:: LINTERNA- TURA.
    Los paraderos iniciales.

Esta notable obra poética -apacible, amable, indulgente- fue escrita con el apoyo del Consejo Nacional del Libro y la Lectura.
Raúl Hernández (1980), su autor, pudo escribirla bajo el alero de la Beca de Creación Literaria para escritores noveles 2004.


SAN JOSÉ DE MAIPO

Tomando mate y jugando al solitario
así estoy en este pueblo tembloroso

Los buses calmos y mi escaso dinero.
San José aparece entre los montes.

Una moto desvencijada empolva las calles
y un almacén aparece en el camino.

Yo no soy ningún forastero peligroso
ni la mala copia de un truhán.


Tierra tibia en mis manos.

Es mejor abrigarse y procurar
no perder la brújula.

Mientras
me amigo con los perros
que osaron ladrarme en el camino
(soy un buen tipo -intenté explicar-)

Este sol
es lo mejor que me ha pasado.

Poder respirar
es el gran poema.


Escribí en el momento justo
del té caliente y el pan amasado.

La pata del diablo no podrá pisotear
esta inmensa plenitud.

Los borrachos con chupalla me saludan
como a un colega
y en esta ocasión estoy un poco cansado.

Escribí en el momento preciso
caía la tarde y con ella la cascada.

Un ave me dice a lo lejos que: “todo lo
que hagas
será en vano, tu futuro es totalmente
incierto”.

 

DE DONDE VENIR

¿Por qué vienes en noche de San Juan
cuando especialmente aquí penan a
los jóvenes?.

No supe responder a la mesera.

Por mi garganta pasó un vino añejo
como el temor de ser otro
y no el que siempre quise ser.

Ahora sabré la verdad de la llorona –dije-.

Un silencio trajo a mi recuerdo
las noches frías del río.

Un silencio como mi boca
trasladando la indómita sed
al destierro.

Es de tarde
y el maíz salta escandaloso
en el carro de cabritas.

En la plaza un puesto de artesanía
viene a mostrar la greda de mi niñez.

Ven a correr este paso de cebra
-creo escuchar un momento-
ven a correr dentro de mí
me llegas jubiloso
me vendas caminando

Y no sé lo que dicen estas voces fabulescas.

Ningún librero reconoce mis poemas
ni mis gestos ni mis añoranzas
será que ningún libro lluvioso
ha llegado deshecho a sus manos.

Será que no reconocen a este personaje.

Vámonos a caminar por la plaza
nadie sabrá que eres llovizna
ni que le temes a este invierno.

Comprando en la tienda de la plaza
me vieron el otro día.

Yo permanecí fuera de la iglesia
juntando los trozos que me quedan de
religión.
Un viejo desconocido vino a saludarme:
“Vamos al Toyo camarada,
vamos a fumar veneno de alacrán”.

Asentí contrariado
y luego del vuelto:

Nunca hubo desconocidos
ni camaradas
ni veneno de alacrán.


Todo lo que escribas desaparecerá en
el río,
todo lo que sueñes acabará esfumando
el insomne halo del tiempo.

No viajes tras la medalla rota.

Camino al volcán
verás aparecer al cóndor del Melocotón
y es mejor estar lejos
de los poemas tenebrosos.

 

 

HAY UNA PRESENCIA
TRAS LAS ROCAS

Niña
ven a saludarme
ven a dar el quiebre a esta lentitud
saca a pasear a “La Pantruca”
y dime que no es mala hora
para escapar.

Juguemos un secreto entre las sábanas
una luna llena es lámpara furiosa
y su luz presagio
de futuro mejor.

Ven al parque a conocer estos gatos
que son tantos
estoy de cumpleaños
y el viento quiere decir sueños.

Niña
ven a saludarme
haz de esto indómita morada
la sed del cangrejo
al atardecer.

Guayacán es precisamente
“el lugar”.
Una canción de Congreso
viene a decir:
“Volador, volantín de plumas
chirihue, chirihue cantor”.

Presiento que un beso es algo necesario
y parecido al encuentro del jazmín.

Hay olor a sahumerio
y se caen las llaves
por el barranco.


