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MIRADA FORASTERA.
Trilla en "El Toyo Chico".
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Por:
Rose Deakin, querida vecina inglesa de San Alfonso.
Pasé
mi niñez en un fundo en Inglaterra, en los años
cuarenta, mirando cómo la gente cosechaba trigo
y cebada. Primero vi a la gente trabajando con máquinas
para cortar y gavillar tiradas por un tractor, y después,
en invierno, en las bodegas, con trilladoras que batían
mecánicamente las gavillas para sacar los granos,
el trigo. Después, en los años cincuenta,
llegaron las trilladoras combinadas, que segaban y trillaban
en un solo paso y dejaban una hilera de paja a su paso.
Por eso, atrás, las seguía una enfardadora.
Esta máquina recorría la línea
recogiendo la paja, apretándola, prensándola
y enfardándola en un solo paso. Los niños
solíamos sentarnos en la máquina que recorría
el potrero, mirando cómo recolectaba, prensaba
y amarraba la paja en fardos, para luego guardarla.
Hoy en día, en Inglaterra se ven en los campos
rollos enormes cubiertos con nylon, por eso supongo
que la tecnología para cosechar ha avanzado desde
los días de mi niñez.
En
ciertos lugares de Chile, no. Hace un tiempo estuve
invitada a una fiesta de “la trilla”,
en el Cajón del Maipo, en el Toyo Chico. Hoy,
esto se hace más como una tradición
sagrada, o como una oportunidad de galopar dando vueltas
a caballo, lo que más les gusta a los campesinos
de Chile.
Pasamos
la mañana preparando un almuerzo tremendo,
campesino, cocinado sobre una fogata y comido a la
sombra de un pino enorme en un lugar que antes era
un patio espléndido, cerrado, que tenía
una muralla magnífica coronada con tejas. Ahora
se ve como abandonado, no como antes, cuando el dinero
se producía en el campo, especialmente en una
zona de montañas donde una llanura de tierra
cultivable con grandes árboles, enclavada entre
los cerros áridos, no es muy frecuente.
En
la tarde caminamos hasta un potrero, a un paño
de rastrojo. En el centro se veía un círculo
rodeado de postes con sogas. Al medio del círculo
había gavillas amontonadas. Los espectadores
estaban sentados en la sombra y el aire estaba polvoriento
por el movimiento de los huasos y sus caballos. Debajo
de un árbol comenzó a tocar un guitarrista.
Como casi |
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siempre en Chile, la
música
formaba parte del ambiente general. De repente se escucharon
gritos y luego una tropilla de yeguas se precipitó
en la escena y, después de evadir un poco el objetivo,
las persuadieron a entrar en el redondel.
Ahora,
dos de los huasos entraban al círculo persiguiendo
a los animales con gritos de ¡ah yeeegua ah yegua!,
repitiéndolos con una cadencia específica:
el primer hombre gritando fuerte y el otro contestando bajo.
Arreaban a las yeguas dando vueltas en círculo. Después
de una pausa fue el turno de otros dos huasos. La idea es
pisar lo suficiente el trigo para que salgan todos los granos.
Había un poco de competencia para demostrar quién
arreaba mejor y con más estilo. Después de
un tiempo, las yeguas, sin amansar, botaron los postes y
se enredaron en las cuerdas, así que se hizo una
pausa para reagruparlas y volver a poner las estacas. Con
las horquetas pusieron las gavillas otra vez al centro para
la próxima vuelta.
Me explicaron
que tienen que usar yeguas porque los machos no se someterían
así y lucharían en vez de realizar la tarea
como las hembras. Sin embargo, las yeguas lograron destruir
los postes totalmente, así que los huasos al final
decidieron, en un último esfuerzo por terminar la
actividad, entrar todos al ruedo y galopar alrededor ellos
solos, sin las yeguas.
Al final, cada
jinete persuadió a su señora, a su novia o
a su hija, para montar al anca, sentadas de lado, como es
el estilo para la mujer, y todos volvieron a galopar otra
vez, los huasos echados hacia atrás y sujetando a
las mujeres en su precaria posición.
He visto
maneras más eficientes de trillar, incluyendo la
de batir con varillas, como lo hacen en oriente, pero nunca
una más entretenida que ésta en Chile. Según
me dijeron los espectadores, aunque esta era la forma en
que se trillaba hace 30 años en todo el país,
ahora no es muy común. La hicieron en este potrero
chiquitito para cumplir con la tradición y, según
sus propias palabras, “para divertirse”, como
una forma agradable de pasar un fin de semana estival. Todo
esto sucedió en diciembre del 2003. Vamos a hacer
otra trilla en enero del 2006, en una parcela donde trabajo
con dos socios, huasos campesinos.
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