:: INCÓGNITAS.
    No Somos los Únicos del Universo.

Por: Carolina Caces Ebner.

Vivo en San José desde hace trece años. Tengo una pareja con la cual convivo hace doce años. Él es nacido y criado en este pueblo, yo en Santiago. Me quedé a vivir aquí por amor a él y a este hermoso lugar, que de niña y a través de los años visité. Lo que voy a narrar ocurrió una noche a fines de marzo de 2001, antes de cruzar el puente de El Colorado. Ese día mi hermano, que también vive en la zona, quedó de llevarme a El Canelo, donde yo debía hacer unas diligencias. Efectuadas éstas, nos dispusimos a regresar. Ya había oscurecido, sería cerca de las 22:00 hrs. Mientras mi hermano manejaba su auto conversábamos de diferentes temas, sin pensar que minutos más tarde, antes de cruzar el puente, viviríamos una increíble experiencia.

Recuerdo que mi hermano, indicándome hacia el cielo, me dijo muy tranquilo ¡mira, ahí hay un ovni! Por cierto, no le creí. Lo miré riéndome, pensando que me estaba jugando una broma. Luego estacionó su auto en la berma y descendimos. Enseguida nos dimos cuenta que ya había otros autos estacionados, y personas paradas mirando hacia un punto del cielo. Seguimos la mirada, y creo que fue una solo exclamación. No podía creer lo que mis ojos veían: frente a mí estaba anclada una nave, un platillo gigantesco, titilándole a través de unas ventanillas luces circulares de colores tenues y medianos reflejos. Fue impactante. Estaba a muchísimos metros de distancia, sobre el puente, pasando los cerros, pero a la vez muy cerca. Tenía un diámetro como el Estadio Nacional y en su parte posterior se distinguían como líneas dibujadas, que seguramente eran compuertas. Era una nave madre (nodriza), que lleva naves de menor tamaño, que seguro habían ido a buscar algún mineral al Cajón del Colorado. Intercambiamos algunas palabras con las personas que estaban ahí, las que dijeron, muy seguros, que la nave no se había movido del lugar. Ningún objeto volador de esta Tierra puede permanecer tanto tiempo estacionado en un mismo lugar. Lamentablemente no teníamos en ese momento ninguna clase de cámara y no podíamos llamar a ningún centro informativo, ya que nuestros celulares estaban imposibilitados para generar llamadas. Ojalá aquellas personas hallan tomado alguna foto. Creo que ellas, como nosotros, no olvidarán nunca aquella noche, y que también deberían narrar la experiencia a esta revista. Mi hermano, para mi pesar, tenía un compromiso, y tuvimos que regresarnos y seguir camino a San José. No pude saber el desenlace de esta odisea, ya que el diario local y la radio nada informaron al respecto.

Siempre que viajo por la ruta G25 o por otras carreteras, me gusta mirar las estrellas, esperando encontrarme algún ovni al pasar. Pero nunca vi nada, sólo estrellas fugaces. A propósito, el año 1999, con Juan Carlos Ríos, mi pareja, fuimos a Lagunillas a ver estrellas fugaces, ya que se decía que sería un gran espectáculo. Caería una lluvia de ellas. No fue tanto así, pero sí vimos unas cuantas, a las que pedimos algunos deseos. Fue maravilloso, sentía como si tocara el cielo con las manos. En esa oportunidad no vimos ningún ovni, eso a pesar de que teníamos todo el firmamento a nuestra disposición. La verdad es que cuando una busca nunca encuentra.

En el mes de Julio de este año 2004, frente a nuestro domicilio, en Calle del Cerro, con Juan Carlos, quien la descubrió y me llamó, vimos que asomaba una luz potente y redonda por la cima del cerro, la que luego de unos instantes se movió y bajó por el cerro hasta perderse. A los pocos días, también desde nuestro domicilio, hacia el lado norte, en lo alto del cielo, vimos un ovni que volaba rápidamente y a gran distancia, sin emitir ruido alguno. Se perdió hacia el infinito del cielo. Ahora creo aún más en todas esas personas que han tenido avistamientos y en las que han tenido algún tipo de contacto.

Pienso que de seguro no somos los únicos en el universo. Hay otras vidas, seres semejantes a nosotros, sí con otras creencias y costumbres, tecnológicamente mucho más avanzados. Esta tecnología, sin saber, la recibimos también nosotros. Ojalá que ahora la sepamos utilizar para el bien y que no nos destruya como a nuestros antepasados, de los que hoy sólo se recuerdan sus ruinas.

Soy creyente de mucha fe en Dios. Lo respeto por ser nuestro creador. Él creó el universo y todo lo que en él hay. Existe una estrella grande, llena de luz y paz, que es nuestra última morada. Allá viajan nuestras almas a reencontrase con sus seres queridos, que nos aguardan. Nuestro cuerpo de carne y hueso es sólo un revestimiento para cubrir el alma, y a medida que pasa el tiempo se va dañando y envejeciendo. El cuerpo es desechable. Al morir, sólo lo que sirve de él son sus órganos, que pueden dar la oportunidad de un tiempo más de vida a otro ser humano. Y el cuerpo también sirve para el amor, para crear a otro ser, y en algunos para la vanidad, como los que lo alhajan con vestimentas, joyas y pieles finas, criticando y despreciando al más pobre, discriminando al impedido, a los de otro color y raza, a los carentes de belleza. Son tan ciegos algunos con su vanidad, que no ven el alma. El alma nunca muere se conserva intacta, sólo el cuerpo se va.

Se preguntarán por qué escribo lo que pienso: es porque muchas otras personas piensan como yo. Y terminando con los ovnis, también pienso que estas naves son enviadas por Dios, y si aún no han tenido contacto con nosotros, es porque somos peligrosos, ofensivos y miedosos: por lo general, primero atacamos y después preguntamos: ¿qué desean?

DdO