:: SABIDURÍA ORIENTAL.
   El Tao Teh King y el no obrar.

Por: Gastón Soublette Asmussen.
Dedicado a Juan Pablo Orrego.

El libro del Tao y de su Virtud, atribuido a Lao Tse, llamado en chino Tao Teh King, no es un texto que en su época apareciera proponiendo una nueva doctrina e inaugurando una nueva escuela de pensamiento, sino una reedición sintetizada de toda una tradición de sabiduría heredada de un pasado ya bastante remoto. Por eso es que en el desarrollo de este texto se detecta la presencia de varias citas de aforismos y sentencias sapienciales preexistentes, algunas de las cuales son atribuidas al Emperador Amarillo, HOANG TI, abuelo de la raza china, algo así como el Abraham de la etnia Han, mayoritaria en la china de hoy.

Este soberano, que al decir de la tradición, es el ancestro común a todas las casas reinantes del imperio chino, es reconocido como el santo patrono y fundador del Taoísmo. Vivió en el tercer milenio antes de Cristo y sobre él hay mucha información dispersa en los textos clásicos, la cual nos transmite de su persona una imagen que entra en el ámbito maravilloso de la mitología.

Entre las enseñanzas más importantes que el Tao Teh King nos entrega hay una particularmente pertinente para la época en que vivimos. Esa enseñanza es la del principio del “no obrar” (Wu Wei, en chino). Es un principio fundamental de la antigua política del Imperio, que emana de la cosmovisión antigua basada en la preeminencia del orden natural visto como un orden divino, manifestación del gran sentido del mundo, cuyo “ecosistema”, por así llamarlo, debe ser conocido mediante la dialéctica del Yin y del Yang para ajustar a él la conducta individual y orientar el gobierno de la comunidad.

Cabe observar sin embargo que la expresión con que se denomina este principio resulta equívoca en el contexto de la mentalidad activista occidental. No se trata de un “no hacer” en el sentido de abstraerse de actuar en cualquier circunstancia; se trata mas bien de un “no interferir” en el natural desarrollo de la vida en la tierra. Así, el gobierno de la comunidad no esta ahí para inventar cosas, o embarcar a los hombres en aventuras de ganancia y conquista; el gobierno no esta ahí para rectificar lo que la naturaleza ha hecho perfecto; el gobierno esta para cautelar justamente el orden natural, y la debida inserción de la comunidad en sus leyes.

Hay un pasaje del Tao Teh King que dice: “El soberano que gobierna al pueblo con el saber, se transforma en el saqueador del pueblo”. Este aforismo se refiere a la aplicación al orden natural de conocimientos concebidos a priori, fruto de la elucubración de los así llamados “sabios”, según la denominación con la que se alude hoy a los ganadores del premio Nóbel en ciencia. Esos pretendidos sabios, según Lao Tse, le han creado al mundo un problema insoluble, desarticulando la trama espiritual de la comunidad y la interrelación de los ecosistemas en la naturaleza.

Para entender en todo su alcance la cita anterior hay que partir del supuesto de que el pueblo posee una sabiduría tradicional, fruto de su experiencia de vida en la tierra., y que esa sabiduría, que constituye un tesoro, pertenece también al orden natural, como la programación genética de animales y vegetales. De manera que un gobierno activista que estimula a los hombres superdotados a inventar cosas que los soberanos estiman necesarias y terminan imponiéndolas por decreto a la comunidad nacional, ése es el saqueador del pueblo, según Lao Tse, porque el pueblo, al ser controlado por los representantes del poder central destacado en las regiones, va imponiendo con su ejemplo y sus planes progresistas los nuevos modos de vida que la corte ha puesto de moda, con lo que va arrasando, sin advertirlo, con la sabiduría original de la especie humana. El saqueo al que se refiere Lao Tse no es tanto el cobro de impuestos para mantener el lujo de la corte como el robo de Teh, la virtud del pueblo, es decir, la cosmovisión emanada de su experiencia milenaria y la trama ética de sus costumbres.

Perdida esa Virtud originaria, el pueblo se vuelve ansioso de beneficios. Las familias compiten porque sus hijos tengan cargos oficiales, por cuya mediación todos los miembros del clan recibirán recompensas y hasta objetos de lujo por cuya adquisición los hombres hacen esfuerzos que ponen sus vidas en peligro… Suma y sigue. En pocas palabras, esa cita del Tao Teh King nos relata en dos frases la historia de la humanidad civilizada desde el advenimiento de eso que llamamos la modernidad. Los falsos sabios se llaman Leonardo Da Vinci, Francis Bacon, Isaac Newton, Galileo Galilei, René Descartes... suma y sigue, Albert Einstein, etc.

La desarticulación ética de las costumbres de los pueblos contemporáneos y la desarticulación suicida de todos los ecosistemas de la naturaleza, hoy parecen darle la razón al viejo chino… El dióxido de carbono sube sus niveles en forma alarmante; su acumulación en la alta atmósfera crea el efecto invernadero, los mares se calientan, la temperatura baja a las profundidades liberando el metano de los fondos marinos allí retenidos por el frío, el que al cabo de diez años se transforma en dióxido de carbono. Los bosques, que hasta el día de hoy han absorbido una parte considerable de nuestras emanaciones, con los niveles actuales de CO2 ya comienzan a fatigarse en su tarea de evitarnos el colapso. El calentamiento de los mares disminuye las lluvias de las regiones tropicales, el gigantesco ecosistema del Amazonas se aproxima al colapso, es la pérdida del pulmón sano de la tierra…

La periodista que entrevista al jefe del equipo de expertos le pregunta: “¿Hay alguna esperanza de salvación?” Y él responde: “Sí, la hay, pero con tal de que se cumpla una condición muy difícil.” “¿Cuál es esa condición?”, pregunta la periodista con cierta coquetería. El experto responde: “¡Crecimiento cero!”

Yo, que estoy mirando el programa del “cable” en mi televisor, le grito con todas mis fuerzas: ¿Entendiste, concha de tu madre? ¡Eso es el no “obrar”!