::  EDUCACIÓN.
    Pareciera que se nada contra la corriente.

 
La Directora del Colegio Andino Antuquelén expone aquí algunos valores sobre los cuales se levanta el establecimiento, que, con su propuesta distinta de educación, ha obtenido los índices más altos del Simce en la Comuna de San José de Maipo. Así aparece en el sitio web del Ministerio de Educación (www.mineduc.cl), en el que se pueden constatar las cifras.

Por: Lorella Lopresti M.

Ocasionalmente, padres y madres manifiestan su disconformidad con expresiones propias del actual sistema social, tales como competitividad, individualismo y, en la educación, con el énfasis dado a lo intelectual por sobre otras dimensiones. Esta disconformidad se hace más patente aún, cuando se verifica que dichas señales están igualmente presentes en el sistema escolar chileno, incluso con Reforma mediante. Sin embargo, este cuestionamiento y los actos que involucran resultan paradójicos cuando, al momento de elegir cuál es la mejor educación para sus hijos e hijas, terminan optando, y por tanto valorando más, los colegios públicos o privados en los que se imparte un modo de educación que tiende a reproducir justamente aquellos aspectos que provocan la disconformidad inicial. Evidentemente, la decisión está impulsada por la íntima necesidad de dar, supuestamente, una respuesta que asegure a sus hijos e hijas las herramientas que requieren para vivir en esta sociedad, lograr ser exitosos en ella o, por lo menos, sobrellevarla mejor. En el mismo sentido, también funciona como criterio de elección aquello que, como sociedad, hemos elevado a la categoría de valor fundamental: el orden , que ya no es percibido como un medio, sino como un fin en sí mismo, situándoselo incluso sobre valores fundamentales como la libertad (otra paradoja de un sistema tan convencidamente liberal en lo económico).

La sociedad en su conjunto se reproduce constantemente, y aun cuando la educación no es el único medio que permite este proceso, tiene una importancia indiscutible. Con frecuencia se plantea la imposibilidad de cambiarla, como si su origen fuera sobrenatural, aunque su naturaleza y sus fundamentos éticos son tan culturales como toda creación humana históricamente situada, y por tanto, susceptible de ser modificados. La educación se impone como un medio que ofrece maravillosas oportunidades para el cambio personal y social, si de verdad lo queremos y ponemos en ello voluntad, compromiso y cariño. Es más: el potencial innovador de una sociedad reside en su capacidad de aprender. Por esto es válido preguntarse: ¿Cuál es la educación que queremos para nuestros hijos e hijas?

Evidentemente, no existe una única respuesta a las múltiples necesidades de niños y niñas. Tampoco existe el colegio ideal. Lo que sí existe son alternativas que, con una propuesta de acción educativa más transgresora, inviten a resistir la cultura individualista, competitiva y poco integradora que caracteriza esta época. Aun en sus expresiones más cotidianas, un proyecto educativo que así se lo plantee, puede llevarnos a una nueva forma de pensar y de resolver cada problema. Al constatar algo tan simple como que siempre hay más de una manera de hacer las cosas, se hace posible comenzar a valorar la riqueza de la diversidad. Cada estudiante puede crecer como ser individual, activo, cooperativo y social, conectando su propio desarrollo con el de la sociedad, consciente de su existencia y de la de los demás y claro en los posibles aportes que puedan hacer socialmente. Esto implica validar a cada estudiante como un ser único, con potencialidades y debilidades. Orientando el quehacer pedagógico más en las potencialidades que en las debilidades, podemos encontrarnos todos y todas en forma independiente de nuestra capacidad o discapacidad física o intelectual. Conjuntamente, es necesario desarrollar habilidades, conocimientos, hábitos de cuestionamiento crítico sobre el funcionamiento de la sociedad, sobre la forma en que se reproduce el poder, sobre desigualdades e inequidades, partiendo de la realidad más inmediata: el propio colegio y la comunidad en que se inscribe. Este proceso requiere el rescate y la vivencia del espíritu comunitario, aun con todas las divergencias que su cotidianeidad supone.

Una propuesta desde una forma nueva de pensar implica reconocer que los estudiantes tienen mucho que decir, y que para hacerlo deben tener espacio y libertad -asimismo los docentes-, lo que deriva necesariamente en un sistema relacional más horizontal del que conocemos hasta ahora en el mundo escolar, horizontalidad en la que el o la docente tiene una actitud de respeto por las opiniones de sus estudiantes y de flexibilidad para incorporar los conocimientos y perspectivas que éstos aporten. El diálogo es la herramienta principal para desarrollar la responsabilidad, para saber valorar el entorno y respetar la discrepancia. Practicando una comunicación profunda, puede haber un entendimiento humano, abierto a la diversidad.

Una de las ideas en que se fundamentó la creación del Colegio Andino Antuquelén fue el motivar el descubrimiento del conocimiento en las cosas o actos más cotidianos. En 1997, un grupo de familias lo fundó, pensando que era posible el sueño de una educación más igualitaria y participativa. Albergaba entonces a 14 niños y niñas y a dos profesoras, que hacían su labor en sólo 70 metros construidos en una parcela ubicada en los faldeos del Cajón del Maipo. Hoy, el colegio ha crecido en superficie acogiendo a 200 estudiantes y a cerca de 22 docentes. En muchos sentidos, aquí se trata de una propuesta educativa que resiste los patrones culturales imperantes. El colegio ha ido desarrollando una mirada integradora inclusiva que recibe a alumnos y alumnas con discapacidad, y es un espacio que valora todas las disciplinas, donde no existen asignaturas de primer o segundo nivel y, lo más importante, que se sustenta en la validación de los derechos de cada niño y niña. Sentir y desarrollar la convicción que más allá de las diferencias es posible encontrarse, tolerarse y finalmente aceptarse, es uno de los elementos que lo mantiene activo.

No ha sido fácil proponer un sistema no competitivo cuando alrededor todo da señales de que es necesario serlo y cuando los logros validados externamente valen más que los éxitos relacionados con aquello que nos apasiona y con el desarrollo de la capacidad de dar y recibir afecto. Tampoco ha sido sencillo plantear un tipo de relación colaborativa y horizontal en la comunidad escolar, en medio de una sociedad estratificada y discriminatoria, en la que hacer las cosas por beneficio material representa más que realizarlas simplemente por sentimiento. Pareciera que se nada contra la corriente, pero al menos aquí ya suman cerca de 120 familias que creen en una forma distinta de ver la vida, tan válida y posible como otras, una forma que si no fue posible para los padres y madres que eligen esta educación para sus hijos e hijas, sí es realizable, aquí y ahora, para estos últimos. La libertad de elegir lo que se quiere hacer con la propia vida es un derecho que se respeta. En el Colegio Andino Antuquelén se está dispuesto a respaldar a los estudiantes, aun en proyectos que, ante los ojos de la sociedad, parezcan anacrónicos, fuera de lugar o, simplemente, locos. Aunque esto cueste trabajo y acarree incomprensión, sólo así se conquista el amor a la libertad de pensamiento como principio intransable.

La propuesta de este colegio consigue que los estudiantes andinos aprendan y que lo hagan felices, y también resiste las evaluaciones académicas externas, como el Simce: estos alumnos han logrado los índices más altos de la Comuna de San José de Maipo.