CAJON DE VERDADES OCULTAS
Marisol Larenas Navarrete

En Septiembre de 1961 en un aula de la Universidad de Washington, Estados Unidos, la vida de Manuel Rojas y Julianne Clark tuvo un repentino giro. Ese día se conocieron. Él profesor y ella alumna.

Julianne lo miró fijamente durante la primera clase, las posteriores y los ocho años siguientes. Con casi medio siglo de diferencia de edad, y casado, el escritor chileno se enamoró de la muchacha menor de edad que asistía a sus clases. Ella tenía 19 años, él 65. Primero se hicieron amigos, compartían paseos, iban al cine, de compras, al doctor, etc... El escritor chileno quería un lugar en la vida de Julianne. No importaba cuál _profesor, amigo, padre, hermano, amante… lo que fuera- mientras fuera parte de su entorno.

El comienzo en el país del norte no fue fácil, pero los lazos se hacían fuertes a pesar de la adversidad, tanto así, que en una ocasión Julianne manejó 26 horas desde Seattle a Los Ángeles para ir al encuentro del Premio Nacional de Literatura. Fue así como al cabo de un tiempo dejaron juntos Estados Unidos rumbo a Ciudad Juárez, México, lo que en la época generó gran revuelo: el aclamado creador de Hijo de Ladrón huye con una muchacha menor de edad. Ni siquiera el estado civil de Manuel Rojas fue un impedimento para que al cabo de un tiempo decidieran hacer una vida juntos, ya como marido y mujer. Permanecieron 10 meses en el país, vivencias que quedaron plasmadas en el libro Pasé por México un día.

La vida juntos incluiría múltiples viajes por el mundo: Europa, Sudamérica y Oriente Medio, además de una convivencia en el Chile de los años 60 rodeados de los más destacados escritores del momento. El país pasaba por una etapa complicada, de intensas transformaciones. Como se puede apreciar en el transcurso de la visita que el matrimonio realizó a las minas en Sewell, Manolo -como


lo llamaba Julianne- recibió una invitación para visitar aquel pueblo minero. Recién llegados, el escritor dio una charla en la que, sin referirse a ningún particular, dijo que el capital foráneo se apoderaba de los recursos naturales chilenos. La esposa, por su parte, al pedírsele que cantara el himno nacional del país del norte, sin mala intención y extrañada por el clima norteamericano que reinaba en territorio chileno, se negó… El resultado fue el pronto regreso a Santiago.

Los recuerdos de la vida en común junto a un grande de la literatura y el dramático final de la relación, son el argumento del libro Y nunca te he de olvidar, escrito por Julianne Clark. Fiel testimonio de un amor que, aunque con trágico final, iluminó la vida de la joven mujer estadounidense. La llevó a conocer el mundo, desde la Plaza de la Revolución en Cuba hasta Leningrado. Del brazo de Manuel Rojas conoció a Salvador Allende, Pablo de Rokha y Pablo Neruda. El relato, sincero y franco, muestra diversas facetas de un hombre alto de estatura y de pensamiento. Sorprende la facilidad con que Julianne narra en "chileno", utilizando modismos de la época, diferentes situaciones anecdóticas de la vida cotidiana. Las diferencias culturales y las "torturas" derivadas de las mismas -como tener que probar un exótico caldo de cabeza, lo que para la liebre, como la llamaba Manolo, era imposible- fue un suplicio inolvidable. Tal cual se pasean el humor y el romance por las hojas del libro, también hace su aparición el anuncio de un final trágico, con la separación de la pareja, producto de la natural búsqueda de un hijo por parte de Julianne. Finalmente, cada cual sigue su camino por separado, hasta que una gravísima enfermedad del autor de Lanchas en la Bahía los vuelve a reunir en una triste despedida, sellando así el final.

Como lo dice el premio nacional… Qué más puede pedir un hombre que ocho años de dicha. Ella afirmaría, años después, que el escritor chileno resultó ser todo en su vida, no sólo uno de los vínculos a los cuales aspiraba al momento de conocerla. Finalmente fue un todo… maestro, amante, pareja, el amor de su vida. Y que aún lo lleva muy adentro como resolana debajo de la piel. DdO