Por:
Nimodu.
Impresiones
de una chilena residente en Alemania desde hace 32 años.
Cuando se fue estaba viviendo en el Cajón del Maipo,
y hoy, conocedora de esta revista y de su página web,
quiere hablarnos de sus experiencias y valores.
reflexionar
sobre lo que uno va postergando, hasta que ya es tarde y te
quedas con la sensación de pérdida.
En diciembre
me enamoré y los copos de nieve sobre el árbol
frente a mi ventana me parecieron flores de primavera, en
mi estómago revoloteaban mariposas y andaba suspirando
como una adolescente. Este sentimiento que recién comienza
ya me provoca dolor. De pronto aparece este ser del cual ya
no quiero prescindir y el día se me pasa entre sueños
esperando el momento de estar de nuevo en sus brazos. Yo que
estaba muy
tranquila y conforme con mi vida independiente, con mis problemas
por solucionar, mis amistades y entretenciones, mi pintura
y mi música. Ese amor llega a perturbar mi soledad,
pero me da energías y hace revivir cosas que había
olvidado, es un regalo que no esperaba. Luego llega el momento
en que me encuentro de nuevo sola y a merced de mis nostalgias,
porque su vida y su trabajo nos obligan a una lejanía
física insuperable.
Conozco
una pareja que después de vivir juntos más de
veinte años, con hijos adultos, pese a haberse distanciado
completamente, continúa construyendo su casa, invirtiendo
tiempo, dinero y energías. Gasta la vida en un objetivo
que es una inversión que después podrán
vender para tener con qué costear los gastos de la
vejez, o para la sucesión. Una cosa práctica
que da seguridad. Por otro lado, cambiar esa situación
de subsistencia es tan incómodo, que prefieren continuar
autoengañándose. Trabajar intensamente cada
día para tener asegurado el futuro. ¿Pero dónde
está la calidad de vida actual, si estás compartiéndola
con alguien con quien no hay comunicación y estás
dejando pasar el tiempo pensando en qué futuro? En
una canción de la Nueva Trova Cubana hay una estrofa
sabia que dice aferrarse a las cosas detenidas es ausentarse
un poco de la vida.
Hasta
hace más de un año trabajaba en una agencia
de publicidad como directora de arte. Mi tiempo libre era
muy reducido y mi agotamiento era tal, que los fines de semana
me dedicaba a descansar y en lo posible evitaba salir de mi
casa. Hacía mucho tiempo que me costaba moverme, pues
tenía dolores en todo el cuerpo y una alergia en la
piel que había recrudecido de tal modo que tenía
heridas. Los médicos no comprendían la causa
de mis dolores, al cabo de muchos exámenes no encontraron
nada. Mis malestares recrudecieron cuando tuve una pérdida
familiar muy grande. Luego perdí mi trabajo, y en vez
de sentirme angustiada por un futuro incierto, me invadió
un gran alivio. Me sentí liberada y me dediqué
a la pintura, a ver exposiciones, visitar museos, juntarme
con amigos, ir al cine y viajar un poco. Los dolores y alergia
han desaparecido en el transcurso de este año.
Tu ser
racional te hace seguir funcionando, y aunque tratas de ignorar
tu conciencia, tu cuerpo se rebela ante la frustración,
contra el autoengaño, y te envía mensajes de
que algo no está bien. Comienzan los malestares psicosomáticos
y se crea una situación que va escalando hasta que
estás realmente enfermo. Me pregunto si vale la pena.
Cualquier día puede ser el último y... ¿qué
has vivido realmente?.