:: PREÁMBULO.
   Somos mayoría.

Por: Juan Pablo Yáñez Barrios.

Muchas personas se han manifestado en el planeta contra de la guerra. Esta protesta de la gente común contra los que tienen el poder bélico comenzó el 15 de febrero pasado, cuando casi siete millones de personas salieron a las calles en las ciudades del mundo para movilizarse contra una iniciativa bélica en Irak. Desde entonces, las manifestaciones a favor de la paz se expresan a lo largo y ancho del planeta, hasta el punto que hoy se está frente al primer movimiento antibélico del ciudadano común con características planetarias, en el que se conjugan mujeres y hombres de diferentes culturas, religiones y concepciones políticas.

Es la enorme mayoría de los ciudadanos del mundo la que se opone a la guerra. En España, cuyo presidente apoya la política del presidente norteamericano, más del 80 por ciento de los ciudadanos se opone a ella. En Inglaterra, cuyo primer ministro también defiende esa política, se realizó una marcha pacifista calificada como la mayor llevada a cabo en la historia democrática reciente de ese país. Siguiendo con esta cuenta se concluye que los que quieren la guerra constituyen una minoría evidente, excepto en Estados Unidos, donde el miedo
Rudolf Schwarzkogler, Aktion, 1965;
Fotografía: Ludwig Hoffenreich
(Museum Moderner Kunst Wien)
al terrorismo, producto de la propia política abusiva de ese país, es determinante para apoyar la guerra, formando así un círculo vicioso que escala de violencia en violencia.

El poder del gobierno de Estados Unidos es tal, que puede hacer estallar la guerra pasando sobre el sentimiento de la mayoría de sus semejantes, tan personas como ellos, nacidos en la misma condición natural que ellos: de un vientre humano. No importa matar a miles de otros seres humanos, también nacidos de un vientre, para conseguir lo que se proponen: tener aún más poder con la ilusión de disminuir así el miedo intrínseco en que viven debido a su propia política de prepotencia.

En estas circunstancias, uno llega a echar en falta la guerra fría, donde al menos había otro poder que podía confrontar al poderío norteamericano. Hoy, habiendo fracasado el experimento soviético, hundido en sus propios vicios, queda en pie una .gran democracia., una tan grande, tan omnipotente y acaudalada, que se arroga el derecho de estar por encima del bien y del mal, de decidir por el mundo entero y de pisotear los derechos de la mayoría planetaria, esa mayoría muticultural y multirracial constituida por personas tan humanas como la endiosada minoría que dictamina y decide. ¡Eso es democracia!

¿Qué hacer? Por lo menos, estar por la paz. Para eso tenemos democracia. Y también hay que pensar, hacerse preguntas: el señor Bush,¿dormirá bien?, ¿verá en sueños los rostros de los niños descuartizados por las bombas, de las madres violadas y muertas ante los ojos de sus hijos, de los ancianos eliminados como insectos? ¿Y será ese un buen sueño, o será más bien una pesadilla? ¿Se sentirá limpio cuando besa a sus nietos, a los niños norteamericanos, y cuando en la iglesia inclina la frente ante Dios? Conociendo las masacres del Sr. Hussein contra su propio pueblo y otros crímenes cometidos por él a lo largo de su mandato, a nadie le puede caber duda de que su conciencia no conoce la sensibilidad, y que duerme bien, y que puede besar a los niños y después eliminarlos. El camino del Sr. Busch es paralelo, tiene el mismo destino.

Sea como sea, hay algo evidente: ellos están por la guerra. El Sr. Hussein podría ser hasta el cómplice del Sr. Busch, pues le da el motivo exacto para que despliegue todo su poderío de muerte. Si el señor Hussein fuera un poquito más inteligente, tendría al mundo a su favor. Pero no, él también está por la guerra, y le importa un carajo que el pueblo iraquí sea nuevamente castigado de muerte.

Siempre, los verdaderos bandos están constituidos por los que están por la guerra y por los que están por la paz, los que están por la muerte y los que están por la vida. ¿Dónde está usted, lectora, lector? Vale la pena, en las noches, antes de dormir, o en cualquier momento en que el espíritu humano se manifiesta dentro deuno, responderse esta pregunta. Si todos lo hicieran, de seguro nuestro mundo cambiaría y llegaría a ser uno de amor. Somos una inmensa mayoría y tenemos una responsabilidad de vida o muerte.