:: CRONICA DEL CAJON.
   La fuente del agua.

Por Juan Carlos Edwards Vergara.

Las Sagradas Fuentes de los paganos -que entregaban el agua a los Druidas en sus templos construidos entre bosques de robles y encinas a las sacerdotisas de Delfos, a los Mayas, Aztecas, Incas, en la India, China, Roma, Persia y tantos otros lugares de la Tierra- recibían el respeto reverencial de los Antiguos. Hemos perdido el respeto por el agua y la Madre Tierra, que llora desconsolada la destrucción de su fauna y flora. Y sabemos que las próximas guerras serán por el agua, no para bañarse, sino para beberla. Por eso soy pagano, adoro el Agua.

Bebo el agua del estero Almendro, aquí en el Cajón del Maipo, entre San Alfonso y San Gabriel. Claro que, sinceramente, me gusta más el vino. Entiendo que sin agua se secarían las parras. La vid no entregaría su bendito fruto. ¿Qué pasaría con la viña Los Nietos de San Alfonso, de la cual soy un devoto feligrés? No quiero ni pensarlo. Desde mi perspectiva, ése es el problema principal.

Escuché un silbido y desde la ventana vi a Máximo Montenegro Vergara, al lado de la piscina, mojado por la lluvia. Me contó que el estero Almendro, que cae de la montaña por el medio del fundo de la señora Gertrudis, estaba creciendo y bajando barroso a causa de la lluvia, y solicitó autorización para desconectar las cañerías que traen el agua a las parcelas, para evitar su destrucción. Pasamos a mi refugio y nos tomamos un vaso de vino tinto para calmar el frío, ya que él comparte mi devoción por este divino líquido que nos legaron los dioses del Olimpo. Ahí analizamos la situación y me invitó a que lo acompañara. ¡Qué me dijeron! Apagué el computador, me puse una parka y salí detrás de Máximo hacia la montaña.

La Noemí, la señora de Alexis, nos abrió la puerta del fundo El Almendro, y subimos el estero seguidos por el fiel perro El Jefe, como lo rebautizó Máximo, pues los dueños que lo dejaron abandonado le habían puesto Osama. Esta decisión salvó al perro de ir a parar a Guantánamo. El Jefe está muy agradecido y lo sigue por todas partes. (ver edición 34)

El sendero que bordea el estero es estrecho, se encuentra rodeado de quillayes y de algunos otros árboles y zarzamoras que evitan una mayor erosión, pero el daño provocado por el agua barrosa descendiendo cada vez con más fuerza era evidente. Evitando resbalarnos y caernos en medio de las rocas situadas entre dos y cuatro metros bajo nuestros pies, llegamos a las mangueras. La montaña estaba coronada por una tenue capa de nieve. Sus farellones nos mostraban las distintas capas geológicas que el cataclismo que acabó con los grandes saurios y convirtió este antiguo mar en montaña, dejó para nuestro estudio, eso sí, hasta que una catástrofe similar la sumerja. Ojalá que eso no suceda, porque creo que estaría más cómodo aquí arriba, a mil doscientos metros sobre el nivel del mar, que a miles de metros bajo el agua o quién sabe dónde.

Levantamos las rocas que aseguraban las mangueras y las colocamos a los costados del estero, a una altura que no alcanzara la crecida. El agua subía de nivel a cada instante, y Máximo, parado sobre un peñasco, estaba mojado hasta media pierna. Allá abajo se atisbaba el puente El Almendro, y más al fondo el río Maipo. El olor a tierra mojada llevaba el aire frío a nuestras húmedas narices.

Máximo Montenegro es un personaje interesante. De niño cuidaba majadas en la cordillera y dormía al “penetro”, solo con sus cabras, dominando el miedo a la oscuridad, a los ruidos que meten los seres de la noche, al paso de las estrellas fugaces, de objetos voladores en el espacio, cuando no al viento, la lluvia y la nieve. Corría por los senderos de cabras detrás de la majada como un macho cabrío. Aquella jornada andaba con un tobillo medio dislocado y así y todo subió por el sendero, saltó las piedras, se metió al agua fría del estero, corrió las mangueras y recibió la llovizna en su cabeza. La montaña le enseñó muchas cosas y lo formó. Sabe construir casas, piscinas, mantener jardines y otro montón de menesteres. Así se ha forjada nuestra raza, que tiene defectos como todas, pero que para mí es la mejor del mundo. Y qué decir de las mujeres chilenas, maravillosas como la María Jesús, la chiquilla del Paro de “Los Pingüinos”. Estamos aprendiendo a ser cada vez mejores, y creo haremos de Chile un gran país. ¡Que los Dioses sean propicios!

Bueno, bajamos. Máximo para su casa, con su tobillo descompuesto, y yo a la mía. Ambos empapados y embarrados. La lluvia y la llovizna habían amainado por un rato. Otras volverían. Máximo Montenegro Vergara se fue donde su Irma. La quiere a su manera, pero la quiere harto, igual que a su hijo Máximo Segundo. Así somos en el Cajón. Cada uno tiene su manera de apearse, pero está repleto de gente buena.