Un ternero
había desaparecido el día anterior, ni rastros
de sangre había. El león de frentón no
había sido. Era ese hombrecito, pero nadie lo había
pillado con las manos en la masa. Seguramente lo había
escondido en algún cerro para irlo a buscar después.
Y así fue como lo intuyeron: como todo buen cajonino
conocedor de sus tierras, el hombrón, junto a otro
viejo, dieron muerte al animal, lo carnearon entre unas piedras,
no dejando rastro visible de su ilícito, echaron la
carne en sacos, subieron cerro arriba y los encaramaron en
unos árboles. Al bajar, con sus pies taparon las huellas
de sangre. Contentos, a patita se fueron para San José
y se tomaron unos vinos en el Colo Colo haciendo brindis por
el asado que se acercaba. Ya bajando el sol, cada uno se fue
a su hogar, esperando juntarse al día siguiente para
ir a buscar el premio antes que se descompusiera. Ese mismo
día el dueño del animal dio aviso a carabineros
y les dio el nombre de quien desconfiaba para que le dieran
una frisca que recordara toda la vida.
Al día
siguiente el hombrón se levantó temprano y,
sin esperar a su compadre, con un saquito al hombro, haciéndose
el tonto, con un pucho en la boca, partió a buscar
sus pedacitos de carne. En el camino se encontró con
varios arrieros, y sacándose el sombrero saludaba.
No faltó quien diera aviso a los carabineros, y rápidamente
una pareja de ellos ensilló dos caballos y partieron
en busca del cuatrero. Éste, sin apuro, subió
hasta donde estaba la carne, buscó leña seca
y empezó a echarla en un saco limpio. Después
agarró un lomito y unas costillitas ordenándolas
al medio del saco, y encima puso más leña. Se
arregló el cinturón, se sacudió la chaqueta
y el sombrero y comenzó a bajar. En el camino se encontró
con los carabineros:
-¿De
dónde viene, amigo bueno pa la carne?
Riéndose, así como avergonzado, respondió:
-No, mi suboficial, qué carne, a puras verduritas no
más pasamos con mi vieja.
-¿Y qué andai haciendo aquí con ese saco?
-Pucha mi suboficial, usted no se case nunca, fíjese
que la vieja me mandó a buscar unos palitos pa
cocinar dijo bajando y abriendo el saco para que los
carabineros miraran. Y claro que era pura leña. Lo
cerró con toda calma y se sentó sobre él.
Riendo, los carabineros lo señalaron:
-Es que dicen que vos soi tan bueno pa la carne poh
Y ayer se perdió un ternero y el león está
claro que no fue, así es que tuvo que ser un cristiano
nomás.
-Hay gente tan re mala pues mi suboficial, no como uno, hombre
de trabajo.
-Ya poh, entonces vamos a seguir recorriendo.
Un kilómetro
más arriba se encontraron con el dueño de los
animales, quien preguntó si habían encontrado
al hombre. Respondieron que sí, pero que no había
ningún problema, si el pobre andaba cansado buscando
leña.
-¡Pero cómo! ¡Apuesto que a ustedes también
los hizo hueones!
Los carabineros, rascándose la cabeza, no entendían.
-A ver, dónde se lo encontraron
Y partieron hacia el lugar. Y justo donde estuvo el saco y
sobre él sentado el hombrón, había una
enorme mancha de sangre.
Y el dueño les dijo:
-¡Puta la leña sangrienta, quizás de qué
árbol será!
Los carabineros rieron, pero de pura vergüenza, y tirando
de las riendas se fueron al retén.