:: TRADICIÓN ORAL.
    La Virgen del Carmen de las Vizcachas
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Por: Cecilia Sandana González. 

La virgen del Carmen que se encuentra ubicada en el cerrillo de Las Vizcachas, dicen que es muy milagrosa, y que fue puesta allí porque la Carmencha se aparecía en el lugar. Desde hace muchos años que esta imagen vive en la gruta que se divisa desde la carretera. Alguna vez sucedió la siguiente historia.

En el sector del Manzano vivía un hombre alto y fornido, muy huaso, que con su caballo Alazán recorría el fundo del que era inquilino. Era el hombre de confianza del patrón. Vivía en el mejor rancho del fundo junto a su esposa, mujer trabajadora que había parido ocho hijos vivos y sanitos, gracias a Dios. El patrón le permitía al huaso criar sus propios animales en el pedacito de tierra cedido al lado del rancho, los que eran cuidados por los niños más grandes, y cuando ya había cabrillonas, carneaba algunas para comerlas asadas al palo o hacerlas charqui, y vendía otras. Pero he aquí el problema, porque cuando el huaso se veía con un poco de plata, se ponía a tomar y no paraba en varias semanas. El patrón lo reprendía y su mujer también, pero no hacía caso, y como era un buen criado no lo echaban a la calle.

Virgen del Carmen en Las Vizcachas
(Fotografia: Fco. Andrés Zavala C.)
En una ocasión de farra, cuando llevaba como cuatro días tomando sin parar, ya que lo reparaba la cazuela de gallina que le preparaba su esposa, decidió ir a probar las chuicas a Puente Alto… Vio que todavía le quedaba plata, se lavó la cara, se cambió la camisa, ensilló al Alazán, se puso la pistola al cinto y, sin decir nada, partió. La mujer ya estaba acostumbrada a estas andanzas del esposo, así es que era ella y los chiquillos los que hacían los deberes del fundo que al huaso se le olvidaban cuando andaba en las tomateras en las cantinas del sector, junto a otros viejos que se tiraban la larga igual que él.

Por aquellos años al Cajón del Maipo se llegaba por un estrecho y cansador camino de tierra, el que tomó el huaso. Quién sabe cuánto se demoró, porque ya iba bien malito, el caballo sudado y el perro acezante… Entonces fue, justo ahí, en las Vizcachas, a los pies del cerrillo donde está la Carmelita, que el huaso se detuvo, porque era muy cristiano el hombre. Pero sin motivo alguno, sacó la pistola del cinto, lanzó un disparo al aire y luego apuntó hacia la Virgen, y entre gritos y garabatos que no se entendían muy bien debido a su borrachera, le disparó todos los tiros que le quedaban… Tomó las riendas y transpirando y hablando solo, galopeó el caballo hasta el primer boliche de Puente Alto. Allí pidió dos cañones de tinto, uno para él y otro para un nuevo amigo que tiritaba de sed a su lado. Conversaron un rato, hasta que el envase se le rebalsó, y entonces se subió como pudo al caballo, animal inteligente dicen, porque conoce el camino a la casa del amo… Este lo llevó al portón del fundo, donde salió a abrirle su mujer y el hijo mayor, quienes lo bajaron y se lo llevaron enseguida a la cama, donde sin chistar ni moverse se quedó ahí mismo dormido.

Pero lo extraño pasó al otro día, cuando despertó. Todavía estaba oscuro, tenía la garganta seca y el olor al vino en la nariz. Trató de abrir los ojos, pero al hacerlo no veía nada; tocó a su mujer, que ya estaba despierta porque ya era hora de levantarse, y le dijo que no podía ver. Pero ella no le respondió, hasta que él dio un grito que hizo levantarse a todos los chiquillos. Prendieron los chonchones para ver que le pasaba al viejo, y en eso el huaso se echó a llorar, porque se acordó de lo que había hecho en medio de su cura, de los disparos y los improperios a la virgencita, y supuso en seguida que ella lo había castigado… Le pidió a su mujer y a sus hijos que lo llevaran frente a la virgen. Entonces lo subieron despacito a la carreta chancha, y entre llantos y sollozos partieron rumbo a las Vizcachas.

Al llegar a los pies del cerrillo donde se encuentra la milagrosa imagen de la Virgen del Carmen, el hombre fue bajado de la carreta. Enseguida se arrodilló, llorando, y con velas encendidas en las manos pidió perdón, y le suplicó a la virgencita que le devolviera la vista… Y así mismo, arrodillado y rezándole, subió por las escaleras de piedra hasta llegar frente a la Carmencita, con sus rodillas sangrantes y sus manos quemadas por el cebo de las velas. El y su familia, sollozando, imploraban clemencia y perdón divino.

Al caer la tarde comenzaron a bajar del cerrillo, y mientras lo hacían el huaso recuperaba lentamente la vista. El hombre, ya en su rancho, meditó lo sucedido, y después de recuperar la visión por completo, prometió a la virgen peregrinar hasta su gruta una vez al mes con toda su familia, mientras el Señor y la Santísima Virgen le dieran vida y salud.

El lugar donde se ubica la Virgen, hasta hoy día, es un sitio de peregrinaje de fieles, que agradecidos mantienen velas encendidas, flores frescas y ofrendas a su gratitud… mientras los que pasan por la carretera en auto o micro se persignan en señal de su fe..