Por: Graciela
Diez.
Desde Rosario, Argentina.
Nada
mejor que disfrutar el ser y el estar, dar paso al «destino»,
dejar que éste actúe, saber que nos eligió.
Este viaje a Chile fue producto de un cambio, «destino»
mediante, que nos condujo a este «destino» final.
Internet aportó las bondades del Cajón del
Maipo, y previo vistacito al «pacífico»
mar,. aparecimos en El Volcán. Sus higueras y vides
alimentaron cuerpos y sueños, las Termas de Colina
nutrieron nuestra piel con sus potentes minerales y su calorcito
se unió al calor humano de los otros visitantes y
la Señora tan amable que con su esposo e hijo nos
llevó hasta allí en su camioneta de escolares.
Las noches de El Volcán se mostraban con su inmensa
negrura que daba paso a las brillantes estrellas tan esquivas
en la ciudad, y era un deleite apagar la linterna y caminar
solamente con el «cielo por delante», como si
el camino subiera al infinito, sin temores, con confianza
en la luz propia de la noche.Toda esta cosa tan mágica
no hubiera tenido razón de ser sin la propia magia
de los magos que conocimos en el camino. La charla con los
lugareños nutrió nuestros espíritus
y nos sentimos felices de estar vivos. |
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Y seguimos
andando y hablando y mirando, y nuestra observación nos
llevó a antiguas minas, a signos que desentrañan
historias, a molinos abandonados y vías que en su tiempo
transportaban a los trabajadores del cobre; a monolitos recordatorios
de hechos naturales, homenajeando a muertos en el terremoto
de septiembre del 58, a la vida que dio vida a este hoy, a los
árboles centenarios y ese río caudaloso y de aguas
frías, que acompañó nuestros mates argentinos
con su sonido y su brillo aportado por el sol. Los días
siguieron límpidos, el sol nos acompañó
todo el tiempo, el sol alumbró el maravilloso día
que pasamos en San José del Maipo, mostrándonos
su placidez y donde caminamos y caminamos, y donde el Estero
San José nos regaló sus piedras, su agua, su luz.
Volvimos, comimos, leímos, la plaza nos prestó
su sombra para esperar el micro a Santiago. No quedó
atrás esta historia, quedó grabada en simpleza,
en plenitud, quedó con toda su gracia en nuestra mente,
no será fácil de olvidar.
Chau
Chile, ojala que pronto te volvamos a ver.
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