:: CINE.
   Una verdad incómoda.

Por Gastón Soublette Asmussen.

Cualquiera haya sido la intención con que se realizó la película “La verdad incómoda” de Al Gore, es útil verla por la vasta información que contiene sobre el cambio climático que comienza a afectar al mundo actual. Es mejor que se haya hecho que no contar con un documental como éste.

El lector que ha seguido mi pensamiento hasta este punto aparte, podrá notar, sin embargo, que mi lenguaje al referirme a esta película es cauto, con una cierta dosis de inseguridad. La verdad es que, independientemente de que Al Gore diga
muchas verdades en su filme, eso no quita que éste haya sido realizado con cierta intención subyacente... La misma conferencia que se está anunciando para el mes de Mayo de Al Gore en Chile, es reveladora sobre lo que quiero decir. Se trata de una larga jornada en la cual, a juzgar por su programa, se advierte claramente que este evento es la versión del cambio climático que el empresariado quiere dar, pues el invitado de honor será uno de tantos junto a empresarios chilenos y otros personeros, incluidos los del Gobierno. Esto quiere decir que el poder económico, que es justamente el causante del desastre, se adueña del tema adelantándose a las futuras políticas ambientales, para sacar provecho de ellas y evitar que se vuelvan desfavorables a sus intereses.

Pero yendo más lejos aún, la película de Al Gore está concebida para eximir de culpa al “sistema”, es decir, a este modelo de civilización que está demostrando claramente no ser sustentable, y que ha sido el causante del deterioro casi irrecuperable de la biosfera, obligándolo a confesar sólo sus pecados veniales, pero ocultando sus pecados mortales. Por eso al Gore sólo propone estrategia de mitigación al mismo tiempo que defiende nuestros “modos de vida” como un logro supremo de la evolución humana. El no pertenece a ese tipo de hombre dotado de sensibilidad para percibir la organización global de la vida en el planeta, ni para sentir la necesaria reverencia por la sabiduría con que ha sido creado el ecosistema mundial. El sólo levanta su voz ante los hechos consumados y las consecuencias indeseables de un mal uso de la ciencia y la tecnología. Desconoce el proceso de degradación espiritual que precedió al desastre, esto es, la pérdida de los valores fundamentales de la cultura cristiana, y la consecuente degradación psicológica de la humanidad moderna, que dejó de ser «pueblo» para transformarse en «masa». Desconoce la atmósfera malsana en que han prosperado las ambiciones más suicidas de los poderosos de este mundo, causantes de grandes guerras, injusticias y violencias inauditas ejercidas sobre las masas humanas indefensas. Por eso Al Gore se cuida muy bien de no plantear el problema ambiental en el ámbito espiritual, porque eso lo llevaría a enfrentar las raíces del mal, y lo que el quiere es sólo mitigar los daños causados hasta la fecha y sus previsibles consecuencias a corto plazo, extremadamente desfavorables para todo el hemisferio norte de la Tierra, pero conservando intacto el sistema del que las grandes potencias sacan provecho a costa del sufrimiento y la degradación del tercer mundo.

Su mensaje es la más inteligente defensa que el sistema hace de sí mismo, lo cual no le resta, sin embargo, veracidad a su denuncia de los males que el calentamiento global está infligiendo a todo el planeta.

Con estos antecedentes podemos llegar a la conclusión de que, según Al Gore, el mismo sistema que nos ha llevado a esta situación es el que puede salvarnos del Juicio Final.