:: VIVENCIAS.
   
 
....Estrellita fugaz....

Invitamos a todos, de cualquier edad, a escribir su historia o aventura de amor o pasión. Ojalá que esté relacionada con el Cajón del Maipo, y si no es así, bienvenida también sea. Toda experiencia de ese tipo que se haga llegar en forma escrita a Dedal de Oro será evaluada para su publicación en esta sección. Si viene acompañada de foto o dibujo que la ilustre, mejor aún. Si quien escribe prefiere permanecer en el anonimato, no hay problema. ¡Te esperamos!

Hoy tenemos con nosotros a Andy, de 23 años. Vive en San Alfonso y es instructor de Ninjitsu (arte japonés) y poeta de la naturaleza y el amor. Su vida es un caminar, dicen que el caminar de Buda.

En tus palabras, hermano,
pude ver y sentir mi llanto propio a la soledad,
buscando estrellas en el camino del cielo,
estrellas que aparecen,
pero que deben irse...

Julio Arancibia Olavarría.

 

A veces damos a la vida nombres muy amargos, pero sólo cuando nosotros mismos estamos amargados y oscuros. La vida canta en nuestros silencios y sueña cuando dormimos. Esta es mi historia, la historia de un sueño.

El peligro de recordar esta historia mientras aparecen las primeras estrellas en el horizonte es que aparezca una estrella fugaz. Aparece entre el cielo estrellado de mis sueños, recordándome que ahora sin mi amada Dariche, aquellas cosas que soñé junto a ella se han vuelto estrellas fugaces. Hoy mi cielo esta nublado, pero procuraré hacer intenso mi relato. Soplo el polvo que abriga mis recuerdos y, como estrellas en la noche, aparece ella, aparezco yo, desfilando en la marcha incesante de lo que ya fue y no volverá jamás. Lo que el tiempo borró y mi corazón atesoró.

Cuando la conocí,
cuando me pisaba un pie, el más inocente
coqueteo,
cuando le pedí pololeo y mi discurso
preparado me abandonaba,
cuando la besé por vez primera, beso que
jamás podré igualar,
cuando fuimos separados por mi
servicio militar,
cuando me escribió diciendo que me
amaba, fui el niño más feliz del mundo,
cuando regresé y prometimos no
separarnos más,
cuando sonreía y le besaba sus dientecitos,
cuando con mis pulgares acariciaba sus cejas
y me autodecía: “la amo”,
cuando juntos atravesamos el puente de la
virginidad a las tierras del amor,
cuando besaba su guatita, jardín sagrado que
acogería a nuestros hijos,
cuando me hizo feliz diciéndome que
quería un hijo llamado Benjamín Ignacio,
pero, ¿dónde fue a dar toda esa magia que ahora sólo encuentro en mis recuerdos?

Hasta aquí llega la historia del sueño. Ahora estoy arrepentido de haber despertado. Cada vez que cierro mis ojos, ahí siempre está ella. Hay días en que soy un sonámbulo por los jardines de la vida, intentando con los ojos apretados… sentirla en mis brazos, que no la dejarán irse. ¿Tendré que abrir mis ojos para olvidarla? Pues estoy muriendo. Tras medio año he comprendido que no me mata la vida, no me mata la muerte, ni menos el amor. Muero de un pensamiento mudo como una herida, muero por desilusión, soy un soñador. Me quita la vida el que no hayas querido seguir junto a mí, caminando de la mano y con los ojos cerrados, por las tierras de amor. Me destruye el abrir mis ojos y ver que no estás ahí para amarte.

En el recorrer de la vida conocemos personas tan brillantes que son verdaderas estrellas. Nos hacen levantar la cabeza para no perder el horizonte de nuestros sueños. Y Dariche era la estrella más grande del cielo de mis sueños. Con ella podía confiar, llorar, pero, como toda estrella, un día emprendió su viaje lejos de mí, yéndose fugazmente junto con todos mis sueños. En realidad uno nunca sabe lo que tiene hasta que lo pierde, y el único culpable soy yo. Si pudiera volver atrás, lamentablemente este tiempo valioso nunca volverá. Tal vez algún día lejano la vuelva a encontrar, o tal vez algún día lejano la pueda olvidar.

En cada recuerdo sobre este sueño me busco y siempre me encuentro como el hombre más enamorado que haya visto; mirándola sonreír con ojos distraídos, o junto al tío Nacho, al lado de la tía Nichy en el patio, o cuando la Tiarita daba sus primeros pasitos en este mundo, y Dariche quieta en una esquina, como si yo no estuviera allí. No cabe duda, soy el de cada recuerdo, pero resulta que yo estoy aquí escribiendo desde un rincón, tratando de no dejar algo en el tintero para que ustedes lean mi historia. Entonces, si yo estoy aquí y no en los recuerdos, ¿quién es el que aparece en ellos?, ¿el hermano perdido de Pablo?, ¿un estúpido que después de visitar a Dariche muchas veces se fue caminando a su casa?, ¿el soñador que en muchas oportunidades le dijo al tío Nacho que se casararía con su hija?, ¿el imbécil que no sabe si tratar de conquistar a Dariche o simplemente esperar a que ella vuelva?

Uno queda adherido a sus recuerdos, que son pequeñas etapas de una vida. Se miran de lejos cronológicamente, y in embargo ahí yace toda una existencia, en este caso, mi existencia, junto a quien amé como jamás podré amar a otra.

Hace poco la divisé cerca de la plaza de San José, la saludé. Está tan distinta, apenas la reconocí, pero al parecer cada día se vuelve más linda. Pasó como una estrella fugaz. Fue todo tan rápido. Pero, ¿les cuento?, en mi corazón pude darme cuenta que aún me sigue deslumbrando. Hace algún tiempo llegué a la conclusión de que ella es un milagro, y esta idea se reafirmó por sí sola. Al parecer, un hombre común como yo no es digno de tener un milagro entre sus brazos, y surge la misma pregunta que me sigue desde entonces: ¿cómo pudo esfumarse, sin dejar rastro, eso tan fuerte que hubo entre nosotros? La verdad es que no todo se ha ido. Recuerdos del ayer siento al recorrer las antiguas calles de nuestro pasado. Quizás me faltó fuerza, o tal vez sabiduría, para superar aquella depresión que no me dejaba ver las cosas con claridad. En vez de pedirle ayuda a Dariche, no hice más que alejarla de mi lado. Así perdí mi carrera de sicología y mi paz interior. Pero no todo se ha esfumado, aún estoy amando su recuerdo. ¿Saben adónde van a parar les estrellitas cuando emprenden el viaje fugaz? En realidad me llevó tiempo encontrar la respuesta, que, claro, estuvo muy clara. Puedo decirles que: las estrellas fugaces van a dar directamente al corazón de quien las vio partir, y aunque su voz se apagó para mí, más aún la mía para ella, no habrá algo que me pueda desprender del pedacito de corazón que se ganó de mí.
Cada vez que aparecen las primeras estrellas en el horizonte cierro mis ojos. Lo único que veo es que ella sigue caminando descalza por mis sueños. Ahí yace toda una existencia que se inflama en un instante y llena mi mente de una humada de vivencias olvidadas. Olvidadas, pero resucitadas de entre los muertos al final de un día, cuando comienzan a aparecer las primeras estrellas en el horizonte. Vive feliz, ama a quien tengas que amar, y cuando me recuerdes, piensa que estoy haciendo lo mismo, amándote, mi estrellita fugaz.