:: FENÓMENOS.
    Ovnis.

Por: Sergio Guerra Guerra.

 

Quiero exponer a la crítica de los estudiosos un convencimiento que tengo sobre la naturaleza de los ovnis, aceptando su existencia como un objeto que se ha visto y que no ha sido identificado. Mi planteamiento no tiene ningún fundamento científico, sino que es solamente la racionalización de la observación de una serie de fenómenos naturales en el ámbito del espacio, sin el prurito de tener que atribuir a algo sobrenatural lo que no soy capaz de interpretar en forma inteligible para un individuo común como es uno mismo.

Comienzo claramente planteando que son sólo efectos luminosos, y que las variables que puedan darle una fisonomía especial, son sólo los resultados de un condicionamiento sensorial del observador. Para demostrarlo, invito a pensar en que todos los fenómenos de la luz requieren de una materia para manifestarse, y que ésta puede tener múltiples características con múltiples efectos.

Así, por ejemplo, vemos que una atmósfera saturada de gotitas de agua en suspensión, recibe la luz del sol y nos la entrega convertida en un arco iris, que no es más que un efecto luminoso, por lo que será inútil la búsqueda de la cántara de donde surge. Así también ocurre con las auroras polares, donde la más famosa es la boreal.

La atmósfera está compuesta por varias capas superpuestas. En el ámbito de cada una de ellas ocurren diversos fenómenos luminosos que dependen de su composición química, de su densidad y de sus cargas eléctricas, que nosotros podemos advertir sin que nos llame profundamente la atención, como las estrellas fugaces que estábamos acostumbrados a observar en el cielo. (Ahora hay muchas menos). Estas características de las diversas capas (troposfera, tropopausa, estratosfera, ionosfera y exosfera) están expuestas a sufrir cambios derivados de la acción del sol o de las propias actividades industriales. Y esos cambios generarán nuevos fenómenos desconocidos a veces para nosotros, como las alteraciones de la capa de ozono (ozonósfera), ubicada en la parte baja de la estratosfera. Mucho más cerca de nosotros, las variables de la densidad del aire cerca de la superficie de la tierra o del pavimento en verano, como consecuencia de las altas temperaturas generan los espejismos, que la imaginación humana les da las más fantasiosas fisonomías.

Así es entonces como podremos ver numerosos fenómenos luminosos en la atmósfera, entes que nosotros los revistamos de una serie de atributos cada vez más asombrosos, dependiendo de nuestra disposición para ver naves espaciales u otros elementos concebidos por la mente del homo sapiens terrícola, imagen que no sabemos cómo la pueden haber copiado los hombrecitos de otras galaxias.

Pero a estas alturas del relato me pueden decir, ¿y porqué ahora se ven con profusión y no antes? Bien, sucede que estos "aparatos" aparecen dos años después de concluida la Segunda Guerra Mundial. Exactamente a mediados de julio de 1947 aparece la noticia por primera vez -en un importante diario de la capital- de que se habían observado estos fenómenos, y de ahí hacia adelante se fueron incrementando las observaciones. Si aceptamos que las condiciones atmosféricas van a dar lugar a la observación de aparatos voladores no identificados, podemos aceptar también que si ellas se van alterando como consecuencia de la alta industrialización en todo el mundo, se explica que hoy los extraterrestres "nos visiten" con mayor asiduidad.

Con ese convencimiento, no puede ser un argumento demostrativo el simple hecho de que muchas personas hayan observado cosas misteriosas, porque yo también vi uno impresionante una noche de verano en la playa de Tongoy, que fue visto en todo el litoral hasta Puerto Montt. Apareció en el cielo una gran luminosidad que tenía la forma de alas delta, que luego de permanecer varios instantes sobre el mar, se desplazó raudo hacia el sur, provocando la misma expectación, según lo comentó la prensa el día siguiente. Para mí, el fenómeno tuvo cabida en esa explicación y quedé muy tranquilo.

Yo había observado una vez, con asombro al principio, que al penetrar a mi oficina una tarde de sábado, cuando no había actividad y se encontraban todas las luces del piso apagadas, que un pequeño haz de luz del sol penetraba por el resquicio de una ventana, y daba exactamente en el canto de un vértice del grueso acrílico que usaba como vidrio sobre mi escritorio, desplazándose mágicamente por todo el contorno de esa cubierta, brindando un fenómeno luminoso sumamente interesante en la penumbra de la oficina cerrada. Parecía un portento de la ingeniería eléctrica. Ahí mismo comenzó mi especulación sobre los desplazamientos de la luz a través de las diversas materias, llámense cuerpos acrílicos, cristales, masas de aire, atmósferas, mundos acuáticos, etc.