:: MUSICANTES.
   Nacimiento de la obra musical.

Por: Gastón Soublette Asmussen.

En nuestro artículo anterior trazamos el itinerario que condujo de la música realizada espontáneamente por los conjuntos instrumentales y vocales de las culturas foráneas, hasta el alto medioevo, cuando se inició el proceso de la notación musical del canto gregoriano en Europa.

Durante un largo tiempo esa música litúrgica de la Iglesia Católica fue considerada como un ideal de perfección en cuanto se la concibió como sierva de la palabra, pues en ella lo más importante era el texto, es decir, la "oración". Nada

Mercury putting argus to sleep

pudo impedir, sin embargo, que en llegando el siglo décimo los maestros que dirigían la actividad musical del culto comenzaran lentamente a introducir instrumentos acompañantes y a agregar voces secundarias llamadas "discantos" a las melodías del repertorio litúrgico oficial. Así nació la polifonía y con ella la tendencia estética que rompería el ideal musical que representaba el canto gregoriano como una música que está al servicio de la palabra. La polifonía, que en sus primeras realizaciones dio por resultado composiciones de una sonoridad bárbara y arcaica en extremo, como fue el caso del canto a la quinta y a la octava paralela, evolucionó rápidamente hacia el contrapunto, mediante el cual las diferentes voces que se emiten simultáneamente adquirieron autonomía e independencia, aunque siempre los sonidos que se escuchaban al mismo tiempo se mantenían en una relación armónica preestablecida. Este arte, que la musicología ha llamado "Ars Antiqua", llegó a su culminación en la escuela de la catedral de Nôtre Dame de París en el siglo XIII. Las composiciones corales más relevantes del archivo musical de ese templo gótico son verdaderas sinfonías polifónicas, algunas de ellas de largo aliento. El nombre que entonces se les dio a estas composiciones fue el de "Organum", y en ese género se distinguieron dos maestros sobre los que nada se sabe aparte de la autoría atribuida a sus composiciones. Ellos fueron "magíster Perotinus" y "magíster Leoninus".

Por el hecho de no existir entonces las leyes de la armonía tonal, estas composiciones suenan hoy como muy "modernas" por las grandes libertades que los compositores se tomaban en lo que se refiere a la armonía, el ritmo y la forma fantasiosa y revolucionaria de la composición misma como estructura. Un organum a tres o cuatro voces del siglo XIII está basado, en principio, en un fragmento breve de canto gregoriano, por lo general un Aleluya, un Gradual, un Kyrie Eleison. El fragmento es expuesto, al principio, en su totalidad en su versión canónica; luego el coro lo divide en dos o tres fragmentos, y, enseguida, glosa cada fragmento utilizando sus sílabas como articulación vocal para emitir los sonidos que constituyen la secuencia melódica de cada voz de la polifonía, procedimiento formal que se realiza con los otros fragmentos, los cuales son cantados en su versión original, otra vez, antes de ser tratados polifónicamente...

Pongo puntos suspensivos en el entendido de que el lector, a estas alturas de nuestra descripción, habrá podido notar que, con este tipo de sinfonía coral, los compositores del siglo XIII invirtieron de hecho el ideal estético y religioso del gregoriano transformando a la palabra en sierva de la música. Considerado el fenómeno con un criterio antropológico, se trata de una verdadera rebelión que la creatividad musical del hombre occidental hizo estallar frente al dogmatismo de la Iglesia. Con un criterio de visión futurista, no es difícil darse cuenta que en dichas composiciones se contiene potencialmente todo el destino de la música occidental, porque a partir de ellas la notación y el pensamiento musical que la caracteriza se fue haciendo cada vez más complejo y osado. Así se entenderá ahora que sin ese trabajo previo, en que la música se hizo como un rito puramente sonoro, no habrían sido creadas ni las cantatas de Bach, ni la 9ª sinfonía de Beethoven, ni las diez sinfonías de Mahler.

El hecho de que el nacimiento de la polifonía haya ocurrido en Francia (Galia continental) y Gran Bretaña (Galia insular), nos pone también en la pista que nos permite descubrir el origen céltico de esta modalidad musical específicamente aria. Ya en las crónicas de Julio César se menciona la costumbre de los galos de cantar a varias voces armónicas.