:: PREÁMBULO.
   Virtual Navidad Real.

Por : Juan Pablo Yáñez Barrios.

Es buena noche para trabajar ésta, le dice Carmela al hombre que está acostado a su lado, cuando se puede hay que ganar plata. Sabe que para Navidad hay hombres solos y es una buena oportunidad que da la vida. Total, dice, llego a casa poco antes que las tías vayan a dejar a mis hijos, y llego con regalitos. El hombre la mira diciéndole ya, yo también tengo que llegar a casa, y se encabrita arriba de ella y después se da vuelta y dormita un rato. Como a los cinco minutos se viste, paga y chao. Se le fueron las energías, ya no tiene ganas ni
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para un beso. Aunque se acerque Navidad, cada uno se gana la plata que necesita como puede, piensa Carmela..

Bien lo sabe el Pelao, a pleno sol metido en ese traje de Viejo Pascuero y con peluca postiza haciéndoles fiesta a l@s niñit@s de papá en el Mall. Me voy a diluir en sudor, piensa, mientras acaricia la melena de un chico muy entusiasmado de estar al lado de ese famoso personaje y que pide una bicicleta, un auto, un camión, un avión, un helicóptero y un dinosaurio. El Pelao piensa en su casa de la población y se imagina a su mujer preparando un ponchecito para la noche, bien helado, hace calor. Al Pelao no le gusta su pega, pero es lo que hay. Lo importante es que a pesar de todo, a pesar de lo perra que a veces es la vida, nadie está deprimido ni nadie se muere de hambre.

El Panchito, de 10 años, quiere una pelota de fútbol. En la pobla hay cancha y todos saben que juega bien, por eso mucha gente ha puesto algunos pesos para comprársela. Porque el Panchito tiene cáncer, por eso la gente pone plata aunque no tenga, porque le tienen pena. El niño sabe que está enfermo, pero dice que igual las piernas le siguen funcionando, nació y morirá bueno pa’ la pelota y quiere seguir yendo a la escuela de todas maneras. En estos días él está especialmente entusiasmado, pues le gusta esto de la Navidad, no sólo por los regalos, porque sabe que tendrá nada más la pelota de parte de los vecinos que lo quieren, sino porque a veces se siente emocionado y no sabe por qué.

El espíritu navideño se va extendiendo por el aire y contagia. Aunque cada cual siga haciendo lo suyo, el espíritu navideño -de amor, de paz- penetra en los corazones no demasiado duros. No deja de ser un día complicado para muchos, pero el Pelao y la Carmela no están solos. Por la tarde del 24 se encuentran en la escuela de los niños, donde las tías están celebrando. La Catita, una chicoca de 8 años, camina por entre las plantas medio secas de la escuela y de pronto corre excitada a donde su mamá y le dice ¡sí, sí, creo que lo oí detrás de los árboles y se reía ¡hooo, hooo, hooo!, seguro que ya vino el Viejito, dejó los regalos!... Los otros niños, entre ellos Panchito, gritan en coro ¡el Viejiiiito! ¡el Viejiiiito! (aunque algunos saben que es puro cuento), y salen corriendo por el patio y encuentran cartuchos de dulces, unas muñequitas, unos autitos, paquetitos así debajo de un arbusto con algunos adornos navideños. Un papá despistado abre una caja de vino y las mamás cortan el pan de Pascua del súper, a $ 899. Pero una tía le dice no, aquí no se toma vino, entonces aparece la coca-cola y todos cantan Noche de Paz a capela.

La Carmela y el Pelao están tomados de la mano, ella con su Panchito apoyado en el regazo, él con su Catita sentada en sus piernas acunando a su muñequita nueva. Panchito no suelta su pelota de fútbol. Y la vida sigue.

 

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