::   LINTERNA- TURA
     Un día en la vida.

Por: Francisco Javier Bécquer.

Recuéstate al sol y escapa al mundo
déjate llevar por el hambre de agua
por el sonido de las piedras
por el sonido de las nubes
luego espera y quédate bajo el universo
esperando que escape el espíritu.

Cuando llueve, las lágrimas del cielo me deprimen de una manera gigantesca. Con sólo sentir las insistentes gotas de agua caer sulfurosas y estridentes sobre el techo de mi casa, siento como que me estuvieran arrancando el corazón. A veces siento que no tengo corazón, que estoy frío como un témpano, y que esa escarcha se apodera de mi cuerpo, mi cama y mi habitación. Cuando el viaje hacia el sueño parece un espiral, el reloj replica con voz potente y repetitiva e infernal, como si a un pequeño diablillo lo estuviesen torturando, haciéndole chillar como un loro atorado.

Me levanto, la lluvia devoradora de dineros y trabajos me
saluda burlona desde el cielo y las montañas. Tengo que vencer la depresión ocasionada por esa reina traicionera y lujuriosa. Cuando el hervidor eléctrico indica que el agua está lista, me acuerdo de Camila, la bella y delgada Camila, aquella tímida y provocativa chica. Pero yo aún dudo de sus intenciones, de ese juego de miradas que se da entre los dos, de esas sonrisas y palabras lanzadas al azar, de esos encuentros fortuitos. Todo podría tratarse de un juego, de un engaño o de una mentira, como también podría ser una exquisita verdad que se podría saborear como el menudo y frágil cuerpo de Camila, mi nueva musa.

Me serví un café cargado, sin azúcar, y preparé un sándwich de jamón con queso mientras observaba detenidamente un cuadro con la foto de Nataly y yo en la entrada de su casa.

-Tú no eres humana, tú no tienes alma ni corazón –le dije a su imagen.
-Soy feliz viviendo una falsedad de vida –me contestó su imagen.
-Pues entonces, perra mentirosa y traicionera, sigue así, que te olvidaré pronto.

Tomé el cuadro y lo lancé contra la pared. Luego agarré las llaves del auto y salí, dejando todo desordenado. Para eso está la empleada -pensé.

Iba conduciendo tranquilamente por la carretera hacia el pueblo de Tetricovia cuando una jovencita delgada, de ojos café claro y cabello recortado, me hizo detener la marcha. Era Camila.

-¿Me llevas al cole?
-Sube -dije indiferente.

Cuando ya estaba arriba, sentada a mi lado, acomodándose descaradamente las bragas, me dijo:

-¿Cuándo vamos a poder conversar en serio de nosotros?

Me encogí de hombros

-Yo... –dijo.

En ese instante detuve el auto bruscamente y, cerrando los ojos, me puse a llorar.

-¿Qué te sucede? -dijo, y trató de abrazarme.
-Suéltame -le dije rechazándola-. Mujeres como tú son las que me han hecho padecer.
-Discúlpame, pero yo...

La dejé abrazarme, la dejé también besarme, y sentí que no volvería a tener corazón, que el último trozo ya había sido entregado, mejor dicho regalado, a otra villana.

-¿Qué es esto? -pregunté.
-Que me gustas y quiero estar contigo.

La dejé en el colegio y ella prometió llamarme en la noche. Después detuve mi auto frente a la municipalidad del pueblo. Saqué un pitillito y fumé con pasión y alevosía. Me relajé un poco y me quedé dormido. Cuando ya creía sentirme en la otra dimensión, mis huesos crujieron fuertemente. La lluvia había cesado y el sol quería asomarse por entre las montañas.

Cuando desperté de las ilusiones, la vi afuera del auto, de brazos cruzados, con actitud desafiante en su hipócrita mirada. Sí, ella, Nataly, la fusión de la ternura física, la maldad y la falsedad del corazón y del alma. Bajé del auto y me miró enojadísima para luego exclamar:

-Si me pudieras decir todo lo que le dices a Elizabeth o a mi hermano o a tus amiguitos sobre mí...
-Mira, quiero ser educado contigo, una extraña que se me acerca descaradamente a decirme estupideces.
-¿Extraña yo? ¿Después de todo?
-¿Después de tus mentiras y descaros, Nataly? ¿Después de saber todo por otro lado? ¡Tú eres muy cínica!

