Se
ha hecho evidente que todo poder -o energía- que no está
involucrado en un ciclo biológico, en lo viviente mismo,
termina siempre siendo el poder unilateral de la destrucción.
Un buen ejemplo es la energía nuclear liberada de la
materia, manipulada por insensibles negociantes y tecnócratas,
por implacables roles de la guerra y sus esbirros uniformados,
por fabricantes y traficantes de armas. Así, más
bien para mal, "nuestra" ciencia y "nuestra"
tecnología se desarrollan a partir de una tórrida
cópula con la guerra. Qué mejor ejemplo que la
2ª Guerra Mundial que impulsó un "salto
cuántico" de la ciencia y de la tecnología
"occidentales".
La disposición
mental/corporal que es la causa y el efecto de la guerra es
la de una insensibilidad progresiva hacia la muerte brutal
e innecesaria; una indiferencia hacia la destrucción
o degradación de todo tipo de seres y espacios vivos
de la biosfera. Esta actitud bélica, en la que todo
está justificado por las necesidades de la pugna por
el poder, prima en los laboratorios-usinas de las naciones
"desarrolladas" que profitan de los "conflictos
armados", así como en la agricultura industrial
que arrasa y envenena importantes porciones del planeta, no
por alimentar a los hambrientos sino para acumular estériles
billetes, monedas y lingotes de oro en inexpugnables bóvedas
de alta tecnología que cualquiera diría que
atesoran el secreto de la vida. En este proceso se está
literalmente trocando vida por muerte. Billetes, lingotes,
monedas y "acciones" no tienen ninguna cualidad
orgánica, ningún poder de dar vida. No se pueden
comer, ni beber, ni sembrar. Ni para abono sirven.
ARTES SUAVES DE LA SUBSISTENCIA
En otras
culturas la ciencia y la tecnología se desarrollan
directamente de las actividades de la subsistencia: de la
agricultura con toda su complejidad y variedad; de la caza,
pesca y recolección; de la medicina y farmacopea autóctonas,
del diseño y construcción de viviendas adaptadas
a climas extremos sin la mediación de "alta
tecnología" -de alto poder y entropía-,
ni de formas concentradas de energía solar, salvo la
leña para prender el fuego. Subyaciendo y subtendiendo
todas estas tecnociencias arraigadas -tecnologías "suaves",
de bajo poder y baja entropía; que toman en cuenta
el contexto (el resto de la biosfera) en su diseño-
está siempre una percepción integradora, artística,
biocéntrica (centrada en la vida), que es eternamente
revivificada por medio de un ciclo ritual anual y recurrente
que involucra a todos los miembros de la comunidad o etnia.
El propósito fundamental de estos ciclos rituales es
el de hacer reales los vínculos -de recordar la unidad
y la interdependencia- entre los seres humanos y entre nosotros
y el resto de la biosfera. (Me baso en experiencias que hemos
tenido con "gentes" de los Andes del Perú,
Bolivia, Ecuador y Chile, con los Huicholes del noroeste de
Méjico, con "ab-orígenes" norteamericanos...
y en experiencias que otros han tenido.)
¿EXPLOTAR
O INCORPORARSE?
Aquel
que no anda buscando lograr grandiosas manipulaciones ni de
la naturaleza ni de sus semejantes, sino más bien sincronizar
con, o incorporarse (hacerse cuerpo) junto al resto de la
comunidad bioesférica, va a desarrollar artes de la
subsistencia y herramientas muy diferentes de las del que
cree que sólo la mano y el trabajo del ser humano transforma,
ennobleciendo, lo inorgánico y lo orgánico (lo
vivo) nohumano; es decir, según este punto de vista,
sólo el trabajo humano le da valor a ala materia bruta,
insensible e inconsciente del resto de la biosfera. Según
una visión científica popular de la naturaleza
es un escenario neutro y estático sobre el cual evolucionan
los seres vivos -a cuya absoluta y solitaria vanguardia evolutiva
marchan, por supuesto, los seres humanos. La verdad es que
toda la biosfera ha co-evolucionado a través del tiempo
y del espacio como un solo cuerpo. A estas alturas de la historia
de "nuestra" presente biosfera nuestras vidas están
indisolublemente ligadas a todos los seres, cosas y fenómenos
que la constituyen, desde el más letal virus, a la
molécula de agua, al Maíz, hasta el más
albinegro Cóndor que planea sobre los Andes.
LA
RECURRENTE JUSTICIA DE LA BIOSFERA
Sospecho
que esto es lo que Buda quería enseñarnos cuando
decía que todos somos Budas, pero que muchos no nos
damos cuenta. No hacemos real nuestra unidad con la biosfera.
Biológicamente todos estamos dentro de ella, hagamos
lo que hagamos, sea lo que sea lo que percibamos o creamos,
no podemos estar afuera, pero nuestras mentes encarnadas son
capaces de generar y de involucrarse en extraños fenómenos
de alucinación colectiva. Culturas divorciadas mental
y bioecológicamente del resto de la biosfera. Demasiado
humanas. Demasiado antropocéntricas. Mortalmente arrogantes
o ignorantes, que es casi lo mismo. Otra percepción
posible, que algunos llamarían la del .animista., es
que la biosfera es nuestro cuerpo -de ella/él venimos,
en él/ella devenimos- y que nuestro cuerpo es la biosfera.
Todo acto que afecta a nuestro cuerpo macroscópico
más temprano que tarde afectará a nuestro cuerpo
microscópico. Esta es la recurrente justicia de la
biosfera.
Estrictamente
hablando, es el Cosmos entero el que tiene que estar involucrado
para que en uno de sus remotos rincones pueda florecer y fructificar
este milagroso pero persistente fenómeno que nosotros
llamamos vida. Para qué decir cuanto .tiene que ver.
el sol con la vida... y la luna, y la atmósfera entera,
y la etérea capa de ozono. Hasta el fluctuante magma
del corazón fundido de la Tierra brota a la superficie
a través de continentes y mares, forma islas, montañas,
quema, fertiliza. Roca molida es tierra. Y tierra y agua y
aire y sol y luna es verde es azul es insecto, flor, pájaro,
risa, dolor... es vida.