:: ADIOS AL ÚLTIMO PATRIARCA.
    Se marchó el señor de las nueces
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...le gustaba jugar solo, construyendo cosas con palitos y piedras...

Alfonso Octavio Astorga Barriga. 18.7.1914 / 17.6.2007

Nació hace 93 años en San José de Maipo, siendo hijo del fundador del pueblo de San Alfonso, don Máximo Román Astorga Alday, y de doña Florinda Barriga Grossi, dueños de la cuenca montañosa llamada Cabeza de Ternera -en honor a un cerro parecido, doce kilómetros más adentro de San José, en el Cajón del Maipo, lugar donde también había un pequeño villorrio aledaño a las antiguas casas patronales, paso obligado de los eternos arreos de vacunos que venían de la Argentina y que marcó la vida de los Astorga Barriga para siempre.

Alfonso fue el hijo menor de la familia compuesta por dos hermanas, Sara y Graciela, y seis hermanos, Enrique, Tomás Ramón, Carlos y Eduardo; y siendo él el octavo, le dieron como segundo nombre Octavio. Desde temprana edad se integró a un grupo familiar que practicaba la Unión y el Respeto, la Honradez y la Responsabilidad que exigía don Máximo, y la Bondad y la Alegría que predicaba -rosario en mano- doña Florinda, cuya devoción por San Alfonso la llevó a cambiarle el nombre al predio cuando su marido, apremiado por las necesidades económicas -entre ellas la educación de los hijos-, planificó la urbanización del pueblo cordillerano por
 
donde ya estaba pasando el tren. La familia se trasladó a Santiago mientras don Máximo seguía sus actividades como administrador de la mina “Merceditas”, en El Volcán, veinte kilómetros más adentro, en la cordillera. Entretanto, los días pasaban lentos el liceo y la universidad, y rápidos durante las ansiadas vacaciones académicas, tiempo en que se fueron sumando anécdotas y recuerdos.

Alfonso fue un niño hermoso, de ojos azules, de carácter introvertido y analítico. Sus hermanos mayores cuentan que le gustaba jugar solo, construyendo cosas con palitos y piedras, y cuando le preguntaban qué estaba haciendo, él respondía -en su media lengua- coshitas, y desde entonces lo bautizaron como “El Coshita”. Pasaron los años y “El Coshita” hermoso se convirtió en un joven buenmozo y apetecible. Dicen que no era muy estudioso, pero fue campeón de cueca y de natación. Después del colegio, ingresó a la Escuela de Artes y Oficios (hoy USACH), donde se tituló de Técnico Mecánico y posteriormente de Ingeniero Mecánico. Pero si la Mecánica fue su vocación -porque hasta en carreras de auto estuvo-, su devoción fue la Agricultura, y junto a sus hermanos Enrique, Ramón y Eduardo formó algunas empresas agrícolas explotando el tabaco y el arroz, además de plantaciones de nogales y pinos en San Alfonso.

Después de una exitosa carrera de soltero (se había dejado bigote y tenía un extraordinario parecido con Clark Gable), finalmente -ya cuarentón- se casó en 1961 con Chita Marchant, aportando él una hija llamada Pilar y ella un hijo llamado Christian. Con el tiempo tuvieron a José Ramón y a Carolina María de Jesús, estableciéndose en Santiago cuando el negocio agrícola terminó y Alfonso ingresó como Ingeniero a la ECA y posteriormente a ENAFRI, empresas estatales agrícolas y de refrigeración respectivamente. Vinieron los tiempos turbulentos de la Unidad Popular y del Golpe Militar. Alfonso, al igual que muchos, tuvo que emigrar al Ecuador, donde pasó varios años trabajando en la construcción caminera ecuatoriana en las selvas y en los litorales. Posteriormente, el destino familiar lo trajo nuevamente al norte de Chile, a Sierra Gorda, donde su hermano Tomás -minero como su padre- había instalado una planta de recuperación de plata llamada FLOMAX, en recuerdo de sus padres ya fallecidos (Florinda - Máximo).

Los años de soledad hicieron caducar su matrimonio y Alfonso, ya sesentón pero con aspecto cuarentón, característica que lo acompañaría toda su vida-, jubila y se instala definitivamente en San Alfonso. Con la muerte de los padres, acaecida años antes, los terrenos agrícolas fueron repartidos amigablemente entre los ocho hermanos. Coshita administra sabiamente su predio creando un bello nocedal, donde construyó su hogar definitivo. Sus hijos habían crecido y le dieron nietos. Por otro lado, el precioso choclo familiar se fue desgranando y sus hermanas y hermanos siguieron sus padres hasta que Alfonso, el año pasado, finalmente quedó solo... ¡PERO NO SOLO!, porque los treinta primos que nacimos de la Familia Astorga Barriga lo habíamos adoptado como PRIMO MAYOR... Y así fue hasta el día de su muerte, cuando la Naturaleza y el Destino lo llamaron al lado de sus padres y hermanos, dejándonos con el maravilloso recuerdo de su calidez, su bonhomía, su bello garbo y su simpatía, cerrando así la historia de esta familia que nos ha grabado en el corazón y en el alma, y en los terrenos sanalfonsinos que ahora nos pertenecen, el ejemplo que debemos mantener como nuestro estandarte familiar. Así podremos escuchar en el viento y en el ruido del río, sus voces cantándonos desde el Cielo... con el guri...guri... guri...

Máximo Ramón Astorga Rojas.