:: PRODíGIOS.
    El juego de ser no siendo.

Por: Leonardo Carvajal Barrios.

 

En un pueblo lejano, cuando creció la montaña de agua y esa gente observó que el surgimiento no derramaba ni una sola gota, y que ahí quedó, alta, altísima, linda, transparente… entonces, se produjo un cambio: los habitantes olvidaron sus nombres y se nombraron todos así: Soy o Estoy o Voy o Doy. Estos nombres -los únicos posibles a partir de ese momento- produjeron una vida perfecta, realmente inmediata, espontánea, sin historia, sin "no", sobre todo sin "no", porque los que decían no a Soy desaparecían, los que decían no a Estoy no estaban, los que dijeron una sola vez no a Voy ahí quedaron como estatuas y los que confesaron no a Doy tuvieron que irse, acusándose ellos mismos de aquello que la maravilla del agua no sabe concebir.

Pasan los días llamándose los unos a los otros y nos proponen jugar a lo mismo. Es un juego muy simple, el juego del verbo reunido: cuando Voy llama a Soy, dice: ¡Soy!, y es; cuando Doy llama a Estoy, dice: ¡Estoy!, y está dando… (Queridos lectores, sobre todo niños y niñas: para jugar este juego hay que seguir haciendo combinaciones).

A la distancia precisa que separa los pueblos -nadie sabe el por qué de esas distancias-, había otro pueblo, y ahí, un jueves de luna, creció la columna de fuego, sin chisporrotear, perfecta, grande y alzada como verdadera dama-madre. No llegaba al cielo, pero las nubes podían mirarla de frente. Entonces se produjo un cambio: los habitantes olvidaron las horas, los minutos, los segundos (sobre todo olvidaron las agujas del reloj) y se nombraron todos así: Día, Noche o Mañana. Estos nombres (los únicos posibles a partir de ese momento) crearon una calma más estable aún que la serenidad, la calma de la confianza, la paz de siempre. Como los del pueblo vecino, estos habitantes pasan la vida llamándose los unos a los otros. Cuando Noche llama a Mañana, dice: ¡Mañana!, y la noche es la mañana; cuando Mañana llama a Día, dice: ¡Día!, y es hoy… (Queridos lectores, sobre todo niños y niñas: para jugar este juego hay que seguir haciendo combinaciones).

Ayer tuvo que irse, porque el fuego no deja nada. Siempre no tuvo sentido, porque el fuego es el fuego de siempre. Nunca se retiró a una caverna -la que, además, se derrumbó-, porque el fuego no sabe concebir algo que le resista… (Queridos lectores, preferentemente niños y niñas: aquí hay que seguir eliminando todas esas malas palabras asociadas a la mentira del tiempo).

Pronto, como de costumbre, hubo casamientos: Soy se casó con Noche, Día con Estoy… (Niñas y niños: aquí hay que seguir haciendo casamientos, imaginar los efectos y saber cómo se van a llamar los hijos e hijas de esas parejas).