:: CRÓNICA DEL CAJON.
    De sexo e Hipocrecía.

Por: Juan Carlos Edwards Vergara.

Esta crónica trata de llegar a todos. Como la gran mayoría está muy ocupada y no tiene tiempo para lo profundis, sólo para lo erectus, hablemos claro y erectamente.

Respecto a Hipocresía se me ocurre comenzar con el Reino Unido. Este reino se ha destacado por la interminable secuela que han dejado en su historia distintos tipos de comportamiento hipócrita-sexual de mujeres y hombres. Baste recordar a Enrique VIII, que después del amor cortaba la cabeza   con   el   hacha   a   sus   esposas;   a Carlos II, gran
enamorado que paseaba a sus amantes sin disimulo; y en nuestros días al Príncipe Felipe y su hijo Carlos. También Isabel I tuvo varios amantes, a pesar de ser la Reina Virgen. El elegido no podía negarse, ya que corría el peligro de ser la última de sus negativas. Y el pobre Oscar Wilde, con el hijo del marqués...

Respecto a la sexualidad aceptada, en la antigua Grecia, el Batallón Sagrado de los tebanos estaba conformado por homosexuales que vivían en parejas y peleaban fieramente, espalda a espalda, defendiendo la vida del amado. Eran los mejores soldados de Tebas.

Respecto al abuso, las falanges de Alejandro Magno, cuando arrasaron Tebas, violaron por igual a hombres y mujeres. Para los macedonios era signo de virilidad penetrar, sin distinción de sexos. Para ellos, igual que para el pueblo chileno, los homosexuales son los penetrados.

De los samuráis se habla de muchos amores entre ellos. No he profundizado sobre el tema.

Los antiguos romanos, que formaron el imperio más grande que ha existido, prohibieron las prácticas homosexuales durante la República y las toleraron durante el Imperio. El gran emperador Adriano recorrió sus dominios con su mujer y un apolíneo joven, Antinoo, que era su amante y que se ahogó cruzando el Nilo. Ordenó edificarle un templo, en su memoria, a orillas del Nilo.

Para qué hablar de Rusia y los insaciables apetitos sexuales de muchos de sus zares, zarinas y nobles. Catalina la Grande dejó pálidos a los más bizarros tenorios. Rasputín dejó una huella indeleble en su historia. Y los jerarcas posteriores también tuvieron serias consumaciones en torno a la práctica del tema erótico.

Los más refinados en el tema fueron los del Medio Oriente -persas, árabes y otros-, donde las mujeres se hacinaban en harenes y serrallos. Abundaban los mancebos.

En todos estos casos existe una constante que he sintetizado en una frase que, seguramente, cause controversias: La mujer es el botín del vencedor. Claro que con la liberación de costumbres en el mundo occidental, debemos completarla: El hombre es el botín de la vencedora. Y aún más: Hay hombres que son el botín de vencedores y mujeres que lo son de vencedoras. Tenemos que ser justos. Hoy las cosas son así, reconozcámoslo sin hipocresías, simplemente.

Creo que hay que dejar que la naturaleza siga su curso. Aceptar sin prejuzgar y actuar en consecuencia. Se debe definir claramente el derecho de cada persona a decidir el curso de su vida según su conciencia, mientras no dañe a la comunidad. Hace poco, aquí en Chile, una pareja de diputados logró aprobar una Ley -esto lo digo a manera de ejemplo-: que toda mujer menor de 18 años no puede tener relaciones sexuales, en cuyo caso su pareja es acusado de abuso sexual y se expone al escarnio y a las penas del infierno. ¡Qué absurdo! Mi abuela se casó a los quince años. Hoy, una niñita de doce sabe más que los diputados de marras sobre el sexo, de los cuales cabe preguntarse: ¿Habrán tenido algún trauma en su juventud? Nadie tiene derecho a poner edad al libre discernimiento de una mujer o de un hombre sobre lo que haga con su cuerpo, mientras no exista violación o fuerza. Esto ha llevado a “excesos” de la Justicia, en pos de una legislación que proteja, pero que parece que está desequilibrada. ¿Esto es Inquisición o Derecho Penal? Para el niño que tira piedras: discernimiento a los 14 años. Preso. Defensa del Capital. Extraño. ¿Y ése niño no tiene derecho al sexo hasta los 18? Más extraño. El Gran Inquisidor, el dominicano Torquemada, debe estar muy contento.

¿Y a qué todo esto? Es que vivimos en un mundo hipócrita, lo cual lleva a que la gente desprecie legislaciones absurdas e injustas. Algunos, con buenos abogados, escapan ilesos de ser castigados por delitos enormes. A otros, por ser desvalidos frente al sistema, les dan cinco años por robar una cartera. Se construyen cárceles y cárceles, se contratan más gendarmes. Está bien. Pero para evitar la proliferación del delito -producto de la falta de oportunidades, que llevan a la droga y el alcohol- deben construirse más escuelas y centros deportivos, dar más trabajo y acortar la brecha entre pobres y ricos. De lo contrario, los presos serán más que los libres, o las cárceles serán para que vivan protegidos los “buenos”, mientras los “malos” andarán sueltos. Preocupémonos de lo realmente importante: de las causas que producen estos efectos.

Yo estoy muy preocupado. No sé cómo comportarme con las mujeres, los hombres, los niños, los viejos. Incluso no me atrevo a acercarme a las estatuas. No vaya a ser que al tocar un desnudo discóbolo de piedra me acusen de homosexual, o si acaricio los senos de mármol de una réplica clásica griega de una hetaira, sea llevado al cepo por degenerado y salga en todos los diarios, avergonzando a mis descendientes y causando la huida de mis conocidos. Me expongo a quedar en el más absoluto abandono y tal vez encarcelado de por vida. Sólo me quedaría sacarme un gran premio en alguno de los sorteos que proliferan, para poder ser defendido por alguno de estos grandes estudios jurídicos frente a alguna acusación absurda. Por de pronto, he optado por no llevar a nadie “a dedo”. También, tener una declaración jurada ambulante para que sea firmada por todos los que entren a mi modesto vehículo o a mi pequeño hogar.

¿Ustedes creen que este escrito es irónico o satírico? Señoras y señores, es la pura verdad.