:: PREÁMBULO.
   Einstein no competía.

"Estudea cauro 'e miéchica pa' que lleguís a ser lo mesmo que mí"

 

Por: Juan Pablo Yáñez Barrios.

Estamos en marzo, el sistema educativo se echa a andar una vez más. Tanto los aprendices como los profesores entran de nuevo en la vorágine del año escolar. Como siempre, todos tendrán alegrías, pero también penurias: los chicos luchando por una nota que, según el sistema, determinará su futuro, y los grandes luchando por una remuneración que sea digna de su actividad de formadores.

La competencia es una característica de nuestro sistema de vida, y eso se refleja en la educación. Los jóvenes con más altos puntajes suelen incluso aparecer en los diarios, en detrimento de los jóvenes más normales. Se premia el rendimiento, la efectividad inmediata. Sin embargo, no se pueden dejar de lado las palabras de un tal Agustín, de 10 años: Tengo que empeñarme para pasar de curso, eso dice mi papá. Los papás siempre dicen lo mismo, que hay que pasar de curso lo mejor que se pueda, pero nunca he cachado bien pa' qué sirve eso.

Claro. Lo que Agustín no "cacha" bien, o, mejor dicho, lo que a él no le calza bien, es, probablemente, esa mentalidad competitiva que, dado el sistema, reina entre su persona y las de sus compañeros, y también entre todos contra todos. Mucho más entretenida sería una actividad donde no gobierne la competencia, la comparación con el otro, el yo mejor que tú. Pero, querido Agustín, eso es nuestra sociedad, esos son nuestros valores.

Albert Einstein, 14-3-1879 / 18-4-1955. Fue un pésimo alumno en el colegio, y después un genio.
Geraldine lo logró: Allan ya sonríe.
Todos sabemos quién fue Albert Einstein. Lo que en general no se sabe es que él no competía con nadie, que en el colegio fue mal alumno, disléxico, que aparecía como un tontito a los ojos de los demás. Posteriormente revolucionó la ciencia y el mundo con su genialidad. Einstein fue libre, vio las luces del espíritu, las luces de un misterio que nada tiene que ver con los dictámenes de un sistema de vida rígido y competitivo. Einstein desarrolló su fuerza racional porque su espíritu no se dejó apresar por los valores del rendimiento y la efectividad como primera prioridad.

Nuestra educación forma, pero también deforma. Deforma en desmedro del espíritu humano y en beneficio de intereses materiales. El humano íntegro debe ser alguien muy diferente a un productor de bienes materiales y destructor de bienes espirituales. El ser humano íntegro no está ahí para competir, para ganar, para hincharse de orgullo, sino para trabajar codo a codo, para solidarizar, para ser humilde.

¿Recuerda usted el célebre "se prohíbe prohibir" del movimiento estudiantil de Francia de Mayo del 68?. Los sistemas educativos, a lo largo de la historia y en diferentes lugares del mundo, han ido quedando caracterizados y caricaturizados en estas frases, que a veces tienen mucho olor a verdad universal, como aquella otra de Mayo del 68: "Profesores, ustedes nos hacen envejecer", o aquella que dice que "la mejor formación es en la universidad de la vida", frase a la que, con seguridad, Einstein adhirió, percibiendo que la vida era mucho más que un establecimiento escolar y sus reglas.

Vivimos, pues, en un mundo competitivo, y, consecuentemente, así formamos a nuestros niños. No vaya a ser que un día la sociedad esté lamentando aquel famoso "cría cuervos y te sacarán los ojos". Aunque nunca es demasiado tarde, entonces ya será quizás muy tarde.