:: LEYENDAS.
   La carreta del diablo.

Por: Julio Arancibia O.

Sonidos en su forma...
y formas que no ves...
inteligente mi alma y tan negra a la vez..
(Francisco Javier Bécquer)
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En las noches oscuras y silenciosas de este Cajón del Maipo suceden muchas cosas que a veces no nos podemos explicar. Entonces nos sumergimos en una atmósfera de misterio, en una tierra que oculta, muchas veces, en lo profundo de sus entrañas, historias que se remontan a tiempos extraños y reales, épocas en que la gente asumía y se explicaba los sucesos paranormales como realidades absolutas.

Hace muchos años atrás, el Diablo, transformado en huaso elegante, vestido de negro, se paseaba en su misteriosa y llamativa carreta por la vía que unía los poblados del Cajón, hoy llamada Camino al Volcán. Según los que le han visto, la descripción de la escena de la carreta es la siguiente: .Los caballos que tiraban la carreta y que olían, como su conductor, a putrefacción y azufre, eran de color negro
azabache, de ojos rojos como la sangre y de aliento de muerte...

Cada vez que se sentía a lo lejos el ruido de los cascos de los caballos y el rechinar de las ruedas de madera en medio de la noche quieta, todos sabían que Mefistófeles había salido a buscar almas o a presagiar alguna muerte. También el relincho de los caballos delataba la presencia del Príncipe de las Tinieblas, relinchos aterradores, cual gritos de miles de almas encerradas gimiendo su martirio en el infierno. Entonces, si la carreta se detenía frente a la propiedad de algún poblador, todos sabían, y nunca se equivocaban, que allí moriría en poco tiempo alguno de sus moradores.

Fue en aquella época, bajo la influencia de esa atmósfera, que un hombre ya olvidado (al que para mejor entendimiento de nuestros lectores le pondremos el nombre de Pedro), dueño de una pequeña parcela en el pueblito de Melocotón, hizo pacto con Luzbel. Pedro hizo su trato con él durante una fría y silenciosa noche. Esperó la carreta y encaró al Maligno en persona. Una vecina lo vio esa noche, escondida tras unos matorrales frondosos, y fue ella la que corrió el rumor que es ahora parte esencial del relato. Contó esta vecina que Pedro esperó la carreta, y que, gritándole con fuerte voz a Lucifer, le ofreció su alma a cambio de riquezas y salud por largo tiempo. El Espíritu del Mal detuvo su carruaje y una neblina de azufre sulfuroso llenó el ambiente. El Diablo aceptó con voz ronca, y obligó a Pedro a cerrar un
pacto: al cabo de treinta años volvería por su alma.

De un día para otro Pedro se transformó en Don Pedro y adquirió riquezas, muchas tierras, prestigio y fama, pero con el paso del tiempo lvidó su convenio con Satán. Toda la gente de esos poblados comentaba el famoso pacto entre Don Pedro y el Diablo, pero este repentino millonario siempre calló el origen de sus posesiones.

Pasaron los años y don Pedro envejeció, hasta que llegó la noche en que el Espíritu del Mal le vendría a buscar. Pedro, que prefería no recordar su trato, se sintió atraído por esa noche fría, oscura y silenciosa, y salió en su hermoso carruaje de caballos fina sangre por las calles de polvo. Esa noche desapareció. Dicen que tiempo después, en lo que hoy se conoce como el sector de El Toyo, una mañana heladísima apareció el carruaje de Don Pedro, en la que estaba sólo su chupalla. No habíaningún rastro de su cuerpo. Se le buscó por casi todo el valle del Maipo, pero nunca apareció.

A veces, en las noches frías, oscuras y silenciosas, cuando en casa todos duermen y ninguna alma vaga por las calles, siento el sonido de cascos de caballos y el rechinar y crujir de maderas. Entonces, una suave brisa que huele a azufre y pudrimiento llena el ambiente, y cuando se oye parar la carreta surge el infernal relincho de la muerte...

Los pasos del Señor Oscuro se escuchan en las almas de los que serán llevados por él. Me siento a esperarlo, bajo un árbol seco y deshojado como mi alma. Cuando se acerca tiemblo completamente, siento que el alma se me escapa por las narices y que los huesos se me astillan. La luna muestra su fisonomía de niña enamorada de la noche (no del sol) y me hace sentir el aliento de muerte. Tirito de frío y veo que él me ofrece un papiro arrugado y viejo para que firme con sangre mi fatal destino de multimillonario. Pero no acepto, porque vale más un alma pobre y llena de vida, que un potentado sin felicidad ni alma propia...