:: PALABREANDO.
   "La pasma cogió al quinqui y lo metió al maco".

Por Vania Ríos Molina.

¿Será verdad eso de que los chilenos hablamos el peor español de Latinoamérica?

Dando una vuelta por la red me encontré con numerosos artículos referidos a este tema y, sin duda, no es fácil llegar a un consenso: para muchos al chileno no lo entiende nadie, habla demasiado rápido o le falta vocabulario; para otros, el caso argentino sería peor, con ese característico acento inventado por ellos, o el venezolano, cuyos localismos costeros o andinos los hacen suprimir o cambiar las letras. Sin embargo, la mayoría de los expertos afirma que, tanto en Chile como en el resto de los países de habla hispana e incluso en la misma Península Ibérica, existen múltiples formas de hablar el español, lo cual no necesariamente significa “hablar mal”. Todos estos modos de expresión adquieren determinados nombres, dependiendo de factores como: características geográficas, grupos etáreos, estrato social, etc. Veamos algunos ejemplos concretos:

El dialecto, corresponde a una variedad idiomática compartida por personas de una misma región geográfica. En esta categoría se encuentra la famosa “marraqueta” santiaguina, que un poco más al sur, en Rancagua, es llamada “pan francés” y en Valparaíso no conoce más nombre que “pan batido”. También está el caso del “balón de gas”, que en Talca y sus alrededores adquiere la simpática denominación de “bombona”.

El sociolecto, se refiere a la forma de expresión compartida por quienes ocupan un mismo estrato social. Acá tenemos el clásico acento “cuico”, cuyo ejemplo más representativo es anteponer a la letra “ch” la combinación ts, para lograr una especie de “tsch”. El cuico no dice “ocho”, dice “otscho”. Esta misma palabra, en un estrato social bajo, popular, sonaría como “osho”, con una s más arrastrada. Pero no sólo en la pronunciación existen diferencias entre estratos sociales; hay palabras o expresiones cuicas que un “flaite” jamás utilizaría, y viceversa. Un flaite nunca diría: “Amigui…lo pasé genial”, así como un cuico jamás dirá “Socitooo, lo pasé pulento”.

El cronolecto, es una variedad de lengua compartida por individuos pertenecientes a un mismo grupo etáreo y, dentro de éste, el más creativo corresponde al de los jóvenes. A esta categoría pertenecen expresiones como: bajón (estado depresivo, pero también incontrolables deseos de vomitar, producto de un cóctel etílico)); ¿la dura? (¿en serio?); no te preocupes… ¡yo te presto ropa! (¡yo te ayudo!).

Como podemos ver, el uso de estos modismos no implica que los chilenos hablemos mal. Al contrario, significa que el lenguaje está vivo, es dinámico y se adapta a las necesidades de cada grupo, transformándose en un verdadero elemento de identidad para quienes lo comparten.

Pero como les conté, no sólo los chilenos utilizamos expresiones muchas veces indescifrables para el extranjero. En países como Venezuela, Argentina, Panamá y Perú, entre otros, la cuestión no varía mucho. A continuación les mostraré cómo se dice una misma oración en distintos países de América Latina.

En español correctamente hablado un hombre dice:

“Esta bebida alcohólica es muy buena. A mí me gusta mucho, pero si bebo más de tres vasos me emborracho y al día siguiente despierto con un malestar físico tremendo”.

Para esta misma oración un chileno dirá:
“Este copete está la raja. Me cae del uno, pero si chupo más de tres pencazos me curo y mañana despierto con la mansa caña”.
Un peruano dirá:
“Este trago está paja. A mí me vacila como cancha, pero si chupo más de tres vasos me pongo huasca y al otro día me levanto con un caldero de la patada”.
Y un panameño…:
“Este guaro está nítido. Me gusta buco pero después de tres voy por fuera y amanezco con una goma pifiosa”.

¿Y cómo dirán un chileno, un argentino y un venezolano la siguiente frase?: “La policía atrapó al delincuente y lo mandó a la cárcel”.
Nuestro compatriota dirá:
“Los pacos pillaron al pato malo y lo metieron en cana”.
El argentino dirá:
“La yuta agarró al chorro y lo metió en la perrera”.
El venezolano dirá:
“Los tombos agarraron al malandro y lo metieron en la jaula”
¿Y en España?
“La pasma cogió al quinqui y lo metió al maco”.

No debemos confundir el hablar mal, es decir, pronunciar incorrectamente algunas palabras, con utilizar expresiones que validan la identidad de una región, un grupo etáreo o un estrato social. ¿Qué piensa usted, hablamos mal los chilenos?