:: AVENTURAS.
    Viaje a Machupicchu.

Por: José Pacheco Cárdenas.

Hola, soy Pepe, y quisiera compartir con ustedes, lectores, parientes y amigos, lo que viví en trece días de inolvidable viaje. Empujado por mi pareja fui a dar a los valles donde se asienta el pueblo de Quillabamba, muy similar a los cerros y quebradas del Cajón del Maipo. Acá, un poco más al sur de las tierras peruanas, la momia del cerro el Plomo, los Pukarás de Chena, el santuario Inca del cerro Peladeros, dan cuenta de la presencia incásica por estos lados.

Fueron días que me bastaron para comprender toda la carga simbólica de aquella cultura, su mitología y descendencia actual, la que aunque un tanto manoseada, se ha vuelto reconocida gracias a los modernos empresarios turísticos

Machupicchu al anochecer.
El contorno de los cerros forma
un perfil indígena cara al cielo.

(concesiones chileno-inglesas), que son los encargados de usufructuar de los servicios de trenes que trasladan por el único camino aparentemente viable al Santuario de Machupicchu. Estratégica y monopolicamente este transporte se paga en dólares, postergando a pueblos andinos que ni siquiera salen en los mapas, como Huiro, Santa María, Santa Teresa; y que con un poco más de esfuerzo y aventurando, te llevan de igual forma a ese lugar. Ahí están la señora María en su hostería Auqui, con el agradable perfume del idilio provinciano; Felícita, con su sopa de gallina; Martina, sordomuda que intenta sin gran éxito vender sus arreglos florales a rosados gringos que pasan por el pueblo de Corihuarachina en el tren turístico que se detiene sólo unos minutos; y don Luís, que a las siete de la mañana y con una sed tremenda va raudo a comprar cañaza (licor de caña, alcohol puro), “es para el mate”, dice. Quechua para todos, pero ni luz, ni agua, ni baños, ni modernidad. Ninguno de los privilegios que conocemos. Ahí la vida transcurre apaciblemente en medio de una ancestral realidad.

-¡Agüita, Mamicha!- pedía Charmín, una niña de dos años, después de comer choclos cocidos. A las tres de la madrugada nosotros y ella llevábamos quince horas atascados en medio de la noche a causa de los derrumbes provocados por las lluvias estivales, que con frecuencia se presentan en esos caminos de tierra y naturaleza sin domesticar. Y en el Cuzco -o Qosqo Llacta, como se llamó antes de que un brillante alcalde lo españolizara- el trabajo infantil no se queda atrás:
-¡Le canto señor!
-¡Le limpio sus zapatos señor!
-¡Le dedico un poema a su esposa señor!

Para ellos el trabajo comienza a las cinco de la mañana, y durante los viajes rurales descansan y duermen en los pasillos de los buses. Un tren diario para los dueños de casa (prohibido ir con los turistas) y cinco o más frecuencias full para el cosmopolita público que visita la ciudad.

Fue sentirme más latinoamericano y a la vez avergonzarme de las mezquindades humanas, puntualmente de grupos económicos chilenos. La existencia de campos minados en la frontera Tacna-Arica es la oposición a esta multiculturalidad, al sincretismo religioso tan arraigado, a los bailes y tradiciones análogas de gente morena, como usted y yo. Es tener un sentimiento encontrado, ciertamente, con mi país, al que veo como un hijo bastardo o el niño malo de Latinoamérica. ¿Causas? Sociológicas, ensimismamiento geográfico y psicológico, carácter propio, no lo sé.

Un dato curioso: Al norte de Mejillones existe un puerto llamado Cobija, que fue boliviano; son cosas que no se enseñan en nuestros colegios básicos.

Turistas chilenos paseándose con arrogancia en un país tan similar al nuestro, que de regreso a Chile mira una televisión creada para gente rubia y de tez blanca, feliz y exitosa, frente a la morena y mestiza verdad del 80% de sangre mapuche que corre por nuestras venas (incluso en los barrios adinerados de Santiago). Es la negación de un pasado indígena, el doble estándar y todo lo que ustedes ya saben. ¿Herencia española? ¿En qué momento de la historia perdimos nuestra identidad, o acaso el mestizaje jamás permitió tenerla?

Los pueblos los hacen sus gentes. Perú acepta su riquísima identidad cultural. Nosotros tenemos mall. Entonces a respirar y contextualizarnos…