:: EL CAJÓN DE LAS VERDADES OCULTAS.
   Sonrie, Llory!!!

Por: MARISOL LARENAS NAVARRETE.

"Creí que era mi familia" dice el perrito desde el cartel a un costado del camino. "¿Quién es el verdadero animal?"- se pregunta otro perro. Han pasado las semanas, pronto llegará el invierno. Lo días son más cortos, van cayendo las hojas de los árboles, poco a poco la temperatura está descendiendo. Pero la cantidad de perros en el camino va aumentando. ¿Qué pensará aquel ser humano que toma su automóvil, se dirige a un camino con su perro, lo ata a un árbol y lo abandona sin comida? ¿Creerá, acaso, que San José de Maipo y Pirque es el botadero de perros de Santiago? Si el ser humano es capaz de abandonar a sus hijos, qué queda para sus mascotas. La misma historia se va repitiendo semana tras semana.

En el camino hay muchas historias conmovedoras con finales trágicos. La de una perrita quiltra llamada Llory, es una excepción. Este animalito tiene la costumbre de mostrar sus dientes como si se estuviese riendo de uno. La Llory sonríe. Lleva abandonada aproximadamente tres años. Su hocico es largo, asemejando a un galgo con un cuerpo delgado y patas eternas que le dan la posibilidad de correr a gran velocidad, incansablemente, detrás de los autos. Fueron estas características las que llamaron la atención de la deportista Loreto Elizondo, quien la vio correr mientras entrenaba y alimentaba a Los Perros del Camino. Era tanta la rapidez de Llory y su testarudez al correr detrás de los automóviles, junto a otro perro llamado Flaco, que Loreto la entrenó para competir en el Eco Challenger Canino que se realizó en Pucón este verano. A pesar de no poder terminar la carrera por razones de salud, producto de la vida difícil que su amo eligió para ella al abandonarla en el camino, destacó en las diferentes pruebas por su esfuerzo y destreza. Una historia esperanzadora, p e r o a i s l a d a , q u e contrasta con la suerte del resto de los perros del camino. Como el final que han tenido más perros abandonado en Pirque, terminando muertos a un lado de la berma.

Recorrer el camino de punta a cabo alimentando a los perros es la tarea titánica que, como contamos en el número pasado, realiza Marcela Opazo tres veces a la semana. Costeando el alimento de su bolsillo, llenando bidones de agua, sube al camino en compañía de su familia, sola o con amigos. El paisaje es el mismo, el río es el mismo, pero cada vez que sube hay caras nuevas, perros abandonados recientemente que se asoman al camino desorientados, creyendo que es su amo quien los viene a buscar.

El proceso siempre es el mismo cuando se abandona a un perro: corre tras el auto que acelera, perdiéndose en la carretera. El animal, desorientado, trata de seguir el olor de su amo, camina en dirección a Santiago, a un costado de la carretera, esquivando los autos. Cuando se da cuenta de que está perdido es recibido por el resto de los animales abandonados. La bienvenida puede ser amistosa por parte de perros acostumbrados a interactuar con más canes en la ciudad, o al contrario, puede ser atacado por jaurías furiosas con el "nuevo huésped". Lo perritos pequeños, especialmente de raza, son los que lo pasan peor.

A pesar de la lucha por el territorio, los principales peligros provienen del ser humano en sus vehículos a altas velocidades. Incontables son las veces que Marcela se encuentra con perros a t r o p e l l a d o s e n l a carretera, especialmente cachorritos. Los recoge, los coloca en bolsas y los va a dejar lo más lejos posible, hacia los cerros, velando por la seguridad del resto de los animales a b a n d o n a d o s . A s í trascurre el día en el c a m i n o d e P i r q u e , parando en cada lugar donde se encuentra un grupo de perros. La jornada es agotadora, pero no existe mejor siquiatra que un perro lamiendo tu cara, nos dice Marcela al llegar la noche. El cansancio se declara en su rostro, pero una anécdota la hace reír. Recuerda cuando una señora bajó de su carísima camioneta para decirle que estaba mal que alimentara a los perros abandonados, ya que así estaba promoviendo la llegada de más perros. Cuenta que al cabo de unos minutos de conversación, la misma señora se despide cordialmente de ella, felicitándola por su labor y deseándole suerte.

Se hace tarde. La luna observa asomándose detrás de un cerro. Hay que volver a Santiago. Marcela no sabe con qué se encontrará la próxima vez que visite a Los Perros del Camino.

A pesar del agua y alimento repartidos, el título de este artículo -"Sonríe, Llory"- parece una completa ironía. DdO

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