:: SABIDURÍA ORIENTAL.
   Mao Tse Tung, el último Emperador
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Por: Gastón Soblette Asmussen.

No es un hecho indiferente el que las concepciones filosóficas del presidente Mao Tse Tung se hayan gestado en el seno de un imperio que a la sazón enteraba doscientas generaciones. Henry Kisinger, hombre inteligente, más por judío que por yankee, sostenía que Mao, cuando alzaba su figura cara al pueblo, ostentaba en su mano derecha un libro rojo, pero que en la soledad de su cámara en la Ciudad Prohibida, desenfundaba un libro celeste. Otros han observado detalles de lo mismo, pero sin saber qué hacer con la información recibida. Mao en campaña hace ondear al viento la bandera de la dinastía Han. Mao conoce la ubicación de todas las cavernas de
China, especialmente aquellas en que nacieron los emperadores míticos, y prefiere pernoctar en ellas que bajo la lona de una carpa. Mao funda el partido revolucionario chino en una barca, en las aguas de un lago, en primavera. Doce miembros fundadores ofician el rito fraternal de comer juntos su pequeña gran pascua china. Mirado el hecho a distancia, desde la ribera del lago o desde otra barca, la de Mao se desplaza como un cisne por las serenas aguas del lago de la celeste audiencia al soplo de una suave brisa, hasta desvanecerse en la bruma matinal. Nadie se percata de nada. El oficiante autorizado de este rito primaveral es el gran sacerdote taoísta de los templos del norte. El debe decir entonces en tono solemne que el Cielo chino está agotado y que el imperio ha de entrar en el caos de las tierras y de las aguas para que advenga al fin un orden nuevo que se espera no esté sujeto a la caducidad del tiempo. De la mesa de los congregados surge el responsorio de los que, a su pesar, han de oficiar el sacrificio de una parte de su pueblo: Este es nuestro cuerpo y ésta nuestra sangre.

En esta última cena del ciclo zodiacal de la gente de Han, el Imperio ha de asemejarse a una república, sin dejar de serlo. El oro del dragón y el rojo de Tchou, el verde azul de Tang y el ocre terroso de Song, todo se vuelve gris. Mao entre los doce sabe que él no es nadie, y por eso mismo sabe, desde ya, quién llegará a ser. Toda mutación surge del vacío con un imperceptible balbuceo. El padre del pueblo será también su madre, aquella que lo alimenta y lo cuida. Los soberanos que desde antiguo fueron representados con ubres en el pecho, en viejas vasijas y muros subterráneos, se regocijarán de ello en la tierra de los antepasados. Mao el andrógino, es ya el longevo de diez mil años. Con un brazo cubre el arcodel tiempo desde el neolítico hasta la conquista del poder total. El mito de las diez edades campea sobre la Ciudad Prohibida.

Mao da respetuosas explicaciones de su proceder a las montañas, a los ríos, a las selvas y bestias del campo.Una barca con las velas desplegadas se desplaza sobre las aguas de un lago, la imagen de la Verdad Interior (hexagrama Nº 61 del I Ching). El trigrama superior SUN es el viento o la madera. Tal es una barca tradicional china construida de madera e impulsada por la brisa que ensancha sus velas. El trigrama inferior DUI es el lago. El atributo de SUN es, en este caso, la gentileza para con los inferiores. El atributo de DUI es, en este caso, la alegría con que se debe obedecer a los superiores. Tales condiciones generan la confianza mutua que hace posible el éxito. Pero el éxito de Mao no es como nuestro éxito occidental en las fluctuaciones del mercado. El Cielo proyecta una imagen en la mente del héroe, que ha de ser el estatuto del cambio. Un imperio sin clases pero no sin jerarquía; un imperio, en fin, en el que no podrá evitarse que haya hombres superiores y hombres inferiores.

En el Libro de las Mutaciones (I Ching) se lee lo siguiente: El signo Fu, “La Verdad Interior”, es la representación gráfica de la garra del pájaro sobre las ramillas de su nidal. Sugiere la idea de incubación. Tenemos aquí un huevo. El huevo es hueco. El poder de lo luminoso ejerce su acción vivificadora desde afuera. Pero se requiere de un germen para que despierte la vida en su interior. Es el mítico huevo de PAN KU, el hombre primordial de cuyo cuerpo se formó el territorio de China. Ela simbología del I Ching, nueve en el segundo lugar significa: una grulla que llama en la sombra, su polluelo le responde. Tengo una buena copa, la quiero compartir contigo; seis en el tercer lugar significa: encuentra un camarada. Ora toca el tambor, ora cesa de tocar, ora solloza, ora canta; nueve en el sexto lugar significa: el canto del gallo se eleva al cielo. La insistencia acarrearía mala fortuna... Mao imperturbable espera con paciencia. Al fin el huevo se abre por sí mismo en el momento oportuno. Los elementos pesados caen y los elementos livianos ascienden. De los elementos pesados Mao hace la nueva tierra, y de los elementos livianos hace el nuevo cielo. Al cielo lo hace redondo para que gire, y a la tierra la hace cuadrada para que permanezca inmóvil.

Un comunista soviético puede llegar a creer en una tierra sin cielo, pero un comunista chino no, porque lleva el Celeste Imperio en la sangre. Esta es la primera vez que se revela este secreto sobre el nacimiento de la República Popular. Exclusivo para Dedal de Oro.