TACONES LEJANOS
Nina Moreno Dueñas, desde Hamburgo, Alemania

Cuando vivía en Chile, tenía un amigo a quien quería mucho. Él trabajaba en un banco y, como tenía una buena situación económica y yo era una estudiante de Bellas Artes sin medios económicos, me invitaba a menudo a conciertos y a cenar en restaurantes, cosas que yo nunca había hecho antes y que con él aprendí a disfrutar. Su homosexualidad era muy abierta y yo nunca lo sentí extraño, para mí era natural su forma de ser, conversábamos mucho y nos entendíamos extraordinariamente bien. Comenzó a molestarme la forma grosera con que se hablaba de los homosexuales, los chistes de mal gusto y la

discriminación en todos los medios. Mi amigo, que era muy culto y tenía un carácter equilibrado y sereno, no parecía inmutarse, aunque no debe haber sido fácil para él vivir en una sociedad que lo agredía.

En Alemania se tolera la homosexualidad. No se acepta como algo natural, pero tampoco es un problema. Cada vez que voy a Chile me veo confrontada con otra dura realidad, que es muy discrepante con una sociedad culta y moderna.

Hace un tiempo leí un artículo sobre la boda de Sir Elton John con David Furnish, que se realizó en el mismo municipio donde se casaron Camilla y Charles (otra ruptura de tabúes). Esto le quita oficialmente el aspecto pecaminoso a las relaciones entre homosexuales. Hasta ahora sólo era posible en Holanda y España (en Bélgica falta aún la aprobación del senado). Zapatero, en España, pese a la fuerte oposición de la iglesia, además del matrimonio, otorga a parejas homosexuales el derecho de adopción y también legalizó el aborto, pero eso es tema aparte. En muchos otros países europeos está reconocida por la ley la convivencia de parejas homosexuales con derechos cívicos, como en el matrimonio.

En todo tiempo han existido las relaciones homosexuales y bisexuales. En la antigua Grecia y en los países árabes (basta leer Las Mil y Una Noches o Los Viajes de Marco Polo) era normal divertirse con mancebos. Alejandro Magno, que amaba a las mujeres, podía recibir a un amigo en su cama sin que eso menguara su calidad de líder.

Ahora da la impresión de que el número de homosexuales va en aumento, a medida que van cayendo las trabas sociales. No es así, simplemente va saliendo a luz lo que se mantenía oculto. El rechazo furibundo hacia estas personas siempre ha despertado en mí la sospecha de que quienes lo ejercen sienten las mismas inquietudes y pretenden ocultar su pánico de quedar al descubierto. Igualmente, los chistes groseros en esa dirección dejan en evidencia una preocupación más profunda y un miedo no confesado, un poco como ponerse el parche antes de la herida.

Pienso que el rechazo a la homosexualidad cobra más fuerza a través de las religiones -que pretenden proteger a la familia y, por tanto, a la sociedad- al igual que muchas medidas y prohibiciones en estas instituciones que tenían como objetivo salvaguardar la salud. Si la religión aún tuviese la fuerza y el poder tendría que condenar el abuso de las drogas y el alcohol, calificándolos de pecado, y así proteger nuestras vidas.

Dentro de una sociedad instruida y abierta no es necesario ni prohibir ni formar tabúes. Somos responsables de nuestros actos y merecemos el respeto que se nos otorga como personas y la libertad de elegir y decidir en un mundo libre de prejuicios. DdO

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