Me subí al auto y ella se subió también. Cerré la puerta y conduje velozmente hacia la carretera.

-¿A dónde me llevas?
-Tu misma te has subido, perra.
-No me digas así.
-Dime que es mentira, a ti te gusta que te traten mal, ¿O no te excitaba que Guillermo te tratara mal y te obligase a...? Tú eres de ésas. Mejor dicho, una prostituta tiene más dignidad que tú, a lo menos lo hace por trabajo.
-¡Maldito, eres un maldito resentido!
-Mi amor se transformó en odio.
-Si tanto peleamos es porque aún nos queremos.
-Yo no te quiero.
-Yo tengo rabia contra ti.
-Te dije que nada teníamos que conversar.

Iba a como a 150 kilómetros por hora cuando Nataly comenzó a gritarme:

-¡Eres un imbécil, anticuado, poético y más encima artista! ¡Cómo los odio! ¡Detesto tu vida, por eso jugué contigo y tus sentimientos!

Detuve el auto frente a un barranco y me bajé. Nataly también se bajó. Echaba fuego por la boca.

-¿Por qué me decías entonces, perra, que me amabas más que a nadie en este mundo? ¿Por qué decías que sólo a mí me amabas de verdad?
-¿Qué iba a hacer, si no me gustas, infeliz, y mi familia te adora?
-Nataly, ¿por qué me hiciste sufrir? ¿Te gustó, gozaste?
-¿De verdad? Sí, me gustó burlarme de ti, como de muchos otros más...

Estábamos conversando cerca del barranco. Yo miraba fijamente el río para ver si algo sucedía, a ver si un milagro me salvaba de esa piraña de los corazones.

-¡Mentirosa, cínica, asquerosa, perra, vulgar, ramera!

Nataly, enfurecida como un demonio, me iba a golpear, pero yo me moví y ella pasó de largo hacia el barranco, y cayó. Alcancé a sujetarla con mi mano.

-¡Quédate quieta, tranquila, y trata de sostenerte de mi brazo con fuerza!
-¡No es necesario, no me salves, no lo merezco!
-¿Cómo dices eso? -le grité con rabia y casi llorando mientras trataba de equilibrarme para que no nos cayésemos.
-¡No me salves, imbécil!
-¡Perra, no te puedo dejar morir! ¡Perra, debes rehabilitarte del alma!
-¡Yo no tengo alma! ¡Déjame!
-¿Y tus padres?
-Ellos te quieren a ti...
-¡Tú eres su hija, estúpida!
-¡Ahora es tu momento de venganza, J...!
-¡Nooooooo! -grité cuando Nataly logró zafarse de mi brazo.

Cayó. En su rostro se veía el pánico y el horror, en formas terribles. Cayó gritando con todas las fuerzas de su voz y de su corazón:

-¡Te odio, nos encontraremos en el infierno!

Me quedé llorando un buen rato, luego me levanté, me sequé las lágrimas y exclamé:

-Nadie me vio con ella ...

Luego miré hacia donde había caído (en las rocas, pues vi una mancha roja y un bulto) y grité con todas mis fuerzas para que me escuchase incluso más allá de la muerte:

-¡El infierno no existe, sólo púdrete allí y verás!

Me subí al auto. Llegaría tarde al trabajo, y además en la tarde quería ir a buscar al colegio a Camila. Al fin y al cabo, no debía amargarme por una mala mujer. La vida continuaba y era un día más en mi vida. Un día. Un día quise tenerlo todo y morí intentando absorber las riquezas del mundo. Un día aprendí que la falsedad rige la mayoría de los corazones, y que el amor, lamentablemente, no existe. Un día aprendí que la venganza no se sirve en un plato frío, que no envenena el alma, y que es sólo un paso para la liberación. Un día aprendí que quien se burle de mi corazón, sufrirá más que yo...

Mayo 2005