos.

Por: Juan Pablo Orrego S.*

Según la biología y la ecología convencionales la biosfera es la fina capita de vida orgánica que se ha desarrollado sobre la cuna inorgánica, pétrea y mineral del planeta Tierra. En otras palabras, desde este punto de vista, la biosfera está constituida sólo por lo vivo, lo viviente, que habita desde la profundidad de los mares hasta la última línea de la vegetación en las montañas; y hasta cierta altura (7000 mts) en la atmósfera en la forma de bacterias y esporas. Desde esta perspectiva, sin embargo, es peligrosamente fácil empezar a percibir la "cuna" -la estructura inorgánica sobre la cual crece y se multiplica la vida- como muerta, y por lo tanto como extrañamente ajena al proceso de lo viviente, y esto porque la tierra y las piedras no metabolizan, o no tienen células. Esta percepción es similar a considerar como viva la parte muscular y visceral de un molusco, y la concha como no relacionada con esta vida; o a percibir la membrana de una célula, o de su núcleo, como un muro grueso y estático de importancia secundaria. La verdad es que tal como lo "carnoso" del molusco no puede existir sin la concha (y viceversa), lo que
está dentro de la célula o del núcleo no podría ser sin las membranas. El caso de la célula nos plantea con especial claridad un desafiante Koan (pregunta insoluble utilizada por los maestros Zen en el Japón para "detener" la mente racional de sus discípulos): ¿Qué se creó primero, las membranas de la célula y del núcleo o lo que está adentro de ambas estructuras? Lo incomprensible es que los más expertos biólogos coinciden en que ambos, las membranas y "lo que está adentro", son precondiciones mutuas. ¿Qué fue primero, el huevo o la gallina?

En el caso de la célula la única conclusión posible es que de algún modo misterioso todas sus estructuras y su organización entera co-evolucionaron en el espacio y en el tiempo, así como si hubiera existido un cuidadoso plan preconcebido... Hay gente que odia los misterios y que sólo ama la certeza. La vida, sin embargo, a cada paso nos está mostrando cuán "tiernamente" limitada es nuestra percepción y nuestra comprensión de la realidad a la cual pertenecemos.

En el caso de la biosfera es más fácil darse cuenta hasta qué punto todo el sistema terrestre está involucrado en el fenómeno de vida, ya que desde tiempos remotos sabemos que "polvo somos y polvo seremos". Lo así llamado inorgánico ha estado desde el origen de la vida literalmente reciclándose en lo viviente. Lo inorgánico es una fase de lo viviente; lo viviente es una fase de lo inorgánico que ha sido vivificado por el sol... y el agua... y el aire... y mucho más que no entendemos. ¿Dónde termina lo "orgánico", lo viviente, y dónde comienza lo "inorgánico", lo muerto? Masanobu Fukuoka, singular microbiólogo y maestro de agricultura natural, escribe lo siguiente: "la noción de una diferencia fundamental entre la materia viviente y la no-viviente quedó obsoleta con el descubrimiento de los bacteriófagos, la confirmación -en investigaciones subsiguientes de patógenos virales- de la existencia de materia no-viviente que se multiplica".

¿Nos pasa algo adentro, nos cambia nuestra percepción de la biosfera y de nosotros mismos si recordamos, si percibimos afectiva y vitalmente que es la misma materia, la misma agua, el mismo carbono... que son los mismos átomos que han estado ciclando y recurriendo en distintas formas vivas y minerales desde los orígenes de la vida en la Tierra? Vivimos en cuerpos prestados. Somos una frágil y efímera constelación de partículas animadas por el evasivo espíritu de la vida; en nuestro caso en la forma y organización llamada por nosotros humana. Las infinitas partículas que constituyen nuestros cuerpos proceden de todos los tiempos, de todos los lugares, de todo lo "orgánico", y también de toda la estructura "inorgánica" de la biosfera. Así de biosférica es nuestra identidad.

Hay entonces formas dramáticamente diferentes de percibir qué constituye la esfera de la vida. Y esta percepción parece ser fundamental para el desarrollo cultural y personal de los seres humanos. De ella depende el modo cómo nos situemos dentro de la biosfera y la calidad de nuestras relaciones biosféricas.

*El autor es magíster en estudios del medioambiente, Mención en Ecología y Antropología. En 1997 obtuvo el Premio Goldmann por la defensa del medioambiente y el 1998 el Premio Nobel Alternativo otorgado en Suecia por la Right Livelihood Foundation.