:: TRAYECTOS DE VIDA.
    Los Gladiolos Rojos que Nunca Recibí.

Por: Ana María Arrau Fontecilla.

Hace varios años, un lunes, me llama por teléfono una amiga de Santiago y me comenta que en El Mercurio aparece un anuncio de un señor que deseaba conocer a una dama educada, profesional, que estuviera sentimentalmente sola, con el fin de viajar, pasear e iniciar una amistad seria y responsable. En ese momento yo no tenía pareja (ahora la tengo), así pues accedí gustosa y anoté el número telefónico que ella me indicó. Llamé de inmediato, y el señor me contestó amablemente que, en realidad, ya no quería conocer más damas, porque había recibido más de dos mil llamados desde Arica hasta Punta Arenas, de mujeres solas. Incluso me dijo que se sentía mal, porque nunca se imaginó que tantas mujeres podrían llamar, y que él ya no respondía. A raíz de una consulta suya, le comenté que yo vivía en San José de Maipo, e inmediatamente se interesó en mí, diciéndome que tenía familiares aquí. Al darme los nombres, le contesté que yo también los conocía y que era una familia muy numerosa y relevante de esta comuna. Me propuso entonces que cenáramos juntos el día jueves, para conocernos. Llegó el momento de juntarnos, en el mejor restaurante de la capital, y me encuentro con un hombre muy buen mozo, algo mayor, muy bien vestido y de hermosos ojos verdes.

Cenamos de lo mejor, comenzando con un rico caviar, el mejor vino francés y otras exquisiteces, todo esto acompañado de un par de violinistas. Me contó su vida, que yo conocía, ya que soy amiga de la familia en cuestión, aunque a él no le comenté nada. Estaba anulado hacía muchos años. Finalmente me dejó en la puerta de mi auto y me prometió visita para el día subsiguiente, es decir, el sábado. Vendría a mi casa en San José de Maipo, me traería ostras para preparar un rico almuerzo e iríamos a visitar a sus familiares en la comuna. Me comentó que el viernes iba a ir a Viña del Mar y Valparaíso, a comprar ostras, para traérmelas el día sábado.

Llegó el esperado sábado y no apareció mi nuevo amigo. Pasaron las horas y no llegó. Lo llamé por teléfono muchísimas veces y no me contestó. Luego llamé el domingo, varias veces, y tampoco respondió. Seguí llamando durante toda la semana. Me quedé pensativa, apenada y, más que nada, preocupada, porque esta relación recién comenzaba. ¡Se veía un hombre tan formal, tan atento, tan honesto!

Días después me llamó otra amiga de Santiago para contarme, entre otras cosas, que venía de un funeral apoteósico. El fallecido era un hombre de muchísimo dinero. La misa fue celebrada al aire libre, en la calle Independencia, frente a uno de los Colegios Galvarino. Se hicieron invitaciones especiales. Contrataron toldo blanco, las sillas todas forradas y con nombres en los respaldos. La misa fue cantada por un coro especial, el altar estaba lleno de flores y hermosos jarrones. El tránsito fue suspendido por algunas horas en esa calle y acudió muchísima gente conocida de este país. El fallecido estaba anulado de su esposa y sus cuatro hijos, ya mayores, estaban casados. Mi amiga me contó que este señor era amigo de ella y su marido desde hacía más de 20 años, y que últimamente, regresando de Viña del Mar, adonde había ido a comprar ostras, como a las tres de la mañana llamó a su ex cónyuge para decirle que se sentía muy mal y que concurriera a auxiliarlo. Ella fue con una de las hijas al departamento donde él vivía solo. Lo trasladaron a la Clínica Alemana, pero no lo pudieron salvar de una afección al corazón.

Luego, mi amiga me contó que la ex esposa le comentó que en el departamento él tenía un saco de ostras y un hermoso ramo de gladiolos rojos, envueltos en papel celofán blanco y con una hermosa cinta blanca. Mi amiga dice que la esposa se preguntaba ¿para quien serían esas flores? Cuando mi amiga terminó de hablar, se me caían las lágrimas, porque un hombre bueno había pasado levemente por mi vida. Le conté después a mi amiga que había conocido a ese señor y que, supuestamente, yo era la destinataria de los gladiolos. ¡Qué coincidencia y qué extraño lo que me ocurrió! Según un amigo mío, que es bien dedicado a los estudios esotéricos, posiblemente esta alma me debía algo y por eso me invitó a esa rica cena que nunca olvidaré.