:: ACAECIMIENTOS.
   La evolución, detenida en el Cajón del Maipo.

Por: Pablo Lois.

"El ingeniero a cargo de la construcción del ferrocarril al Cajón del Maipo razonó que si plantaba a los costados de la vía férrea, las raíces iban a afirmar el suelo e iban a proteger las líneas de escurrimientos, avenidas de agua y torrenciales lluvias; como las raíces se iban a esparcir por el subsuelo, el terreno en torno a la línea del tren va a quedar más resistente. Como era norteamericano, escogió plantar Eschscholzia californica (Dedal de Oro), hermosa planta que le recordaría su natal California, de cuyo estado es como el símbolo nacional. Sin embargo, como no era botánico, no sabía que esta hermosa flor no le serviría para sus propósitos, pues su raíz se extiende recta y profundo hacia abajo y no hacia los bordes".

Así nos explicó el gringo Eaton, otro californiano de tomo y lomo, a los alumnos del curso de Evolución, que se impartía en el último año de la carrera de Biología de la Universidad de Chile. La cátedra estaba a cargo del profesor Humberto Maturana, por lo que había reunido a una variopinta fauna de

unos 20 estudiantes veinteañeros; la mayoría ya asociados a algún laboratorio prestos a comenzar sus proyectos de tesis.

Partimos ese día primaveral en las camionetas de la Facultad de Ciencias alegremente contando chistes a nuestra excursión. Nos detuvimos en algunos lugares conspicuos para observar las poblaciones de dedales de oro; los cambios de colores de las plantas que podrían indicar mutaciones; manchones de inusuales colores dentro de otros fascinantes colores; distribución poblacional; saltos de un lugar a otro, etc. Tomamos notas, fotografías, recolectamos algún espécimen. Estábamos en un magnífico Laboratorio de Poblaciones Biológicas cuyo experimento llevaba más de 70 años; un anfiteatro de la evolución.

Volvíamos cuando hicimos la última y fatídica parada en Guayacán a realizar las últimas observaciones en terreno. Estábamos dispersos en grupos cuando nos dimos cuenta que nos rodeaban militares con sus fusiles. Nadie entendía nada, menos aún los que estaban más lejos cuando les llamaban. Fuimos conducidos al interior del regimiento y formamos una fila; ahí nos dimos cuenta que era un regimiento femenino y más de alguno no pudo evitar "hacerle ojitos" a alguna de estas atractivas amazonas.

La cosa se puso seria cuando apareció gente de civil, con lentes y el pelo muy corto y nos subieron a un bus. Tengamos en cuenta que estábamos en pleno gobierno militar. Así supimos que éramos acusados de asalto a regimiento femenino o algo parecido y nos llevaban a los calabozos de la subcomisaría de San José de Maipo. En la guardia dejamos nuestras pertenencias. Muchas risas causó cuando comencé a sacar de mis bolsillos cajetillas y cajetillas de unos cigarros negros llamados Robert Burns que hace poco había descubierto y de los que ese mismo día había comprado una buena provisión en el único sitio de Santiago que los vendía. La comisaría se inundó de las carcajadas de Michel, que acostumbraba reírse como de borbotones, con una risa grande, amplia, estridente, muy alegre y contagiosa, única y reconocible a mucha distancia. De más está decir que nunca más quise fumarlos.

Un calabozo para las mujeres y otro para los varones. El típico de comisaría, pequeño con una abertura por ventana. Todos de pie, rápidamente nos pusimos a contar chistes para entretenernos en esos nerviosos momentos, mientras especulábamos si seríamos acusados de sátiros o faunos por asaltar un regimiento lleno de mujeres. Uno de nosotros contaba unos chistes muy fomes pero con una gracia tal que terminábamos llorando de la risa. La comisaría volvía a sacudirse con la estruendosa risa de Michel y de todos nosotros, hasta que vino un carabinero a decirnos que no podíamos estar riéndonos así, que estábamos detenidos por un delito grave y que el oficial estaba molesto con tanta risa. Nobleza obliga a decir que fuimos bien tratados en los calabozos.

Mientras tanto, algo divisábamos o escuchábamos desde nuestro encierro. Un oficial sentado prestaba gran atención y trataba de escribir en un gran libro las explicaciones del Dr. Maturana que en su acostumbrado tono humilde y pedagógico le decía más o menos así: "Somos universitarios que estamos en una excursión del curso de Evolución. La Evolución estudia la deriva de la ontogenia en la filogenia.... La deriva evolutiva de la organización compuesta por organismo y medio ambiente, ya que el organismo siempre está adaptado al ambiente, no hay cambios adaptativos, lo que evoluciona y deriva en el tiempo es la organización organismo-medio ambiente..."

Finalmente, algunos llamados del decano (algunos dicen que llamó el rector) permitieron que fuéramos liberados en libertad condicional y pudiéramos regresar a nuestra amada facultad. Aunque firmé el libro de la comisaría, no pude detenerme a leer cómo el oficial de guardia resumió las explicaciones del profesor Maturana.

Así fue como la evolución estuvo detenida una tarde en el Cajón del Maipo, y también el porqué de los dedales de oro en la línea del tren.