:: MUJER.
   Dedicado a mi madre.

Por: Cecilia Sandana Gonzáles.

Desde nuestros orígenes humanos la idea maternal estuvo representada como una divinidad femenina que llevaba impresa la espiritual más universal, pero fue siendo poco a poco desplazada de su sitial. Sus simbologías venían a reflejar la fuerza de la vida gracias a la cual se aseguraba la existencia. Engendrar y dar a luz debía conferir a la mujer la materialización de este hecho tan trascendente. Representaba de esta forma el misterio y el milagro de la vida frente a la muerte, como sinónimo de la Madre Tierra que también cuida de sus hijos, acogiéndolos en su seno, mientras sustenta la vida y la regenera en un ciclo sin fin.

La mujer, la engendradora, en la fase más antigua, aparecía como la fuerza creadora todopoderosa, que dominaba sobre el hombre y el animal, sobre la vida y la muerte. Como Gran Madre encarnaba el deseo humano de fertilidad, así como la creación y regeneración de la vida. Eran ellas las que traían la vida al mundo, la alimentaban y cuidaban hasta que pudiera valerse por sí misma. La supervivencia del grupo dependía de ellas.

Como una continuidad biológica e histórica, las madres están presentes en nuestra vida ya no con el sentido sagrado de la antigüedad, pero sí con un cariz materno inherente, plasmado en su ser, pues serán las encargadas de conceder las enseñanzas necesarias para la vida. Sin distinción entre el abanico cultural femenino, tendrán una sabiduría innata, no sacada de recetas, ni de estudios, ni de consejos, sino más bien de su propia perspicacia de madre, como sucede en todos los seres de la naturaleza, dejándonos vislumbrar la total perfección del cosmos. Está impresa también en ellas la idea de amor hacia el ser que trajeron al mundo, y esto será la muestra más noble y amable de su persona, porque permite mostrar el concepto de empatía frente a otro ser humano que provino de sí pero que es un individuo distinto de ella que, pese a su instrucción, verá el mundo desde su propia perspectiva.

Pero esta virtud entregada por el universo de ser madre, de dar a luz y de entregar todo el bagaje cultural, no se contrapone a la idea propia de seguir siendo mujer, de seguir siendo persona, pues cuanto más satisfecha esté consigo misma, más amor podrá ofrecer a su hijo, consiguiendo de esta forma trasmitirle mayor alegría y confianza. Por eso, al mito de una maternidad que sólo es corazonada de madre, hay que oponer la verdad de una maternidad que es concepto responsable que no enajena a la mujer de sí misma ni del mundo.

Si la abeja entra al lirio,
no se siente su aletear.
Cuando escondes a tu hijito
ni se le oye respirar.
(Gabriela Mistral, “Caricias”)