LINTERNA-TURA

Rolando Naveas Leiton

No estoy conforme, no lo estoy conmigo ni con el perro que ladra como imbécil rabeando vaya a saber uno por qué cosa, otro perro sería cuestión. Cerca de mí en el restaurante (¿en qué otro lugar?) se ha sentado una pareja de jovencitos, ella muy mona y él muy mono. Los veo de reojo, con vistas casuales como que uno está pajaroneando. Se miran con cara de «qué rico fue el polvo que nos pegamos y ahora tenemos hambre» y todo eso, ordenando unos completos y dos cervezas a la mesera escuálida que los ha ido a atender. Yo casi termino mi churrasco y el shop me tiene enguatado, pero que está bueno, está bueno. Me encuentro molesto conmigo mismo y me desquito a mi modo tratándome bien..., distrayéndome, pensando un poco, diseñando estrategias, tratando de ordenar mis confusiones, o mis ¡plops!

 



Como que me siento solo en esta parada, igual como le pasó a John Cheevers, que mucho adoraba a su mujer y tres hijas pero al que de repente se le daba vuelta la chaqueta y se transformaba en una candorosa loca homosexual. Con esa diferencia, pues yo soy absolutamente heterosexual (algo así como una especie en extinción). Aquello es obvio si el enojo es conmigo mismo. Esta claro que nada se gana con enojarse con la otra persona, puesto que el 99% de las veces la culpa es propia, por angas o por mangas..., aunque sí yo suelo enojarme con los otros. Y mucho.

La parejita de enamorados tortolitos se toma de la mano patéticamente mientras sorben sus groseras cervezas baratas y comienzan a oler a perros calientes. Comienzo a indignarme, hoy no ha sido un buen día para mí y no estoy de ánimo para presenciar escenitas grotescas. Me hastía el no poder controlar mis impulsos, mis emociones, siempre todo tan apasionado. Casi fanático fundamentalista y no un socialista comunistoide en retiro, que es lo que actualmente soy. Llamo a la escuálida con un gesto displicente, un manoteo al aire como «ven polilla chamuscada». Ese «¿diga?» tan requetecontra falso me emputece, pero en fin..., «tráigame otro shop y la cuenta por favor, oiga, ¿se puede fumar aquí?, ¿no?, ¿qué ley?, ¿y qué tiene que ver ese viejo conchas de su madre en mi puta vida?»

El par de mocosos enamorados ya me están hinchando las pelotas con sus añuñucos. Ahora tragan un hot dog cruzado en la jeta y con las patas enredadas debajo de la mesa. La mesera es demasiado lenta, me exaspera y me dan ganas de gritarle, pero me contengo. Al fin llega el famoso shop, pago de inmediato y le doy a la miseria de mujer una moneda de $ 100 para que se vaya de mi lado pronunciando unas hipócritas palabras de «muchas gracias». Me bajan ganas de estrangularla ahí mismo, pero mucho me temo que el espectáculo sería horrendo para los espectadores, incluso para mí mismo... si se mease o se cagase mientras la mato, no sé. Cambio de pensamientos.

La parejita parece divertirse, miran al resto de los clientes e intercambian comentarios jocosos. No los oigo, pero lo deduzco. La muchacha me mira con descaro, algo en mí le causa risa, se lo comunica al pelafustán que la acompaña. Él me mira y luego cruza miradas con su compañera y ríen juntos en tono cómplice. La muchachita, un hembrita trigueña muy ceñidita, seguro que ardiente, continúa con su risita la muy puta. Le devuelvo la mirada. Esta vez el muchacho, un grandotote con pinta de rugbista me mira desafiante, al menos eso me parece a mí. Luego de sostener por unos segundos mi mirada, el idiota explosiona en exageradas carcajadas. Su enamoradita le sigue las de abajo y también se carcajea.

Esto no estoy dispuesto a tolerarlo. ¿Será mi cara añeja lo que les causa tanta gracia, o mi forma de vestir, mis zapatos, mi abrigo? ¿Quieren reírse?, ¡ríanse mierda!- los increpo. ¡Ríanse ahora pedazos de escoria y caca burguesa, drogos de la coca-cola! ¿Les gusta mi abrigo? Me pongo de pie y de la cartuchera oculta bajo el forro de mi shelter inglés color café, con pelo de camello, extraigo mi magnífica Ingram M-10, mi regalona. (Sus dimensiones son de 10,5", con un silenciador muy eficiente. Esta arma es una de las favoritas de los terroristas. Culata retraída y cargador removible, cabe fácilmente dentro del bolsillo de un abrigo, es poco más grande que una arma 45 automática. Está diseñada para disparar en forma silenciosa cuando se pone en automático.) No me importa la cagada que quede. Tiro del gatillo. Ratatafin. DdO