comienza,
un poco aburrido de vivir la vida como obligación. Sentir
que el río me trata de comunicar algo por el aroma que
se siente y que llega a mi mente sin pasar por mi olfato, que
el viento me habla de algo y yo no le entiendo porque no le
presto atención. Llegamos al lugar determinado que es
un secreto de los tres, nunca imaginé que existía
entremedio de este valle, con un sauce que sólo aparece
para contarte algo. Sentir que el viento es cómplice
del atardecer. Empiezas a despertar porque esto no parece mentira
y se aprecia que cada vez se torna más real.
Sentados
los tres y yo con un cigarrillo en mi mano cerca del río.
Nada parece cambiar la forma de ver el mundo o el infierno
en que vivimos. Empezar a observar de nuevo de dónde
estoy naciendo, como el Maipo con sus hijos, y ver a esa niña
que no es mi amiga sino una desconocida, y ver su mirada tan
llena de sinceridad y humildad que tiene en su alma. En su
interior me trata de decir que me quiere preguntar de mi persona,
yo tan cerrado como siempre. El sauce se movió como
tratando de decir que es hora. Yo no sabía qué
era lo que quería el sauce, si era porque el sol se
estaba poniendo o porque le tapaba el cerro o porque quería
vivir más. De pronto mi amiga me dice que va a dar
una vuelta porque no aguanta más.
Volver
a mirar sus ojos. Me dieron ganas de conocerla y envalentonarme
y decirle vamos al sauce que me llama la atención,
pero ella tomó la idea de mi mente y la pronunció
con sus labios tiernos con una voz dulce. Yo acepté
y llegando al lindo y viejo sauce algo triste por su amor
que era el sol, al mirar sus manos mis manos se movieron hacia
las suyas. Las sentí tan suaves, me dijo que las tenía
heladas como si tocara mi corazón de piedra. Mirar
de nuevo sus ojos, que me llamaron la atención porque
eran cristalinos y trasparentes como el atardecer hermoso.
Ella se empieza a acercar despacio como para apegarse a mi
cuerpo, pero no, era su cara que se acercaba a mis labios.
Sentir que mis piernas son más pequeñas y que
el mundo pareciera que es muy grande, porque me estoy encogiendo.
Ella me mira y empieza a cerrar sus ojos, y los míos
llenos de miedo por sentir y conocer a esa persona también
cedieron. Algo pasó, el tiempo se detuvo como una foto
en blanco y negro, de esas antiguas, mi corazón me
movía por completo en cada latido, el río al
fin se calló como para observar algo muy distinto en
su vida, el viento dejo de soplar y todo quedó quieto
como la foto antigua de mis abuelos, mi cuerpo se tornó
lleno de dulzura y el sauce me abrazaba como un hermano grande
lleno de orgullo. Nuestras miradas se cruzaron y nuestras
narices se acariciaron, el aroma tan especial de ese lugar
inundó mi alma y en mi memoria quedó para siempre.
La abracé porque el viento lo dijo en forma de frío.
El río volvió a su trabajo de siempre y el sol
se fue con un recuerdo para su esposa. Las piedras se reían
por lo que vieron, como viejas copuchentas de este pueblo.
Volver
a observar donde estoy, y encuentro a mi amiga a lo lejos.
Me mira como diciendo volvamos a nuestras vidas porque el
Maipo y el valle se quieren acostar. Todo esto sentir por
un beso es como sentir la vida o como nacer y vivirla con
más ganas, y el viento del valle me lo había
dicho antes de que pasara y entendí que se llamaba
Raco.