:: PALABREANDO.
   Más raro que gallina con dientes.
Por Vania Ríos Molina.

Hoy me referiré al interesantísimo artículo «Sentido del humor y ‘humor negro’ en el español de Chile» aparecido en la Revista Contextos, publicación de la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación, y cuya autora es la Profesora Teresa Ayala, docente de esa casa de estudios.

Mi intención al exponer este capítulo es lograr que un tema tan representativo de nuestra identidad, el sentido del humor -presente en toda circunstancia, incluso en las más tristes y desafortunadas-, sea conocido por todos y no se reduzca sólo al mundo académico y universitario, sobre todo considerando el tratamiento que da a su trabajo la autora, lleno de verdades que a más de alguno esbozará una sonrisa.

Entre otras causas, se afirma que el aislamiento geográfico de nuestro país ha incidido en que hayamos desarrollado un sentido del humor particular y con matices distintos al del
resto de la región latinoamericana. Según la profesora Ayala, las creaciones lingüísticas chilenas expresan nuestro carácter mezclando la ironía, la burla e incluso la crueldad mediante juegos de palabras que a menudo apuntan al defecto del otro.

Dentro de estas creaciones lingüísticas aparecen los Apodos, los que según la RAE corresponden a: nombres que suelen darse a una persona, tomados de sus defectos corporales o de alguna otra circunstancia. En esta categoría se incluyen, por ejemplo, los apodos deportivos alusivos principalmente a una cualidad del atleta: “el sapo Livingstone” (por sus saltos para atajar el balón) o “mano de piedra González” (por la potencia de su derecha). Pero también hay otros que pertenecen al ámbito del humor negro: “el chueco Ponce” (por la deformación de sus piernas) o “el murci Rojas” (por su similitud con aquel mamífero). Fuera del contexto deportivo, la gama de apodos creados por el chileno incluye seres del reino animal, vegetal, comparaciones, etc. Algunos motes que aluden a defectos físicos asimilándolos a animales: “cogote de almeja”, “patas de canario”, “ojos de jurel”, “cabeza de chancho”, etc. Dentro del reino vegetal: “cintura de huevo”, “melón con patas” (obeso), “aceituna con ojos” (si la persona es de raza negra), etc. Otros apodos son: “chupete de fierro” o “volantín de cholguán” (aludiendo a alguien antipático, pesado); “pastillita de menta” (chica, guatona y picante); “el pat’e cumbia” (que tiene un defecto al caminar); “ensalada de dientes” (persona con dientes torcidos).

Seudoantropónimos. Son palabras que adoptan la forma de nombre, pero con significados diversos. En Chile es común usarlos por similitud fonética: “Poblete” (pobre), “Riquelme” (rico), “Federico” (feo), “Maluenda” (malo), “llamar a Guajardo” (vomitar), “Lucrecia” (luca, mil pesos), “de Michael” –pronunciado “de máikel”- (demás, de todas maneras); y para responder a un comentario: “¿Y Bosnia?”, ¿“y Boston?”, “¿Albornoz?” (¿Y (a) vos no?). En esta misma categoría, pero con un humor negro: el “Keko” (el que cojea), la “Cyndi” (sin dientes), la “Cyndi Nicole” (sin dientes ni colmillos), la “Karen” (car’empleá). También los nombres de enfermedades son transformados: la “Rosita” (cirrosis), la “Clorinda” (arterioesclerosis) o el “Johny” (juanete).

Seudogeónimos. Palabras que adoptan la forma de un nombre de lugar que encubren significados que no se han querido hacer evidentes: Ir a Pichilemu (orinar), ir a Chicago (defecar), ir a Cachagua, ir a Aculeo (tener relaciones sexuales), estar en Canadá (en la cárcel), por Detroit (sexo anal). En el ámbito del humor negro: viene de Putaendo (que ejerce la prostitución), viene de Coihueco (hueco, homosexual).

Para terminar, un campo muy prolífico que demuestra la creatividad del humor chileno son las Comparaciones, aunque hay que aclarar que la fórmula “más” no es exclusiva de nuestro país. Dentro de esta clase aparecen: más corto que viraje de laucha, que manga de sostén, que muleta de cocodrilo (persona tímida); más arrugado que calzoncillo de taxista, que sobaco de elefante, que plata pa’l pan; más perdido que boleto en bolsillo de paco, que guagua de teleserie; más apretado que tapa de submarino, que mano de trapecista, que abrazo de curados; más transpirado que testigo falso, que caballo de bandido; más urgido que monja con atraso; más raro que gallina con dientes, que pescado con hombros; más enredado que cachipún de pulpo; más fuerte que el orgullo, que el amor de madre (que huele mal); más arreglado que mesa de cumpleaños (un evento fraudulento); más picante que lista de novios de Pre-Unic, que promotora de cochayuyo, que sostén de cotelé. Y con un humor más negro encontramos: más rápido que entierro de pobre, más fome que cumpleaños de sordomudos, más seco que toalla de Bob Marley, más atento que Mónica Lewinski.