:: PREÁMBULO.
   Basta con un clavel.

 

Lo más remoto con respecto a alguna celebración colectiva y oficial a las madres se remonta a la antigua Grecia y Roma, hacia el año 250 a.C., lugares en que se celebraban festivales dedicados a la madre de los dioses de cada mitología, llamada Rhea en Grecia y Cybele en Roma. Sin embargo, el día que en nuestra época se festeja como el de la madre no guarda relación con aquella mitología. Su historia es muy distinta:

Anna Jarvis, su hermana ciega Elisinore y la madre de ambas se querían mucho. Vivían en Grafton, Virginia, Estados Unidos. En 1905, la madre murió. Anna tenía 41 años, pero se sintió como una niña apenada con esta partida. Algo parecido le sucedió a su hermana, y entonces decidieron comenzar una lucha por establecer un día de la madre, que sirviera para rendirle honor a todas las mujeres que habían traído niños al mundo.

Tiempo después, apoyada por su hermana y otras personas, Anna inició una campaña postal dirigida a conquistar el apoyo de gente influyente hacia su idea de declarar oficialmente el Día de la Madre. En esto gastó mucho dinero. Después de un arduo trabajo, este esfuerzo se vio recompensado cuando un acto religioso en Virginia, el 10 de Mayo de 1908, fue dedicado a las mamás de aquella comunidad. Dado que las flores preferidas de Anna eran los claveles, se los usó en esa ocasión para decorar el lugar de la ceremonia. De este hecho nació, poco a poco, una tradición: los claveles rojos se convirtieron en el símbolo de las madres en vida, y los claveles blancos en el símbolo de las madres que ya habían partido.

Aquel 10 de Mayo fue el inicio de una serie de sucesos que extendieron la idea de declarar, ojalá en el mundo entero, un día preciso como el Día de la Madre. La primera proclamación de este día se hizo oficialmente en Virginia, en 1910, hasta que, después de otras proclamaciones con ese fin en diferentes partes del mundo, en diciembre de 1912 se creó la Asociación del Día Internacional de la Madre con el propósito de promover el reconocimiento internacional del Día de la Madre. Finalmente, en 1914 el presidente de Estados Unidos Woodrow Wilson dispuso que desde entonces el Día de la Madre sería oficial, y que se festejaría el segundo domingo de cada mes de mayo. Anna Jarvis había triunfado.

Pero para nadie es un misterio que la vida tiene muchas vueltas. La idea original de Anna era que las mamás fueran celebradas con modestia, con humildad, con cariño. Para ella bastaba con un clavel y un corazón abierto. Paulatinamente, sin embargo, el Día de la Madre se fue transformando en algo así como el día de los comerciantes insaciables. El espíritu original de la celebración, que era el amor hacia la mamá, terminó siendo uno muy diferente: el consumo imparable, como sucede hoy incluso en nuestro propio país.

Anna Jarvis, defraudada, así como había luchado por la existencia de un día dedicado a las mamás, ahora comenzó a luchar, increíblemente, por la abolición de su sueño realizado. Pero no hubo caso. La ambición del comercio ya estaba desatada, y nadie la pararía. Anna intentó que parte de las ganancias de los comerciantes fueran donadas para la caridad pública, para aquellos pobres que no pueden consumir, pero también fracasó en este intento. Hizo manifestaciones públicas de protesta, e incluso estuvo en la cárcel por este motivo. Nada, fue inútil. “Mi intención era que fuera un día del sentimiento, no de ganancias monetarias”, dijo con tristeza. Después de gastar su fortuna en estos intentos, Anna murió pobre en 1948, a los 84 años. Y un dato interesante: murió ciega, como si su propia conciencia la hubiese guiado a vivir acorde con su error: no haber visto a tiempo la codicia humana.


J.P.Y.B.