:: ADIOS A UN PATRIARCA AMADO.
    Padre nuestro que estás
...
    ...en el tormentoso color del Río Maipo
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Por el año 1840, Don Tomás Barriga Castro y Doña Carmen Grossi Ross vivían en San José de Maipo, pueblo, por ese entonces, de gran actividad social y económica y de grandes casas coloniales. A fines de 1800, Doña Florinda Barriga se mudó a San Alfonso, un fundo ganadero y con algunos cultivos de hortalizas, donde conoció a Máximo Astorga, administrador de las minas de El Volcán. Surge el amor, y de esa unión nacen 8 hijos, entre ellos, el 5 de Agosto de 1912, Don Eduardo Astorga Barriga. A principios de 1900, Don Máximo dona los lugares comunes (escuela, cancha de fútbol, centro de madres, retén, etc.) para la formación del pueblo de San Alfonso.

Años después, un día que Don Eduardo estaba en la esquina de Camino al Volcán con O’Higgins, en el nuevo pueblo de San Alfonso, vio venir por el camino a una joven mujer. Se trataba de Doña Eugenia Moreno Ramírez, Nena, quien veraneaba en el lugar. El flechazo fue mutuo y fulminante. Ella tenía 20 años, él 38. Seis meses más tarde celebraron matrimonio. Tuvieron 10 hijos, los cuales, junto a sus padres, forman hoy, desde hace ya más de 30 años, el Centro de Ecoturismo Cascada de las Animas, pionero del concepto “ecoturismo” en Chile y declarado en 1995 área protegida en el país.

El 20 de Julio de este año 2006, alrededor del mediodía, estando a punto de cumplir 94 años de una vida llena de cariño familiar y popular, Don Eduardo partió en aquel ineluctable viaje llamado muerte, llamado misterio, viaje necesario para todos y cada uno, y que causa, en los que quedan, emoción y esperanza que a veces se confunde con el dolor. En una misa de despedida celebrada en la Plaza de San Alfonso hubo palabras de un sentido adiós, parte de las cuales entrega hoy Dedal de Oro como un sincero homenaje a la amorosa persona que fue y es
EDUARDO ASTORGA BARRIGA
5/8/1912 - 20/7/2006
Eduardo Astorga, gran amigo, viejo sabio, cuerpo cansado, espíritu que sigue alumbrando con su honda liviandad y claridad. Hasta un día, Eduardo.

Juan Pablo Yáñez Barrios , Director... DdO.

 

Es difícil. Noventa y cuatro años es más que una vida. Un patriarca, un gran hombre, gran esposo, padre, abuelo. Un creador, un ser amante y amado. Tuve la bendición, la oportunidad y el privilegio de poder pasar este último tiempo junto a él, vivir momentos inolvidables, acompañándolo, ayudándolo, cuidándolo.

Recuerdo muchos momentos, como cuando se sentía tan incómodo acostado en su cama y había que acomodar el montón de almohadas. Yo trataba de hacerlo lo mejor posible y él me decía “mijita, una ingeniero civil de minas y que no sepa mover
una almohada”. O cómo se enojaba con la Nani cuando le decía que lo íbamos a llevar a una clínica. El decía que primero quemaba la casa antes de que lo sacaran. 0 cuando se le daba comida, pedía por favor que no fuera la Nani, pero apenas se sentía un poco mal, la mandaba a llamar al tiro, “llamen a la Orianita, ella sabe, usted no sabe, mijita”. Cuando sentía reír a la Carmencha en el living, “tan fuerte que se ríe esta niñita”, decía. Con lo que le costaba dormir, una vez la Quelita lo acompañaba y se le ocurrió avisarle que se iba. Se quejó toda la tarde porque la “gorda Quela” lo había despertado. Quería que la Yuyín lo vistiera cuando él ya no estuviera porque la “Nenita era muy brusca”. A veces, en los partidos del mundial, nos juntábamos en su casa a verlos, pasaba un ratito y nos echaba a todos de la pieza, que quería descansar. Pasaban cinco minutos y nos empezaba a llamar y nos retaba, que “cómo lo habíamos dejado solo, que él no quería estar solo”. Y la verdad es que no estuvo ni un momento solo. Murió como toda persona lo desearía, rodeado de su gente, su gran familia. Preguntaba por sus nietos que no estaban, por sus hijos que faltaban, en cada momento llamaba a su amada Nena. Acompañado siempre por la señora Paty y la Martinita, que fue y es la bendición que tuvieron mis abuelos este último tiempo. Mi muñeca y mi hijo les decía ella.

Esperó que estuvieran todos con él, que llegara la Tati de Ecuador, el Ponchito del norte, el Alejandrito de Estados Unidos y su Carolita de Perú, para poder así irse en paz, tranquilo. Pasé los últimos momentos con él, hablándole, diciéndole que se fuera tranquilito, que ya no esperara más, tomándole la mano, a su lado. Abrió sus ojos azules, dio una última mirada a su pieza, su jardín, y se fue, con dos suspiros, en los brazos de su mujer amada. Ya lo había hecho todo.

