LINTERNA-TURA
Por Rolando Naveas Leiton

Me encontraba en el último año de licenciatura en filosofía y letras y era un asiduo visitante de la biblioteca de la universidad. Leyendo las obras de Mackenzie -entre ellas "La deidad de la irracionalidad" (Londres, Ekhard 1936)-, escritos conspicuos y un tanto aburridos pero de primordial importancia para mi tesis, encontré una referencia al libro casi oculto de Pérez y Gaetano "El Dronto Filosófico" (Benett, 1860), cuyo original se encontraría en la Biblioteca Cultural de Venecia y del cual apenas hubo una edición publicada en español por el célebre José Gironas, en 1954, en una tirada de tan sólo 2.000 ejemplares (según la información del Reader's Parade Magazine del año 1960). El Dromo tenía significancia por cuanto estaría estableciendo una cierta verosimilitud de los principios y dichos de Ad Hal Mussá en cuanto al hemisferio invisible, que es donde habita el espíritu. No tuve posibilidad alguna de encontrarme con uno de aquellos escasos impresos luminarios hasta mucho después, no sin antes haberlo encargado a España y México sin éxito alguno.

DOS DE LAS ESTATUAS DEL TEMPLO DEABU SIMBEL, QUE, SEGÚN EL DROMO FILOSÓFICO, ESTÁN ALLÍ .


Una tarde lluviosa visitaba las librerías del centro de Santiago con el fin de encontrar alguna novedad, algo que me distrajese durante las vacaciones. Nada me satisfizo, salvo las obras completas de Giosué Carducci, el poeta italiano galardoneado con el Nobel. Me llevé el grueso volumen de la Editorial Aguilar al restorán de costumbre y mientras sorbía un café acompañado de tostadas hojeé sus páginas y me enternecí con la poesía cantisimple del vate. Luego, apremiado por la lluvia, apuré el paso en dirección al estacionamiento donde había dejado mi carro. Doblé por una calle (no recuerdo cuál, y ese es el asunto, el problema...), caminé más o menos hasta la mitad de la cuadra y me percaté que estaba frente a una librería ubicada en un antiguo edificio.

Una sola gran vitrina de exposición, en donde estaba impresa con letras antiguas el nombre de "Bookstore", mostraba los mejores títulos de los más prestigiosos escritores de la historia: Marevetön, Plomberg, Martínez, Silas, Copekt, Liemerton, Gissela, Montenegro, Fogly, entre muchos; hasta llegar a los más tradicionales, tales como Shakespeare, Cervantes, Goethe, Paz, Neruda y Borges.

Casi con religiosidad abrí la mampara y unas campanillitas anunciaron mi presencia. Largas y altas estanterías de roble color caoba eran las poseedoras de las riquezas literarias más encantadoras y sabias que cualquier lector con adicción podría desear trasladar a su biblioteca personal. Me deleité mirando los títulos, los autores, la presentación. Las tapas de cuero de la Belleise Entandree eran simplemente soberbias, como las de El Palacio de las Estrellas, de Federik Ball. Un carraspeo prudente y sutil interrumpió mi pesquisa y me volví hacia el mostrador. Una mujer madura vestida con ropas anticuadas me observaba con una sonrisa simpática.

-¿Qué desea? _me preguntó.- ¿Alguna obra en especial?

No lo pensé dos veces. La respuesta se me vino a la cabeza como si fuese un mensaje dictado del cielo.

-Busco un libro que en ninguna librería de las que conozco se encuentra. Es el "Dromo Filosófico", de Pérez y Gaetano. ¿Lo ubica?

-Un libro curioso, ¿no le parece?

-Bueno, sí, tal vez por lo escaso. Sólo existe la edición contemporánea, la de Gironas, quien lo publicó en 1954 en la Editorial Cervantes de Barcelona _respondí.

-Busque en el anaquel de la tercera fila, tenemos un único ejemplar. Véalo usted.

Emocionado y tembloroso busqué donde se me había indicado. Y he allí que el Dromo Filosófico me saludaba. Lo tomé con el cuidado que se tiene cuando se sostiene a un recién nacido. Lo hojeé con el mayor disfrute y leí algunas de sus líneas. La dependienta me vigilaba con atentos ojos de vigilante.

-Es una joya _le comenté-. Dígame, ¿cuánto cuesta?

-¿Desea comprarlo?

-¡Cómo no!

-Su valor es de $45.000 al contado.

Imposible era para mí poder adquirirlo, pues era un precio prohibitivo para mi bolsillo. No obstante, cabía la posibilidad de poder reunir el dinero apelando a algún préstamo de mis amistades. Por el Dromo todo esfuerzo valía la pena.

-Señora, ¿me puede guardar este ejemplar? La verdad es que en este momento no cuento con ese dinero, es una cifra muy alta, ¿no le perece? Será sólo por algunos días.

La mujer me respondió dudosa:

-No se lo puedo asegurar, señor.

-Señora mía, me parece improbable que en el corto tiempo aparezca un nuevo interesado en este volumen. Sólo le pido que lo retire del anaquel y lo ponga cerca suyo hasta que yo vuelva con el dinero. Le dejaría un abono, pero ni siquiera eso puedo hacer en este instante.

-Eso no sería problema, joven. Mas debo aclararle que no se puede demorar más de un día, pues en caso contrario no tendrá a quién reclamarle si el libro es vendido a otra persona...

-No se preocupe, dama, así lo haré. Mañana a primera hora estaré aquí. ¡Gracias!

Dejé el tiling de la mampara atrás y busqué rápidamente las calles que me llevarían hasta el estacionamiento.

Al día siguiente no me fue posible reunir todo el dinero, apenas junté treinta mil y me faltaban quince. Mi tía abuela accedió a darme el resto, dado el aprecio que me tenía. Sin embargo, ello ocurrió dos días después. Había encontrado la librería el lunes, ahora estábamos a miércoles y la señora que me atendió me puso como condición el martes. ¿Pero qué más daba un día más? Estaba seguro que el libro estaría aguardándome como una novia ilusionada, así es que por la tarde me dirigí al centro de la ciudad en busca del preciado tesoro.

En una primera vuelta no encontré la calle donde debía estar la Bookstore. "Probablemente me equivoqué de sitio", pensé, y volví sobre mis pasos. Crucé frente al restorán "El Capullo", mi preferido, donde iba a beber capuchinos y a estudiar o leer, como aquel día de Carducci. Rehice el camino. Nada. No encontré la calle, o si la encontré, la librería no se veía por ninguna parte. Comencé a inquietarme, me acerqué a un policía y le consulté. Su respuesta fue "no le sabría decir, señor". Desesperado, acudí hasta la Feria Chilena del Libro y pregunté a un empleado, y éste me dijo con cara de extrañeza que no conocía ninguna librería de los alrededores que se llamara así. Luego de transitar durante una hora y media por las calles congestionadas del centro de la ciudad, totalmente abatido, abandoné la búsqueda... Desde entonces hasta la fecha no he podido resolver el misterio de la enigmática librería llamada "Bookstore". Cada vez que voy a "El Capullo" reviso las calles colindantes sin resultado alguno. Simplemente, el edificio y la librería con dependienta y todo se han enfumado, incluyendo el Dromo Filosófico.