:: EXPOSICION.
   Des-hielando hielos para transparentar vidas humanas.
Por Heidi Shmidling.

Con motivo del mes del mar, el Faro Punta Delgada, ubicado en la comuna de San Gregorio, a 150 kilómetros de Punta Arenas, está a disposición de la cultura y el arte para acoger la nueva propuesta de la destacada fotógrafa nacional Mónica Oportot: «Boca Oriental del Estrecho».

La muestra, realizada con el aporte del Fondo de Provisión Cultural Regional de Magallanes y Antártica Chilena, se inauguró el 12 de Mayo con la presentación de la actriz Antonia Zegers y la asistencia de las autoridades locales. A
ella invitaron la Intendenta, Eugenia Mancilla, el Alcalde de San Gregorio, Carlos Mandriaza, y el Capitán de Navío LT, Ricardo Bendel, Gobernador Marítimo de Punta Arenas.

En forma excepcional, el Faro de Punta Delgada, testigo de las historias marinas fundantes del territorio magallánico, se transformará en un escenario que cautela el patrimonio histórico, artístico y cultural de la región extremeña de nuestro país. Y lo hará bajo la intensa mirada de Oportot, quien lleva una vida caminando hacia las cuatro direcciones del mundo con el objetivo de captar la diversidad en las vidas humanas.

Luego del tiempo viajero, la fotógrafa se recluyó en su estudio cordillerano de El Colorado, en el Cajón del Maipo, para dar vida al relato que exhibe a partir del 12 de mayo en el Faro de San Gregorio. Sus imágenes des-cubren el paisaje y la cotidianidad de hombres y mujeres pamperos, que viven más allá -y a pesar- del hielo.

En sus tradiciones persiste, congelada para la eternidad, la memoria histórica de quienes habitaron esos territorios originalmente: Tehuelches, o Aonikenk, el pueblo de Rosa Vargas, la Rosa del viento. Vidas que aún mantienen un dejo de transhumancia y que en una vasta soledad viven la solidaridad más tejida y el frío más extremo, que se convierten en mantos de lana de oveja y calidez de guitarra y mate. Para construir esta historia, Mónica Oportot recorre los rincones apartados de la comuna patrocinada por su alcalde, y comparte durante meses las mañanas y las noches con las familias de ovejeros.

Presa de la misma inquietud con la que César Vallejo se adentra en el mundo andino para decir «perdonen la tristeza» -y pese a ella, resaltar el múltiple lenguaje de sus territorios transformados por manos y voluntades humanas-, Oportot rinde tributo con este trabajo a los pamperos habitantes de Villa O’Higgins y retrata la esencia del esfuerzo diario allí donde sólo hay viento y coirón, logrando la máxima calidez. Un destino que orienta al faro de San Gregorio, el mismo que atestiguó la llegada de los barcos europeos que entraban conquistando el Estrecho Magallánico.

Pero ni la permanente lluvia ni la adversidad logran matar la magia con que Mónica Oportot transmite la parte menos visible de Chile, desplegando con imágenes de mil palabras un «perdonen la tristeza porque aquí también está la gloria», y da paso a la fuerza que le gana a la vida. De ese modo su mirada conecta el cielo Patagónico con el deambular de ovejeros y sus miles de ovejas, con el anciano de manos experimentadas y seguras y con el joven que aprende con bravura y fuerza, asegurando la continuidad de su oficio.