:: PREÁMBULO.
   Los Cielos lloraron torrencialmente.

Por : Juan Pablo Yáñez Barrios.

Por qué será que los cielos se pusieron a llorar torrencialmente el 16 de Julio de 2007, día en que San José de Maipo cumplió 215 años. La fiesta se aguó, los desfiles se ahogaron, los discursos se resfriaron, la gente se refugió en sus casas. Pareciera que los cielos no querían brindar por una comunidad que, lejos de surgir, parece estancada en su propio conformismo y resignación.

Yo estuve ausente de San José durante 20 años, ausente de la vieja casona familiar que comenzó a acogerme el día que en nací, en 1945. Cuando volví, en 1993, no tardé en darme
Anaís, puro San José de Maipo
cuenta que las veredas frente a mi casa seguían siendo de polvo en verano y de barro en invierno. Todo estaba más o menos igual, excepto algunas avalanchas de vehículos que algunos fines de semana avanzaban montaña adentro invadiendo caminos, cerros, esteros y campos. Para ellos, sí se habían arreglado los caminos, en cambio, el pueblo de a pie seguía mojándose los zapatos a través de la lluvia y el barro, como el día de este último aniversario.

En esta misma página, hace un año, nos preguntábamos: ¿Habrá algo realmente nuevo en nuestro querido Cajón, el próximo aniversario? Si 20 años no es nada, qué podríamos esperar de sólo uno. Aquí estamos, marcando el paso. Propongo que nos remezcamos un poco, que nos sacudamos el polvo acumulado y comprendamos que la forma de levantar nuestro territorio debe ser con una nueva mirada, una que desarticule las estructuras viejas para levantar nuevas alternativas.

Esta casa, que me cobija mientras escribo, fue construida por mi abuelo escritor en los años 20, en el siglo pasado. Aquí se sigue escribiendo. Se hace una revista que en gran parte está conformada por colaboraciones de vecinos cajoninos. Pequeñas iniciativas como éstas, y otras mayores, hay suficientes en nuestro Cajón, en todo ámbito. Muchos empresarios hacen su tarea por entregar un servicio que no dañe nuestro medio ambiente, muchos artesanos intentan crear bellezas que nos den una identidad, muchos trabajadores mantienen en movimiento la vida cotidiana, etc. ¿Qué nos falta? Algo simple, pero al mismo tiempo difícil: unidad para conseguir una fuerza directriz que -sin partidismos o, al menos, con tolerancia- tenga corazón, médula y mente al servicio de nuestra región como meta primera y última.