:: MEOLLOS.
   
Misóginos.

Por: Alaciel Gallardo Lopes.

¿Qué significa la palabra "misoginia"? El vocablo deriva del griego y quiere decir "el que siente aversión por las mujeres". El fenómeno existe desde que el ser humano pisa este planeta, y consiste en el desprecio y hostilidad que algunos hombres sienten por el otro sexo. A menudo el más machista, el mujeriego, el que no puede vivir sin una mujer al lado, resulta ser un misógino. Él quiere usar a la mujer sólo como hembra, no como ser humano a la misma altura y dignidad que él, el macho dominador. La misoginia, entonces, no toca a la sexualidad, y por eso es un error pensar que los homosexuales son misóginos. Independientemente de su
orientación sexual, un hombre puede ser o no ser misógino.

El misógino discrimina a la mujer. Sucede, por ejemplo, cuando el jefe de una empresa favorece con ascensos a los empleados de sexo masculino, mientras las mujeres siempre son relegadas a un segundo plano. A veces la discriminación no se hace en forma descarada, pero son los hombres los que salen favorecidos. Sin embargo, hay una forma de detectar a ese jefe o a ese compañero que esconde su misoginia. Ellos tienen, por lo general, algunos problemas en el trato con sus colegas del sexo opuesto, de modo que dejan traslucir una cierta inseguridad frente a ellas. Lo que sucede en el fondo es que son incapaces de tenerles confianza.

En las parejas o entre amigos esta desconfianza también se deja ver. Al principio el hombre misógino puede parecer incluso un poco tímido frente a ella, lo que se exterioriza en inseguridad. No obstante, de la actitud un tanto dubitativa de un principio pasará a una conducta arisca, muchas veces con demostraciones de desprecio y, en el peor de los casos, de violencia. En el fondo, el misógino no puede conducirse de otro modo, pues su concepto es que ella está ahí para servirlo en el hogar y para satisfacerlo sexualmente. Según su pensamiento, sólo para eso existe la mujer. Se trata de un problema que comienza con un concepto cultural, de valor social, y que va adueñándose de la psique del hombre hasta distorsionar su personalidad.

Los roles sociales de los dos sexos se han diferenciado siempre, pero hubo épocas de matriarcado en que la mujer reinó, en paz y armonía, usando su sentido intuitivo. En nuestras sociedades patriarcales, en cambio, se reina más bien con los músculos, con la violencia física, terreno en que el hombre tiene ventaja. Pero esto mismo marca un cierto complejo del hombre frente a la mujer, y consiste en que él, muy en el fondo de su alma, siente que el poderío de ser intuitivo es mayor que el de ser musculoso, y, por eso, se cuida de defender su estatus manteniendo a raya a la mujer.

La mujer de un misógino debe saber que, por lo general, su hombre puede pasar del temor al odio simplemente porque se siente inseguro. Como tiene músculos, cree que la agresividad es su mejor defensa. No hay que enfrentarlo como si también se fuera un macho. Se lo debe abordar con palabras que lleven un mensaje de confianza, aunque, por otro lado, jamás se debe aceptar que el desprecio se transforme en violencia física. Llegado a ese punto, el hombre sólo puede volver a la normalidad con la ayuda de un profesional que lo oriente en su recuperación.

Con frecuencia los miedos del hombre se traducen en un comportamiento sexual inseguro. Él, a solas, sabe que su virilidad funciona, que puede tener erecciones, pero frente a ella pierde esa capacidad. Entonces siente amenazada su masculinidad, tiende a defenderse, aparecen los complejos, las culpas, y los conflictos de la pareja comienzan a crecer. La mujer intuitiva, en este caso, debe buscar la forma de que él exprese sus sentimientos sin que eso le signifique una humillación, por ejemplo ayudándolo a desarrollar su autoestima, lo que se puede conseguir con el apoyo, el calor y la seguridad que ella, con su intuición, sabe mostrar en los momentos adecuados.

Pero también hay que saber reconocer cuando llega el final. Cuando un hombre ya no puede aceptar que su mujer viva su vida, cuando controla todo lo que hace y vaya a donde vaya, ella debe saber que ha llegado el momento de decirle adiós. Si ella ha hecho lo posible por salvar la situación y ya siente que nada más le queda por intentar, hay que acabar con la relación. Quizás él siga escuchándola, pero sin tomar en cuenta sus palabras. Quizás él aparente respeto frente a terceros, pero en privado la siga humillando. Una mujer jamás puede olvidar que la convivencia con un misógino puede empeorar en forma muy veloz, y que en tal caso lo más probable es que termine como una esclava, encerrada en casa, con la boca cerrada. Se puede decir que detrás de la enorme mayoría de los delitos de maltrato a la mujer por el hombre, incluyendo sobre todo las violaciones, se esconde el desprecio misógino.