:: VIVENCIAS.
   El Bandolero
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Quién no ha vivido alguna historia que lo ha dejado marcado? Quizás, sólo los demasiado jóvenes. Invitamos a quien quiera a escribir su historia de amor y pasión, ojalá relacionada con el Cajón del Maipo, aunque también se pueden publicar otras. Nos interesa reflejar el alma, el modo de sentir del o de la protagonista. En lo posible, el texto debe ser entregado en disquete, o si no escrito a máquina en papel blanco. Si además se nos entrega alguna foto o dibujo que ilustre la historia, mejor aún. Si quien escribe quiere permanecer en el anonimato, así será. ¡Atrévete!

Hoy tenemos la historia de Amelia, escrita por ella misma bajo ese seudónimo:

Lo conocí cantando en una fiesta ranchera en San Gabriel. Me maravillé con su hermosa voz. Al mirar sus lindos ojos verdes sólo quise que me miraran a mí. Le coqueteé unos momentos y después me alejé pensando que era una idea absurda que se fijara en mí. Esa noche pregunté a los amigos por su nombre y me dijeron que se llamaba Rodolfo. Pasaron algunos meses y lo volví a encontrar en la plaza de San José. Conversamos de mil cosas. Luego, al caminar juntos, sentí una electricidad en todo mi ser. Mis pies volaban, mi corazón palpitaba aceleradamente.

Llegamos sin darnos cuenta hasta la puerta de mi casa. Antes de despedirnos me pidió un beso y antes que yo le contestara ya nos estábamos besando. Fueron diez meses de un lindo romance, llenos de mucha ternura. Salimos a muchos eventos artísticos juntos. A los dos nos unía la pasión por el canto. Disfrutamos de encuentros y festivales fuera y dentro de la comuna.

Nos gustaba caminar por los cerros y nos deleitábamos observando el atardecer. Compartimos muchas tardes, noches y días de pasión. Vivíamos intensamente cada momento juntos.De pronto empecé a notar cambios bruscos en el carácter de Rodolfo. Se volvió tenso, frío. Horas de interminables silencios. Un sábado lo llamé para decirle que iba a tomar la micro para ir a su casa y me dijo que ya estaba aburrido de que todos los sábados estuviésemos juntos. Y su sonrisa desapareció de su hermoso rostro. Pasaron los días y se trasfiguraba cada vez más. Yo traté por todos los medios de que me dijera qué estaba pasando. Una tarde, ya casi anocheciendo, llegando a su casa, lo encontré muy serio. Lo saludé con un beso y al besarlo me volvió la cara. Pregunté qué pasaba y me pidió que me sentara porque tenía algo muy importante que decirme. Con una voz muy firme me confesó lo siguiente: Yo nunca en todo este tiempo te he sido fiel, yo nunca he dejado a mi prima, la cual me dio un hijo... Y que él estaba enamorado de ella, que así había sido durante casi 14 años, que ella tenía otras parejas pero que cuando él se lo pedía ella volvía con él, que él hacía lo mismo, que a pesar de que no estaban juntos cada vez que yo no estaba él iba a su casa a estar con ella... Y su pregunta hacia mí fue la siguiente: Si acaso yo era tonta, que por lógica yo tenía que haber sospechado que algo pasaba entre ellos, ya que su hijo pasaba en su casa y a veces hasta me dejaba sola en la casa para compartir con su hijo en la casa de ella. Y dijo que yo era una de las tantas que iban a pasar por su camino.

Sentí deseos de matarlo. Un fuego se encendió en mí. Salí corriendo, con el viento del raco golpeándome la cara. Caminé por los cerros sin darme cuenta adónde se dirigían mis pasos. No sé cuánto caminé, de mis ojos empezaron a brotar miles de lágrimas, el cielo se cerró y comenzó a llover fuertemente... Hecha mil pedazos mi vida... Rodolfo, el hombre al cual yo le entregaba lo mejor de mí, al cual le había entregado todo mi amor, mi alma, todo mi ser, me desgarraba el corazón... De repente, cuando mi llanto se confundía con la lluvia, me tiré al suelo, con la cara hacia el cielo, y una y mil veces le pregunté a Dios por qué tanto dolor... Parecía que iba a estallar, y me pregunté adónde irían tantos sueños. Me reía de mí misma por lo tonta y confiada y lloraba porque todo había sido una mentira.

Adónde irían a dar las promesas de vivir juntos, de realizar proyectos. Adónde quedaba ese hombre cariñoso, tierno, preocupado de mí. Adónde quedaban las noches en que juntos mirábamos las estrellas y éramos felices a la orilla de una fogata, las celebraciones de santos, cumpleaños, navidad; el hermoso abrazo de año nuevo 2003, y, sobre todo, las veces que él delante de sus hermanos y familia me había dedicado y cantado la canción ranchera “Eres Mi Buena Suerte”. Mientras me ahogaba en mi tristeza y dolor, todo parecía un sueño del cual deseaba con todo mi ser despertar. Pero no era un sueño, era yo sin fuerzas para levantarme, sin querer vivir sin el hombre que amaba tanto. De qué me serviría la vida si mi vida era Rodolfo.

Después de muchas horas la lluvia y yo éramos una sola. Por fin pude levantarme. Volví al camino y esperé la micro para volver a mi casa. No recuerdo cómo llegué y no sé qué dije. Sólo quería morirme. Hoy lucho hora tras hora para seguir viviendo, miles de ideas locas pasan por mi mente, duermo muy poco y fumo mucho, pero sé que debo seguir viviendo, que debo ser una ganadora, y que al fin lograré darle fin a esta historia. Ustedes tal vez han sufrido un dolor así, una gran pena. Yo vivo día a día con esta historia. Cada vez que estoy en una presentación y canto las canciones rancheras que cantábamos juntos, lo siento al lado mío, lo busco entre la gente, y en las noches miro las estrellas y deseo lo mejor, que uno de los dos sea feliz. Esperaré que el tiempo pase. Hay seres como él, sin conciencia, no les preocupa el dolor ni la amargura que pueden provocar, sólo les interesa su ego de macho.

Creo que algún día lo volveré a encontrar. Pero la mujer que se enamoró de Rodolfo se quedó en una tarde de junio del 2003 allá en esos cerros en los cuales entregó su amor y mató su inocencia. Yo seguiré intentando día a día vivir aquí en mi querido San José, cantando mis penas y alegrías a través de mis queridas canciones rancheras...