Niña
no arranques por el cielo
todo se ha vuelto sombra en San Gabriel
y esta noche solo vivo
el capricho negro del cognac.

Esta vez he nacido nuevamente
a los pies de la cordillera
y tu amor es algo así
como la huida de las aves
desde esta serranía.

Niña
iniciemos un viaje a La Obra
antes que el ventisquero sepulte
mi chaqueta sucia
en Las Vizcachas.

Eres joven
y te queda mucho tiempo más
para escoger.

Y si te condeno a amarme
sin tu consentimiento
es porque las mañanas son menos tibias
y el regreso más frío
que de costumbre.

Eres joven
y aunque no me conozcas
te seguiré.

 

 

INVISIBLE

Ahora que vas por las calles
y sientes que todo lo que ocurre
lo habías vivido
en otro instante similar a éste.


Cuando los basureros
son delicia indecible
para felinos minuciosos.

Ahora que sabes
que nada solucionará
todo lo malo de improviso.

Eres invisible y voraz.

La escarcha desaparece
y los ojos lentamente
se cierran.


La oscuridad se inmiscuye
resbalando por los árboles
y todo el frío es semejante
a lo fortuito del reloj de arena
en el closet de la residencial.

Como extrañamente se vacían los
bolsillos
las tardes se alejan delineadas
por el enfermizo rubor de los vasos.

Los muebles ya no te reconocen
y los lápices desangran
el delicado error de la muerte.


Esta lluvia
rebota en las puntas
de las rejas caseras
como un devenir inaudito y terminal.

Es algo solamente triste
cuando las mascotas te miran
con sus ojos humedecidos
pidiendo el arrastre del concreto
y la solución
a este mar de hojas sumergidas.


Sólo un cable eléctrico
puede saber de tus sensaciones.

Todo es común y corriente
nadie es hoy algo genial
todos son cosas escupidas al olvido
y tú
no eres más
que el pasto seco de una plaza
en donde sólo juegan los hijos
que alguna vez soñaste
o creíste soñar.

El banco de la plaza es nublada dulzura.


Tú escoges con cuidado
la bolita de cristal para la tetera.

Las ratas se esconden

y en las nubes crees encontrar
la materia idílica
de tus sueños.

 

CAMINO AL INGENIO

Los niños van a la iglesia
porque los padres van a la iglesia
esta mañana
hace el frío de los mil demonios
y mi abrigo se escarcha.

Acudo al comienzo de esta carretera.

Se silencia la vida se enmudece.
Un automóvil acercándose.

Alguien en algún lugar
me espera.


Todos arrancan y enloquecen
los caballos, los niños, los ancianos
el pintor del barrio enloquece.

Esta tarde ha llegado
el hombre de las cadenas.

Son sólo dos minutos
pero tiembla fuerte.


Un cóndor
vuela raudo por los Andes
se escapa.

Este cóndor que nadie ve
es la flecha de la muerte.


Los momentos se instalan
en el living de la casa.

Todo se marchita.

Mi cuarto me abandona
en un silencio egoísta.

Envejezco.

Y soy un mismo sonar
entre los árboles.

Todo es brisa
en el Cajón del Maipo.

Me voy por ahí
impávido en la quebrada.

La tarde se añora
sin ese viejo
nadar entre los pastos.

Los libros se abren.

Nada me refleja.

 

SILENCIOS

Es esta nueva forma de sentir
la que encierra gestos
entre el amarillo de las tardes
y las cortinas.

Vas recogiendo papeles
que algún día olvidarás
en el velador añejo
de tanta ceniza de cigarro.

Un incendio en el cerro
imita el crepitar de nuestros corazones
y acomodas tu vestido
y presiento.


Es este cuarto gris
el que no permite que me alumbres
con tus hombros de neón

¿acaso fuimos un tropiezo en bicicleta?

Algo silba sobre los árboles
y nadie sale a comprar
esta noche.


Y si cayeran en el techo
los vidrios quebradizos
no escucharías los suspiros
que brotan por aquí.

Un abrazo leve
se esfuma tras la puerta.

Tu voz -igual que ayer-
es un mensaje puro
que viaja entre los libros
y la ropa.