CAJON DE VERDADES OCULTAS
Marisol Larenas Navarrete

Una tarde caminando cerca de la Posta Central me topé conel Divino Anticristo, como tantas veces. Algo muy común, sólo que esa tarde algo en mí le llamó la atención. Paró en seco su carrito de supermercado y me dijo "Ándate a Francia... pero no a París". Apuré el tranco, solté un suspiro de alivio. La saqué barata, pensé. No son pocas las personas que han sido tocadas por las opiniones del Divino a viva voz. A mí sólo me había mandado a Francia, bonito lugar si lo comparo con donde creí que me mandaría cuando comenzó la frase.

 

fotolog.cl/Thomasa_Yorke

Algunos se preguntarán quién es el individuo que tan gentilmente me envió a tierras galas. Su nombre es José Pizarro Caravantes, hombre de más de metro ochenta que un día, culpa de los vacíos de la vida y de la mente, se lanzó a las calles que rodean el Museo de Bellas Artes, el barrio Lastarria. No es alcohólico y tiene estudios universitarios. De caminar pausado, como contando cada paso, nunca se sabe qué va a decir o qué hará. Se mezcla entre la gente. Habitual para los vecinos del sector, atracción para los sorprendidos transeúntes que lo ven por primera vez.

Suele empujar un carrito de supermercado lleno de las más variadas cosas. Como no tiene mucho cabello, usa un pañuelo de mujer atado, semejando una extrañísima madre de la Plaza de Mayo. Hasta hace un tiempo usaba falda en vez de pantalones (más cómodo para ir al baño según él mismo). Poeta, escritor e inventor, le hace la competencia a los puestos de antigüedades instalándose con un paño vendiendo las más extrañas e inservibles cosas, además de sus poemas y escritos sobre la actualidad nacional, lo que le valió que "The Clinic" publicara sus obras.

Una de las muchas rarezas geniales de este mito urbano viviente es la costumbre de ponerle su toque personal a algunas palabras usando la terminación ísimo y sus derivados. Es así como hace cierto tiempo en su improvisada tienda en la cuneta tenía un cartel que decía: "Sólo atiendo a mujerísimas". Con el uso de este sufijo da una originalidad a las frases que se despacha que deja con la mirada atónita a los transeúntes.

Fueron estos y otros arranques de genialidad los que le valieron al Divinísimo, a mediados del 2006, su internación en la Clínica Normita Fournet, para tranquilidad de su familia y alboroto de los fans agrupados en torno a una conocida librería del sector. Fue tanta la repercusión de este hecho, que se formaron dos bandos: los familiares, quienes pensaban en la seguridad y salud de José como ser humano con necesidades, y los amantes de la libertad y de la figura del auto denominado Divino Anticristo y de su forma de vivir en las calles; los que estaban por el ser humano versus los que estaban por el personaje icono del barrio Lastarria.

Finalmente, después de un tiempísimo en la clínica, el Divino volvió a las calles exactamente igual de esquizofrénico que antes, sólo que esta vez con pantalones, a pedido expreso de una inmobiliaria que lo acusaba de corretear a futuros compradores de departamentos en el sector con su divino estilo. La familia volvió a inquietarse por la suerte de su ser querido y los seguidores le consiguieron un carrito nuevo en reemplazo del que le habían quitado al ingresar a la clínica. Hasta una máquina de escribir llegó a sus manos.

"En la locura está la genialidad", dijo alguien alguna vez, y ahí quedó el Divino Anticristo -o José Pizarro, como lo prefieran- deambulando bajo la lluvia, empujando su carrito, enviando mujerísimas a Europa, vendiendo sus escritos sobre política cerca del edificio que lo quiso mandar a un manicomio. Pero él contestó en su particular estilo: "La culpa la tienen los constructores de edificios sin escrúpulos, que creen que es llegar y construir una casa sobre otra y que la vida es chancaca". DdO