:: NUESTRO PASADO INDÍGENA.
   El cielo de los indígenas.

 

Por: Gastón Soublette Asmussen.

Es propio de los pueblos indígenas el concebir el mundo en dos instancias simultáneas, una visible y otra invisible. Es la versión originaria de lo que después los pensadores de los pueblos civilizados de la antigüedad concibieron como un mundo sensible y otro inteligible, donde las cosas se hallan al estado potencial en forma de ideas. La descripción de la estructura del cosmos que hacen los mapuches como una superposición de siete plataformas, unas terrestres y otras celestiales, corresponde a la misma concepción.

Algunos investigadores contemporáneos de tendencia materialista se han sorprendido de constatar que todos los indígenas tienen una fuerte espiritualidad y viven naturalmente relacionados con el mundo invisible. Y más aún, la espiritualidad indígena concibe el mundo invisible como superior al mundo visible, diferencia de rango que después hará decir a Platón que el mundo inteligible de las ideas es cualitativamente superior al mundo sensible.

La noción de arquetipo o idea platónica corresponde, en la China antigua, a lo que Confucio llama “imagen”. De ahí su solemne afirmación de que en el Cielo están las imágenes primarias, y en la tierra están sus materializaciones. Sin embargo, entre las imágenes de Confucio y las Ideas de Platón hay un matiz que conviene señalar, en el sentido de que para Confucio esos arquetipos llamados “imágenes” son fases del movimiento universal diseñadas en los hexagramas del I Ching, conforme a una filosofía del movimiento típicamente china que se diferencia considerablemente de la filosofía del ser, típicamente griega.

Pero el grado de abstracción mental que se requiere para concebir la noción de arquetipo o Idea platónica, no es el mismo que se requiere para concebir la noción de “imagen” confuciana. La primera deriva de una racionalidad supercivilizada en la que el arte de filosofar es mirado como un bien gratuito en sí. La segunda procede de una tradición prehistórica indígena. Lo de civilizado que tiene el I Ching
reside sólo en la sistematización y en los comentarios. Los signos lineales básicos provienen del cuarto milenio antes de Cristo. Así, el grado de abstracción que se requiere para la noción de idea o arquetipo, a la manera griega, no corresponde en absoluto a la mentalidad aborigen. La mente del indígena se desarrolla paralelamente al acontecer cósmico, y se relaciona con él extrayendo de la secuencia espacio-temporal las nociones de la sabiduría tribal mediante nexos analógicos. Por eso, toda sabiduría indígena es un conocimiento del mundo mediante analogías. Esas analogías, que no son necesariamente visuales, son sí, “procesales”, vale decir, que están referidas a la semejanza que es posible percibir entre los procesos naturales y los diversos aspectos de la vida humana. Algunas de esas analogías son evidentes, por ejemplo, el par mujer y luna, en cuanto el ciclo menstrual corresponde al mes lunar. Asimismo, la luna se relaciona con el agua y la fertilidad, y el sol con el fuego y la energía. La una es materna y el otro es paterno. La llama del fuego asciende, mientras que el agua se escurre hacia las profundidades, lo cual se relaciona con el sexo masculino, que se erecta y proyecta hacia fuera, en tanto que el sexo de la mujer está situado en el interior de su cuerpo. Otras analogías resultan, para la mente moderna, más sutiles, y se requiere de una desarrollada intuición para percibirlas.

El equivalente indígena del mundo inteligible griego con sus arquetipos o ideas, son los dioses. La estricta estructura cuaternaria del panteón mapuche es justamente lo que le da a esa familia celestial la precisión de una cosmovisión racionalmente formulada. El Dios único de la Biblia y sus arcángeles y ángeles, corresponde a la versión hebrea de lo mismo. Así, Iahvéh inspira a sus profetas y envía a sus emisarios invisibles para sanear la vida de su pueblo. Los arquetipos o ideas se materializan y vienen los seres a la existencia. Las imágenes primarias del Cielo se reflejan en la tierra y se activan los ciclos de la vida en el Celeste imperio. Nguenechén y sus pillanes rigen la vida de la tierra de Chile y prosperan los sembrados de sus devotos mapuches; nacen los hijos y los nietos; el platero concibe por inspiración los diseños de sus joyas, y la tejedora estampa en la fina urdiembre de su telar la luz del mundo.