"Quién más que tú se merece el cielo, para sembrarlo entero". Seguirá vivo en nuestros recuerdos, con el legado que deja en su San Alfonso querido...

Camila Astorga Leiva, nieta.

 

Padre nuestro que estás en el cielo, en nuestros corazones y en las hojas de este invierno que, como tu alma, el viento arrebata y arroja más allá de nuestra comprensión, de nuestra posibilidad de verte cara a cara, día a día. Padre nuestro que estás en cada una de nuestras sonrisas y lágrimas, en nuestros más efímeros recuerdos, aquellos que están más allá de esa maravillosa infancia que nos diste y más acá de nuestros valores, ninguno tan férreo como los tuyos. Padre nuestro que estás fundido para siempre en la memoria de cada uno de los que alguna vez quisimos cambiar el mundo. Tú lo hiciste, al menos con ese mundo que podías alcanzar con la intensidad de tu mente abismantemente amplia y certera, ese mundo que nosotros, a veces, apenas alcanzamos a percibir.

Padre nuestro que estás en el tormentoso color del Río Maipo, en el aroma del viento Raco que nos sobrecoge casi tanto como la dulzura de tu mirada y la fuerza de tus ideas. Padre nuestro que estás más allá del cielo, en la tierra y en todos y cada uno de los corazones, rostros y miradas de los que alguna vez estuvieron contigo, en cada uno de los que alguna vez te vieron, conversaron o compartieron contigo esa instancia mágica del amor, del dialogar, de la discusión profunda, de la inteligencia penetrante, de la palabra y de la obra.

Padre nuestro que estuviste con nosotros en cuerpo y alma. Padre nuestro que ahora estás con nosotros más en espíritu, en enseñanzas, en amor entregado de una manera tan abierta como incondicional. Padre nuestro, muéstranos el reino donde estás ahora así como nosotros alguna vez extendimos la mano y todos y cada uno recibió el calor de tus dedos, de tu amistad, de tu voz, de tu consejo, ayuda o apoyo. Padre nuestro, quédate con
nosotros, con mi madre, tus hijos, tu hermano y primo, tus sobrinos y nietos, tus amigos. Padre nuestro, déjanos tus recuerdos, tus risas, tus bromas, tus amores y reflexiones, tus instantes portentosos y subyugantes de mirar el mundo de cada uno de nosotros, hablarnos sobre él y aconsejarnos con una sabiduría que jamás podríamos soñar alcanzar. Padre nuestro, sé que seguirás llevando en el cielo y en bandolera la voluntad que esparciste a los cuatro vientos aquí en la tierra. Padre nuestro, te lo juro, lucharemos por seguir el camino que mostraste, y tal vez, sólo tal vez, algún día merezcamos, otra vez, estar a tu lado. Padre nuestro que estás en nuestro corazón, nuestros recuerdos vivos y presentes, nuestras lágrimas y sonrisas... Padre nuestro, te amamos como jamás pensamos que se podía amar en esta tierra, porque es un amor cargado de respeto, de admiración, de querer verte, tocarte, estar contigo. Padre nuestro que estás en el cielo... descansa en paz, seguiremos tu ejemplo.

Ricardo Astorga Moreno, hijo.

 

CORPORACIÓN CULTURAL Y DE ECOTURISMO DE
SAN JOSÉ DE MAIPO

COMAIPO

San José de Maipo, 21 de Julio de 2006.
Señora Maria Eugenia Moreno de Astorga
y Familia Astorga Moreno.
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De nuestra consideración:

COMAIPO hace llegar a Uds. los sentimientos de profundo pesar de sus socios y directiva, por el fallecimiento de vuestro deudo y

socio de nuestra Corporación, don Eduardo Antonio Astorga Barriga.

Sus obras en el Cajón del Maipo, la formación de tan sólida y hermosa familia, su ejemplo de fortaleza en tiempos difíciles, su inteligencia y rectitud, quedarán por siempre vivas en el recuerdo de los que lo amaron y respetaron. Siguiendo su orientación, nuestra Corporación agregó el Ecoturismo a sus objetivos, lo que le agradecemos muy sinceramente.

En estos tristes días de dolor, sólo nos queda desearles que como un manto los cubra la conformidad divina y la esperanza del reencuentro en el lugar del cual nos contemplan los Justos, mas allá del Sol, el viento y las estrellas, naturaleza toda que Él tanto quiso.

Don Eduardo siempre estará presente en cada recodo del camino, en las ondas del Maipo, en las nieves andinas, en sus obras, en su simiente y en el amor de su familia y en el de los que lo conocieron.

Todos estamos con Uds. en estos momentos de tristeza, que el Destino nos reserva inexorablemente.

Afectuosamente,

Juan Carlos Edwards Vergara, Presidente COMAIPO.