:: TRAYECTOS DE VIDA.
    Unos golpecitos desde el más alla, para reflexionar.

Por: Ana María Arrau Fontecilla.

Hace un tiempo estaba recostada sobre mi cama tranquilamente, viendo televisión. Había llegado recién de mi trabajo, cuando de repente sentí en el closet de mi habitación tres fuertes golpes que me hicieron saltar de la cama. Me asusté, obviamente, y fui a registrar qué sucedía en dicho mueble. Revisé por todos lados, no encontré nada anormal, pero el susto me continuaba, de manera tal que el corazón me latía fuerte y mi mente saltaba de un tema a otro, pensando ¡qué será esto! Me preguntaba, ¿qué podrá ser o quién del más allá querrá decirme algo? Pasaron los días y los golpes se repetían.

Curiosamente, los golpes siempre eran en el mismo lugar y siempre de la misma intensidad. Tenían una diferencia de tiempo entre cuatro a cinco horas.

Un día se lo comenté a mi vecina Alejandra, y me dijo que ella también sentía esos curiosos golpes, y que los sentía en el dormitorio de sus hijos, que colinda con la muralla de mi closet. Ella me dijo revisemos nuevamente, y así fue como miramos todas las alternativas que pudieran existir y no sacamos nada en limpio. No había nada que provocara dichos golpes.

Un día estaba tomando onces con un amigo en el comedor, cuando nuevamente los golpes se hicieron presentes. Otra vez a revisar todo, y después de analizar la situación llegamos a la conclusión que esto no era normal, que era algo "anormal". Ya está, pensé, voy a traer a alguien que entienda de hechos paranormales. Fue así como invité a una señora que conoce de estos temas y que tiene percepciones extrasensoriales. Ella me dijo mire, no percibo nada malo en su casa, ni en su closet, pero voy a hacer un sahumerio, porque esto no es normal. Inmediatamente acepté y me puse contenta, porque por fin se me terminaba este problema extra y gratuito que llegó a mi vida diaria. Hizo ella sus oraciones y me quedé tranquila y feliz.

No habían pasado cinco horas del bendito sahumerio, cuando nuevamente oí los tres fuertes golpes. ¡Qué terrible, qué hacer! Llamé, por supuesto, a la señora del sahumerio para contarle de los golpes y me dijo que la única solución era que yo orara todos los días en ese sector. Fue así como todos los días, cuando volvía de mi trabajo, los golpes seguían y seguían y yo oraba y oraba y pedía a Dios que quitara esos molestos "golpecitos".

Pasó el tiempo y la situación era la misma, hasta que un día se me ocurrió pedirle a Dios, no que quitara los golpes, sino que me indicara de dónde provenían. Mágicamente sonó el timbre de mi casa y era el cartero. La carta no era para mí, sino que era para mi arrendatario. Al lado de mi casa construí un departamentito que arrendaba a Luis Enrique, un joven santiaguino que trabajaba aquí en San José de Maipo. Le llevé la carta y se me ocurrió contarle lo de los golpes en el closet. Me relató que tiempo atrás a él le pasó lo mismo, sintió esos tres fuertes golpes y fue a abrir la puerta de calle y no encontró a nadie. Dijo me asusté y me preocupé. En otra ocasión le ocurrió lo mismo y se asustó mucho más y pensó quién me golpeará la puerta de calle, me estarán penando, qué pasa. Le relaté lo del sahumerio y las oraciones que yo hacía a diario.

Finalmente me contó que un día esperó los golpes y buscó desde donde provenían. Eran nada menos que desde el refrigerador que él tenía y que justo da al lado de la pared de mi closet. Como él venía desde Santiago, su mamá, todas las semanas, le preparaba comida y él llenaba el congelador y, al llenarlo, daba esos tres fuertes golpes, cada cierto tiempo, debido a que era mucha carga. Nos reímos muchísimo de la situación, pero pensé, ¡qué grande es Dios, cambié la petición y tuve inmediata respuesta!