:: ECOLOGÍA.
   La más grande y tierna de las contradicciones.

Por: Juan Pablo Orrego S.

ORDEN DEL CAOS

En las dos columnas anteriores hemos comentado las leyes de la termodinámica, que son dos de los pilares básicos que sustentan el edificio teórico-práctico de la ciencia “occidental”. De acuerdo con estas leyes, el universo tiene que haber sido creado en un momento dado, y ahora envejece, expandiéndose a gran velocidad. Como la gran energía original se está disipando en todo el universo -dicen ‘nuestros’ científicos- a nivel macroscópico y microscópico hay, en consecuencia, una tendencia, una “gravedad” hacia la desorganización, hacia el desorden, hacia la muerte; naturalmente cuesta más crear y organizar que destruir. A pesar de esto, muchos elementos y fenómenos del universo logran integrarse como cuerpos gracias a su infinita e innata capacidad de co-operar y de armonizar entre ellos. Gracias a esta integración, que tiene mucho de divino y milagroso, y que
“...nuestro propio cuerpo: esta galaxia de partículas, átomos, moléculas, células, tejidos, órganos, substancias, energías, mensajes sutiles que van y vienen a increíbles velocidades...”
es por lo tanto incomprensible, como todo lo sagrado, estos cuerpos o sistemas logran llevarle la contra a la entropía y subsistir por períodos de tiempo que dependen de la dimensión del sistema. Galaxias y sistemas solares se forman -se ‘re-producen’- y viven millones de años hasta su des-integración. Basta ‘meditarnos’ nuestro propio cuerpo: esta galaxia de partículas, átomos, moléculas, células, tejidos, órganos, substancias, energías, mensajes sutiles que van y vienen a increíbles velocidades... para extasiarnos de asombro con la sinergia (capacidad de cooperación) que existe entre todos estos fenómenos y elementos, y que resulta en que nuestro ser no se desintegre, literalmente.

La explosión del Aleph

Claro que uno no puede tragarse las ‘leyes’ científicas textualmente, dogmáticamente, como verdades absolutas para todos los espacios y todos los tiempos. Existen demasiadas contradicciones y ‘hoyos negros’ en nuestro ansioso saber. Por ejemplo, entre seriesísimos académicos la teoría más en boga sobre la creación del universo es la de la gran explosión: el universo, como el “Aleph” de Borges, estaba concentrado en un punto sin masa ni volumen. De pronto, en algún orgasmo, o ataque de furia, o intoxicada de inspiración, la Deidad -alguna voluntad creadora fuera de toda nuestra comprensión y que tendría que haber existido en la sombra detrás de la Nada- hizo estallar esta Nada. Se supone que este universo del que formamos parte, desde lo más cercano hasta lo más lejano que alcanzan los telescopios y radiotelescopios más poderosos, proviene de esta energía y materia que surgió de la nada y que ha ido expandiéndose desde la no-dimensión hasta las insólitas dimensiones que le percibimos hoy al Cosmos. Isaac Asimov explica que si esta teoría fuera correcta todo el universo sería como la delgada capita de goma de un globo de cumpleaños al ir inflándose. Uno se pregunta qué vacío vertiginoso tendría que ir quedando ‘adentro’ de este universo/globo, y adentro de qué monumental vacío se está expandiendo el, para nosotros, ya infinito universo.

LA MÁS GRANDE Y TIERNA DE TODAS LAS CONTRADICCIONES


Las mononas teorías humanas, siempre tiernamente llenas de contradicciones. Aquí se nos da el caso de que la teoría más actual y científica sobre la creación del universo contradice en forma suicida las leyes básicas de la física en la que se sustenta la ciencia “occidental”. ¿Cómo se puede haber producido esta creación a partir de la nada? Gregory Bateson, en “Mente y Naturaleza”, escribe: “Nunca pude aceptar el primer paso de la historia del Génesis: ‘Al comienzo la Tierra era sin forma y vacía’. Esta tabula rasa habría establecido un formidable problema de termodinámica para el próximo billón de años. Quizás si la Tierra nunca fue más tabula rasa que un cigote humano -un huevo fertilizado.”

Es notable que la Biblia y la ciencia están de acuerdo, ambos en la tabula rasa primordial y en la súbita explosión creativa. Otras cosmologías postulan un universo eterno, increado, tan incomprensible como el creado en una explosión. Al respecto, Hector Orrego, en “Carta de un Padre Desorientado” escribe: “La idea de un universo eterno, sin comienzo ni fin, sin creación y sin creador, no es simple, va contra la evidencia actual en el sentido que parece haber habido una explosión primordial que dio comienzo al universo en el cual ahora vivimos. Esta consistió en una inconcebible liberación de energía que se produjo en un instante cósmico, violando todas las leyes de la termodinámica... lo que es difícil de explicar es como se generó esa inmensa masa de energía”... Energía... que al estallar... se transformó en materia... dentro de un espacio inexistente... Bendita nuestra ciencia tan mitológica, tan metafórica, tan contradictoria como los mejores mitos, en los que cualquier ser o cosa se transforma sorpresivamente en cualquier otro ser o cosa: el héroe en cóndor o mariposa, el coyote en un hombre burlón, el espíritu de un salmón en bellísima ondina desnuda de larguísimo pelo negro, la Nada en Todo. Realmente falta que la ciencia reconozca su humana limitación, su tierna imperfección, sus inciertos tanteos de lo sagrado. Quizás si así, en nuestra cultura, pasara a ser más importante con-vivir sinérgicamente con toda la biosfera que saber e interrogar a la Naturaleza con cierta desesperada, impotente e incluso brutal furia en busca de la Verdad absoluta.