La
cueca es conocida como la danza nacional de Chile. En
los días de septiembre se baila más que
nunca. En los tiempos de la Colonia se la conocía
con el nombre de zamacueca, que era una danza popular
del Perú bailada por indios, zambos y chuchumecos
o mequetrefes (según informa el diccionario). Claro
que lo que se baila hoy en las fondas, con zapateo, punta
y taco, tamboreos y huifas, voces, guitarra y a veces
hasta arpa, piano, acordeón, panderetas o zampoña,
no es la zamacueca de aquellos tiempos, sino una danza
más elegantona, coquetona, en que ella, la hembra,
se hace la recatada y pícara a la vez, mientras
él se las da de diablo admirador y respetuoso de
la dama, pero siempre de diablo macho que, en un acto
de admiración sensual, después de zapatear
con exuberancia, cae rendido, rodilla en tierra, ante
su bien balanceada reina, por quien está dispuesto
a hacer todo sacrificio menos dejarse mandar, por supuesto,
pues eso iría contra los principios del huaso,
que ante nada es macho, mierda.
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Podría
decirse que la cueca es un folclor en el que, mal que mal, el
pueblo chileno se ve reflejado, aunque venga de los peruanos
y aunque, en sus orígenes, fuera una zamacueca
de ese gran pueblo que, sin embargo, otro gran pueblo, el chileno,
suele mirar pa bajo. Por eso, se oye decir por ahí
que la cueca a veces tiene algo de chueca.
La mujer, al bailar la cueca, representa a una polla o gallina,
y el hombre, qué si no, a un gallo. De ahí las
espuelas, que no sólo sirven para torturar al caballo
cuando éste lo monta, sino también para imitar
al gallo y su espolón. Por eso, por allí también
se oye decir que esta danza tiene algo de clueca. En efecto,
los estudiosos dicen que cueca deriva de clueca,
en alusión a esa pollita coquetísima y templadita
que con recato ofrece todo lo que tiene que ofrecer mediante
esos movimientos cacareantes frente al requerimiento del gallo
bailarín. La pollita hace como que no quiere, y el gallito,
sintiendo que sí quiere, ataca impulsado por su penetrante
ímpetu. Es la representación del no querer
queriendo, sobre todo en lo que se refiere a lo sensual,
donde el sí femenino dicho sin pelos en la
lengua suele ser escaso, y el no, que se pronuncia
con facilidad, suele significar un sí solapado.
Son cosas
de la psicología de un pueblo indirecto, con moral pícara;
pueblo, por lo demás, que es mezcla (basta con ver la
diversidad de apellidos chilenos) de casi todos
los pueblos del mundo. Somos bien mapuches y bien españoles,
bien nacionales e internacionales, bien castizos y bien mestizos,
bien autóctonos de toda laya... ¡Ay, chueca cueca
clueca!
J.P.Y.B.
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