:: EL CAJÓN DE LAS VERDADES OCULTAS.
   Los perros del camino

Por: Marisol Larenas Navarrete.

Cuando llegó era la novedad de la casa, el juguete nuevo. Al comienzo todo era alegría y juegos. Cada gracia era aplaudida y festejada. Pero poco a poco, de las caricias se pasó a los castigos. Las plantas destruidas, la ropa colgada terminaba en el suelo… Todo comenzó por una decisión tomada a la rápida, un impulso… Eran tantas las gracias que hacía, además de ser tan tierno y juguetón. Decidieron quedárselo y meses después… abandonarlo.

Esta es la historia de centenares de perros que terminan vagando por las calles de las ciudades de Chile, buscando comida en la basura, siendo correteados de todas partes, atropellados y engendrando más y más perros callejeros. Si pudieran hablar relatarían historias de hambre y frío, de cómo fueron la mascota de alguien. Pero finalmente terminaron en el más completo abandono. Que ya era muy viejo, que estaba enfermo, que ya no obedecía órdenes, que era hembra. Ellas siempre son un cacho en cualquier especie. O quizás, finalmente porque terminó mordiendo al niño que jugaba a tirarle la cola o a lanzarle piedras.

¿Quién no se ha fijado en los perros callejeros, en su simpatía e inteligencia, en la gracia del infaltable quiltro dieciochero de la Parada Militar? Se les presta atención un momento, quizás una caricia, pero no pasa más allá. Son los parientes pobres de una sociedad cada vez más banal y consumista. Las mascotas pasan de ser un regalo bonito a un estorbo cuando crecen demasiado, estorbo que va a parar a la calle. O en algunos casos son subidos al auto y abandonados fuera de la ciudad. Por suerte, o porque los perros también tienen un Dios, no todas las personas reaccionan de la misma forma. Hay quienes hacen algo más.

Es el caso de Marcela Opazo, mujer de ojos brillantes y sonrisa sincera. De pequeña aprendió a amar a los perros, sintió por ellos un gran amor y descubrió una forma de comunicación sin palabras. Cuando, por cosas de la vida, llegó a uno de los caminos de Pirque en busca de unos perros de su barrio que habían sido abandonados, vio una cantidad considerable de mascotas "perdidas", muchas de ellas aún con sus collares. Eran muchísimos, tenían hambre y estaban enfermos, vivían en abandono entre los cerros. Se reunían en jaurías o manadas siendo amenazados por los autos que pasaban a altas velocidades. Finalmente encontró a los perros que buscaba en otro lugar, fuera de Santiago. Pero la imagen de los Perros del Camino no se borraba de su mente. El llamado había sido recibido…

Hace más de seis años que Marcela, en compañía de su
esposo Basilio, recorre el camino alimentando a los hermanos menores abandonados. Además, les coloca inyecciones, vacunas, y les previene y cura enfermedades como la sarna. Ha visto una infinidad de mascotas abandonadas llegar, crecer y morir. Muchas han sido las madrecitas dejadas, "olvidadas" con sus cachorros, perros abandonados en parejas, familias caninas enteras, perros que han sido atados a árboles y abandonados a su suerte, condenados a una muerte segura. En ocasiones hasta se ha topado con gatitos en cajas.

Cuando Marcela aparece en el camino tocando la bocina de su auto, los animalitos bajan de los cerros y corren a su encuentro. La conocen y quieren, la reciben saltando y ladrando. Los ojitos agradecidos conmueven, silenciosamente dan las gracias por el agua y el alimento, y además por las infaltables caricias. Muchas son las paradas en la ruta. En cada sector hay perros diferentes, algunos de raza y otros mestizos.

No sólo se preocupa de la alimentación -que financia ella y su familia-, sino además de crear conciencia en los automovilistas que pasan a altas velocidades poniendo en riesgo la vida de los perros y la de ellos mismos. No acepta donaciones en dinero, por ningún motivo; solamente alimento, jeringas y medicamentos. Va tres a cuatro veces por semana, asumiendo el costo de la bencina. En invierno no le asusta la nieve ni se deja amedrentar por la lluvia, menos le teme a las temperaturas elevadas del verano.

Muchos han sido los perritos que han nacido en el camino, ella los ha puesto en adopción y ha logrado salvarlos. Son tantas las historias, tantos los nombres, que sería injusto nombrar unos cuantos, pero todas las historias tienen una palabra en común: abandono. En su andar por la ruta varias personas han seguido su ejemplo, han conocido el camino por diferentes medios y van esporádicamente. Sólo se necesita algún medio de transporte y mucho cariño por el mejor amigo del hombre… el amigo que siempre perdona, que siempre calla, al que puedes gritar y nunca se aleja. A menos que lo alejes tú mismo…

MÁS SOBRE LOS PERROS DEL CAMINO Y LA LABOR DE MARCELA OPAZO EN

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